Reflexiones psicosociales sobre el COVID-19

Felipe Sarti Castañeda | Política y sociedad / LOS CAMINOS DE LA PENSADERA

La problemática de salud mental que está viviendo la población guatemalteca en las áreas urbana y rural no es exclusividad de la pandemia COVID-19 y las medidas restrictivas implementadas para combatirla, sino que es producto del sistema capitalista neoliberal que promueve el individualismo en detrimento del bienestar colectivo, provocando problemáticas psicosociales que nos han impedido un desarrollo integral, limitándonos como sujetos sociales que buscan cambios para el buen vivir.

La crisis sanitaria, como ha sido señalado por diferentes sectores, encontró un Gobierno débil, incapaz y corrupto, que se ha aprovechado de esta situación para generar ganancias para sí mismo y para los miembros de las cúpulas empresariales en detrimento de la ciudadanía. Estamos convencidos de que se trata de un Gobierno peligroso, que constantemente emite informaciones falsas que tergiversan la realidad, creando mucha confusión en la población.

Es importante que todas y todos reconozcamos que la pandemia seguirá provocando cambios en nuestras relaciones sociales, las cuales, seguramente, no serán fáciles de asimilar y poner en práctica, aumentando las tensiones emocionales que padecemos actualmente. Para este presente y futuro cercano se deberá fortalecer el sistema de salud pública desde sus bases, es decir, desde el nivel de atención primaria en salud, a lo cual deberán sumarse esfuerzos desde los y las profesionales de las ciencias psicosociales, personas que practican las diferentes espiritualidades de nuestros pueblos, representantes de las denominaciones religiosas y otras personas y grupos vinculados a la protección de la salud y de la vida digna.

La población, que a pesar de esta crisis sanitaria se mantiene activa, tendrá más capacidad de resistencia y lucha para superar las problemáticas psicológicas que se han incrementado por la propia enfermedad, por las dificultades que enfrenta la población cotidianamente y por la desinformación del Gobierno apoyada por los sectores de poder económico y políticas corruptas. Es indispensable, por tanto, que tratemos de recuperar la fuerza y la decisión para incorporarnos a movimientos, grupos y otras formas que nos permitan mantenernos activos y propositivos, ya que la inacción social nos llevaría a perder la esperanza y a una muerte prematura. Por eso, alentamos el esfuerzo colectivo para construir una participación ciudadana que permita romper los bloqueos emocionales y sociales impuestos por un sistema que, intencionalmente, genera pasividad limitando la movilización ciudadana.

Asimismo, es necesario construir un espacio permanente de reflexión y opinión, ya que el actual gobierno no ha tomado en cuenta los saberes y conocimientos propios de la población en sus propuestas para combatir la pandemia. Considero de la mayor importancia este esfuerzo por juntarnos, conocernos, compartir y proponer abordajes psicosociales a las nuevas generaciones, que sufren altos niveles de exclusión, de racismo, de desempleo, de falta de oportunidades educativas, de irrespeto a la diversidad sexual, derecho a la salud y a la práctica de una vida sana y otros, y que tendrán que afrontar mayores retos, ya que el sistema actual no cambiará y se agudizarán las contradicciones en la etapa post-COVID, que puede durar mucho tiempo. El estado emocional y de relacionamiento social de nuestra sociedad va mostrando un deterioro que, en algún momento, podría generar ambientes de mucha hostilidad social. Si no contamos con las herramientas psicosociales y culturales adecuadas, esto podría tener efectos devastadores en la salud mental de nuestra sociedad a corto, mediano y largo plazo.

En el contexto actual, el trabajo comunitario deberá ser prioritario, haciendo énfasis en la recuperación de la memoria histórica de las diversas poblaciones, como un camino para entender cómo han enfrentado diferentes situaciones de crisis sociopolíticas, humanitarias y sanitarias, a partir de experiencias propias y exitosas. Muchas de estas prácticas positivas se basan en el sentido colectivo, vinculado con el respeto a la madre tierra y a los saberes propios de su cosmovisión. De esta manera, se garantizará un abordaje psicosocial que no violente las formas de vida históricas de dichos pueblos, alcanzándose así un complemento del saber popular con los conocimientos académicos, en la búsqueda de mejorar las condiciones para disfrutar de una vida equilibrada y saludable en el marco del buen vivir.

Estas reflexiones que hoy compartimos, son producto de un trabajo acumulado de más de treinta años en Nicaragua y Guatemala, que posibilitó comprender que los procesos psicosociales con poblaciones violentadas estructuralmente necesitan del acompañamiento desde las comunidades, para liberarse del verticalismo y asistencialismo que tanto daño han hecho a los procesos de liberación de nuestros pueblos.


Imagen principal tomada de Unidiversidad.

Felipe Sarti Castañeda

Psicólogo social comunitario graduado de la USAC. De 1981 a 1991 trabajé en el Ministerio de Salud Pública de Nicaragua, en un programa de apoyo psicosocial a familias víctimas de la violencia ejecutada por la contrarrevolución. También durante esos años acompañé a compañeros/as del FMLN y de organizaciones revolucionarias guatemaltecas. Desde 1997 soy miembro fundador del Equipo de Acción Social Comunitaria (Ecap) y he coordinado diversos programas en el interior del país, principalmente en Rabinal, Baja Verapaz. Estoy participando en procesos de memoria desde las poblaciones, construcción de ciudadanía y fortalecimiento de la organización comunitaria y casos de justicia transicional como el genocidio Ixchil, Molina Theissen, Sepur Zarco, Plan de Sánchez y Río Negro, entre otros. En los últimos años hemos estado, conjuntamente con la comunidad de Chiticoy, de Rabinal, reflexionando sobre el Buen Vivir desde sus experiencias y conocimientos.

Los caminos de la pensadera

Correo: cristina.zeledon@gmail.com

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