Reflexiones sobre las masculinidades, las feminidades y el feminismo inclusivo (I)

-Carla Sandoval Carrillo / UBUNTU O NUESTRA HUMANIDAD COMPARTIDA

Personalmente, entré en contacto con organizaciones de mujeres y el movimiento feminista en Guatemala cuando integré la Marcha Mundial de las Mujeres en el 2000. Me había autoformado en la temática de las desigualdades entre hombres y mujeres, el feminismo y su historia, sus teorías y marcos conceptuales, sus distintos enfoques y abordajes ideológicos desde mucho antes, quedando claro para mí que no existe UN feminismo sino varios, con múltiples enfoques, abordajes y corrientes ideológicas. Lo que sí tienen en común todos estos feminismos es su constatación que existen desigualdades estructurales en todas las sociedades entre hombres y mujeres, las cuales impactan grandemente la vida de la mitad de la población mundial, es decir, las mujeres, manteniéndolas en posiciones de sumisión, opresión, inferioridad y desigualdad en casi todos los ámbitos de la vida y a todos los niveles de la sociedad. Estos feminismos luchan todos por la igualdad en oportunidades y derechos entre las mujeres y los hombres.

Partiendo de ahí, cada feminismo ha tratado de ir encontrando las estrategias y acciones que más convenientes y pertinentes les parece para lograr esta igualdad. Algunos feminismos podemos tildarlos de excluyentes y a veces hasta dogmáticos. Así, el feminismo europeo u occidental, blanco y de clase media ha sido excluyente de las mujeres afrodescendientes e indígenas, así como de mujeres de clases sociales desfavorecidas. De ahí nace el movimiento del feminismo post y decolonial, y el concepto estratégico de la «interseccionalidad», el cual ha contribuido grandemente a hacer visible el hecho de que existen varias discriminaciones que están íntimamente ligadas a la discriminación de género y que deben ser tomadas en cuenta e incluidas en la lucha feminista si queremos lograr sociedades con justicia social y de género.

Cuando estuve en contacto con las organizaciones de mujeres en Guatemala y con el movimiento de mujeres, me di cuenta que estaba (y sigue, me parece) bastante segmentado, ya que mujeres mestizas e indígenas separadas, organizaciones de mujeres y organizaciones feministas separadas, mujeres del campo y mujeres de la ciudad, mujeres de base y mujeres de las ONG, en fin… como casi todos los movimientos sociales en Guatemala. No obstante, estas luchas son importantes y estratégicas, cada una a su nivel y con su alcance. Lo que sí me sorprendió, es que casi todas excluyen a los hombres de sus luchas. Algunas más que otras. Aún los hombres que se definen como feministas (los hay, aunque pocos) no eran bienvenidos y eso me pareció bastante triste ya que, para lograr derrocar al patriarcado es estratégico tener a los pocos hombres que sí están conscientes de sus privilegios como aliados. Más aún, me parece estratégico que las mujeres feministas tomen consciencia que también los hombres son formateados por el patriarcado y los impactos que esto tiene en ellos son igualmente enormes.

Inicié mi interés por los estudios sobre las masculinidades cuando nació mi hijo y me di cuenta que, al educar a mis hijas, no me había cuestionado cómo iba a hacerlo, pues estaba claro que las iba a educar como mujeres independientes, empoderadas y seguras de sí mismas. Pero, ¿el varón? ¿Cómo educar a un hijo en un contexto donde el machismo está omnipresente y el patriarcado aún permanece casi intacto? Mi pareja de ese entonces integraba un grupo de hombres guatemaltecos que reflexionaban sobre la construcción de «nuevas masculinidades» (¡sí! ¡existen!). Empecé a leer y a investigar, ya que los estudios sobre las masculinidades, iniciado en los 90 en los países anglosajones bajo la denominación «Men and masculinity studies», han ido produciendo bastante literatura y han ido teorizando y conceptualizando de manera bastante profundizada. Hice una formación a distancia realizada por la Organización Multidisciplinaria Latinoamericana de Estudios de Masculinidades -OMLEM- de Argentina debido a que, en Bélgica, donde resido, y en Europa en general, los estudios sobre las masculinidades casi no han logrado permear a nivel de las universidades y los estudios superiores. Luego, trabajé durante tres años en una organización feminista belga, llamada Le Monde selon les femmes (El mundo según las mujeres) y en los talleres que daba, siempre introducía el concepto de género con las siguientes frases e imágenes:

«No se nace mujer, se llega a serlo», la famosa frase de Simone de Beauvoir. Imagen proporcionada por Carla Sandoval Carrillo.

Y luego agrego:

«Yo soy un duro, un verdadero, un tatuado», dibujo de Thierry Jollet, proporcionado por Carla Sandoval Carrillo.

