-Carla Sandoval Carrillo / UBUNTU O NUESTRA HUMANIDAD COMPARTIDA–
Tuve la dicha de tener un comentario al artículo anterior que escribí sobre este tema y queda claro que aún persisten muchas incomprensiones, pues el comentario iba en el sentido de que hombres y mujeres somos diferentes… ¡Somos diferentes y qué bueno! ¡También yo soy diferente a cualquier amiga mujer mía y por tanto, somos ambas mujeres! Todos los seres humanos somos diferentes y es lo que nos hace únicos. La lucha feminista no trata de ello. No queremos ser idénticos a los hombres (el contrario de diferente es pues «idéntico»). Queremos tener los mismos derechos y oportunidades que los hombres. Punto.
Esto siendo aclarado, es evidente también que es más complicado, pues las desigualdades entre hombres y mujeres son un fenómeno sociocultural y económico-político bastante complejo y multifactorial. También, la construcción sociocultural de nuestras identidades de género es complicada y multidimensional.
Los estudios sobre las masculinidades que se han ido desarrollando desde los años 80 en los países anglosajones, sobre todo por la epidemia del sida que se fue propagando por el mundo entero y que hizo que los académicos y científicos empezaran a interesarse en las actitudes y comportamientos sexual de los hombres, han ido evolucionando y arrojando trabajos bastante interesantes. Sobre todo los libros de J. Stoltenberg (1989) Refusing to be a a man (Rechazar ser un hombre) y los trabajos de Michael Kimmel y Reawyn Connell -esta última habiendo contribuido mayoritariamente al desarrollo del concepto de la «masculinidad hegemónica», un concepto utilizado para analizar las prácticas que perpetúan la dominación de los hombres sobre las mujeres pero también sobre otros hombres- valen la pena leer para iniciar la comprensión de esta temática. Se habla pues de «masculinidades», en plural, ya que R. Connell desarrollo la tesis que la «masculinidad hegemónica» domina y oprime también a otros hombres (no solo a las mujeres), los cuales en un inicio categorizó en «las masculinidades cómplices» (hombres que no oprimen directamente pero son cómplices de esta dominación), las «masculinidades subordinadas» (hombres oprimidos por otros hombres, por ejemplo los hombres homosexuales) y «las masculinidades marginalizadas» (hombres excluidos de las masculinidades hegemónicas por razones de clase social, pertenencia étnica, hándicap, etcétera).
¿Y qué de «las feminidades»? ¿Existen también en plural? Más y más se está estudiando este concepto y, como siempre, existen variados y distintos enfoques. R. Connel habla de «emphasized femininity» (feminidad acentuada) que sería la feminidad que sostiene la opresión de las mujeres por los hombres (mujeres «machistas» o mujeres que han interiorizado su rol de oprimidas a tal punto que lo aceptan y lo reproducen), otros argumentan que se puede hablar de «feminidad hegemónica» en este caso.
M. Schippers ha desarrollado un modelo que me parece interesante, hablando de «feminidades sumisas», feminidades «prácticas» (las mujeres que están conscientes de la dominación de los hombres, oponiéndose a sus formas más violentas, pero aceptando las demás) y las feminidades «subversivas», las que serían una minoría. Me parece interesante porque creo que las mujeres, también tenemos que tomar conciencia de cómo contribuimos (o no) a mantener las desigualdades de género en pie…
Carla Sandoval Carrillo

Soy una Guatemalteca que no es de aquí ni de allá. Politóloga formada en Bélgica donde resido actualmente. Feminista convencida y con ganas de aportar a los debates fundamentales que contribuyen a garantizar el Estado de derecho, los Derechos Humanos y a agudizar el espíritu crítico tan necesario en estos tiempos actuales.
2 Commentarios
Hola, Carla. Gracias por continuar explorando este tema y ponerlo valientemente sobre la mesa. Yo he vivido toda un montaña rusa con este tema: crecí -como casi todos- interiorizando y perpetuando los micromachismos más comunes, a intentar abanderar una especie de «nueva masculinidad feminista». Y aquí quiero descansar por un segundo. Ahora ya no me considero «feminista» (aunque lo pueda ser) pues el mal trato y rechazo que sufrí de los grupos feministas en Guatemala me ahuyentó completamente.
Ellas decían que pretendía reproducir sutilmente el machismo al intentar llamarme feminista. Cuando el feminismo se convierte en fanatismo deja de ser activismo y contribuye a la separación esencial de nuestras sociedades. Me parece que hoy por hoy hay un llamado urgente (tan urgente como continuar la lucha por la justicia de género desde los feminismos varios) hacia la conciliación entre hombres y mujeres, sin que hayan señalamientos y calumnias cruzadas.
No sé si atreverme a decir que el hembrismo ha suplantado al feminismo, con todo el daño que ello implica.
Saludos atentos.
Hola Bobby,
Gracias por tu mensaje. Me entristece grandemente eschuchar que siguen en lo mismo algunas feministas guatemaltecas. De hecho, yo tuve problemas serios con varias de ellas porque justamente estaban en eso de no querer incorporar a hombres en la lucha feminista y no querer comprender que no se trata de ir construyendo mundos separados o antagonistas sino ver como podemos convivir y construir relaciones de género más equitativas y justas. Es una gran lástima. Por ello, seguiré siempre luchando por un feminismo inclusivo, que tome en cuenta no solo en la teoría sino también en la práctica no solo a hombres, sino a todas las demás opresiones que el patriarcado y el capitalismo promueven y reproducen.
Abrir espacios de debate y de reflexión entre hombres y mujeres es algo que debemos seguir promoviendo! Espero lo logremos cada vez más y más! Estoy con vos a 100% en esto!
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