No se nace hombre, se llega a serlo (también)…

Con estas imágenes y frases queda claro que lo que condiciona nuestra identidad de ser mujer o ser hombre no es nuestra biología, sino los roles y responsabilidades que nos son asignados por una sociedad y cultura dada. Todas las feministas y mujeres en general estarán de acuerdo y conscientes que es justamente esta asignación que hace que las desigualdades en el control y acceso a los recursos (materiales e inmateriales) sigan siendo en desfavor de la gran mayoría de las mujeres en el mundo entero. Las estadísticas lo demuestran bien: pobreza, falta de educación y analfabetismo, dependencia económica, violencia, etcétera. En todos estos ámbitos, las mujeres son las más representativas en los porcentajes estadísticos.

Lo que no se aborda casi nunca en las formaciones de género, es que también los hombres tienen estadísticas bastante tristes que repercuten altamente sus vidas: las tazas de alcoholismo, tabaquismo, suicidio y violencia intragénero (entre hombres), entre otras, son llenadas mayoritariamente por los hombres. Existen varias razones y factores para ello. Lo que sí queda claro es que también son consecuencias directas de lo que el patriarcado le pide a los hombres y los roles y responsabilidades que le ha asignado. A los hombres, por ejemplo, se les pide que sean «las 3 p»: proveedor, procreador y protector. Los que no logran llenar estos roles, no son considerados como hombres. De ahí que cuando un hombre pierde su empleo, es como si hubiera perdido su vida y es una de las razones mayoritarias por las cuales se suicidan. Se les pide, por ejemplo, que tanto en lo privado como en lo público comprueben a cada rato que son HOMBRES, para ello tienen que comprobar que 1) no son mujeres y por ende todo lo que está relacionado con lo femenino no lo pueden expresar (emociones, ternura, dulzura…), 2) no son niños, lo que significa no mostrar vulnerabilidad, entre otras emociones y 3) que no son homosexuales, lo cual en algunas culturas hasta es castigado por la muerte.

Cuando pregunto en talleres de género a las mujeres: «¿Cuándo fue la última vez que has llorado?», ellas suelen contestar «ayer», «hace una semana», «hace unos días». La misma pregunta a los hombres: «no recuerdo», «nunca» o «cuando ha muerto…» (¡aparentemente el único momento donde se les perdona a los hombres llorar!).

¡Dejo aquí estas reflexiones para seguir en el próximo artículo profundizando sobre lo que son estas masculinidades, las feminidades y el feminismo inclusivo!

Carla Sandoval Carrillo

Soy una Guatemalteca que no es de aquí ni de allá. Politóloga formada en Bélgica donde resido actualmente. Feminista convencida y con ganas de aportar a los debates fundamentales que contribuyen a garantizar el Estado de derecho, los Derechos Humanos y a agudizar el espíritu crítico tan necesario en estos tiempos actuales.

UBUNTU o nuestra humanidad compartida


2 Commentarios

JOSUE AUGUSTO PEREZ FIGUEROA 04/02/2018

Esto de las igualdades versus desigualdades son temas absurdos, pues naturalmente los hombres y las mujeres son diferentes. La igualdad, si es que existe, solo puede darse IDEOLOGICAMENTE. La estructura interna de una mujer es completamente distinta a la estructura interna de un hombre. Lo que si percibo es que al hombre y a la mujer se le asignan roles sociales en base al sexo. Pero la naturaleza tambien le asigna un rol distinto al hombre y a la mujer. La mujer (como hembra) esta destinada por naturaleza a ser fertilizada por el hombre (como macho), tambien el rol de madre o padre esta definida por la naturaleza. El hijo sabe quien es su madre pero no sabe quien es su padre. Ciertamente hay sumision de la mujer con respecto al hombre, pero eso es una cuestion cultural que se yuxtapone con lo señalado por la naturaleza. Todos nacemos «libres» aunque en esencia no podemos serlo porque en tanto NIÑOS dependemos de nuestra madre mas que del padre, pues la madre educa desde la preñez y sigue haciendolo en la adultez. Es complejo el tema porque tiene implicaciones sociales dificiles de delimitar, pero no imposible de hacerlo.

    carla 22/02/2018

    Hola Josué,
    gracias por tu comentario. Quería solo decirte esto: mujeres y hombres, somos diferentes. Pero yo soy diferente a cualquier amiga mujer mía como tú eres diferente a cualquier amigo tuyo también. El contrario de diferente, es idéntico. Y en el feminismo, la lucha no es por ser idénticos a los hombres, creeme. El contrario de igual es desigual, y aqui estamos hablando de desigualdades en DERECHOS Y OPORTUNIDADES. En desigualdades en el control y acceso a los recursos. Y esas desigualdades, persisten en todos los países. Por lo tanto…la lucha feminista sigue siendo por llegar a tener los mismos derechos que uds tienen los hombres… ni más, ni menos.
    Saludos cordiales,
    Carla

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