Consuelo Carrillo | Política y sociedad / ESPIGAS
Usted no tiene que quemar libros para destruir una cultura. Solo tiene que hacer que la gente deje de leerlos.
Ray Bradbury, escritor norteamericano
Hasta 1440 no había libros en Europa como lo que tenemos actualmente. Existían solo algunos textos escolares y libritos de devoción producidos con una técnica elemental usada por impresores holandeses. También hubo otros tipos de libros hechos a mano de laboriosa y muy lenta ejecución. Impresores holandeses y algunos belgas se afanaron por mejorar la técnica de impresión sobre planchas de madera, pero fue en Alemania, en la ciudad de Maguncia a orillas del Rhin, donde el espíritu inventivo, la imaginación y el carácter expansivo, desarrollador y evolutivo característica del ser humano se manifestó lúcida y prácticamente en Juan Gutenberg, de oficio impresor, quien aplico su vida a perfeccionar la técnica para alcanzar una producción multiplicada de libros viable, rápida y a bajo costo. Su punto de partida fue la experiencia de los holandeses y el papel de hilo importado de la China, donde miles de años antes eran usadas para imprimir con letras movibles esculpidas una a una de metal, la cual era una obra manual de poco rendimiento para una producción en volumen.
En Japón también se imprimía sobre planchas de madera desde el siglo décimo. Hasta entonces se utilizaba en Europa la madera de boj para imprimir estampas y láminas, pero este procedimiento también era lento y de bajo rendimiento para producir en la cantidad que deseaba hacerlo Gutenberg. Suplir la mano de obra con instrumentos y máquinas apropiadas sería obra de una empresa fabril más que de simple taller, y eso fue lo que hizo Gutenberg en Maguncia. Producir libros a bajo costo era su objetivo y comenzó con imprimir las Sagradas Escrituras en latín, hechas a mano por los monjes pobres de los claustros y como eran para uso exclusivo del clero, se guardaban celosamente en las abadías. Había otra clase de libros escritos por autores griegos y latinos que eran hechos por amanuenses y copistas, organizados en corporaciones, quienes no veían con buenos ojos a la nueva técnica porque significaba un peligro para su industria. No obstante, aquellos amanuenses produjeron verdaderas obras de arte, difícilmente superadas con toda la tecnología moderna, pero a precios tan altos como lo que se pagaba entonces por comprar una hacienda. Actualmente alcanzan precios fabulosos, privativos de coleccionistas millonarias.
La aparición de la imprenta revolucionó la historia de la humanidad. Se mejoró la técnica de tipos movibles, esculpidos a mano, por nuevos tipos también movibles pero fundidos en metal y fue así como se originó la tipografía que dio a su vez origen a la imprenta. La nobleza se vio obligada a aprender a leer y escribir, la burguesía despertó ante oportunidades antes insospechadas y en la masa iletrada nació a la vez cierto deseo por instruirse. Los vitrales de las catedrales y las esculturas de los pórticos habían sido hasta entonces sus únicos libros.
En 1455 salió del taller de Gutenberg el primer libro impreso que conoció la humanidad: a Biblia latina de 42 líneas, se imprimieron 200 copias y posteriormente otras 400. Años más tarde en Frankfurt (1464) se celebró la primera feria del libro, ahora legendaria.
El llamado descubrimiento de América en 1492 abrió nuevos espacios para la imprenta con la expansión de las colonias españolas. A México fue llevada en 1535 y para la independencia de España en 1821 habían salido de sus prensas 12 000 libros y folletos de la misma calidad de los de Europa. A Lima la llevó el italiano Antonio Ricardo en 1580 y la tercera llegó a Guatemala en 1660. El resto de países americanos la fueron adquiriendo posteriormente.
En Guatemala se instaló en el edificio que actualmente ocupa el Museo del Libro Antigua en la Ciudad de Santiago de los Caballeros, hoy llamada La Antigua Guatemala. El primer libro que se imprimió fue una obra inédita de carácter religioso del obispo fray Payo Enrique de Rivera, quien había solicitado a la Corona su anuencia para traer la imprenta al Reino de Guatemala. José de Pineda e Ibarra tuvo a su cargo imprimir la obra del prelado titulada Explicatio apologetica en 1663. Posteriormente se imprimieron los primeros ejemplares de libros ilustrados y decorados, algunos de los cuales se conservan en el museo mencionado.
En 1724 la importó La Habana y a Bogotá llegó la imprenta en 1738. Un dato interesante es que Estados Unidos de Norteamérica unos 105 años después de haber sido introducida en Meció la importó el colegio de Harvard en Cambridge. La mayoría de los países sudamericanos la importaron de Europa a excepción de la de Paraguay, que fue construida por los indígenas paraguayos con madera dura de santo fundido, dirigidos por la misión jesuita. Es de anotar que una versión de libros existía en la América precolombina, los hoy llamados códices y de que quedaron solo unos cuantos. Eran hechos a mano en papel amate o en piel de vendado, con jeroglíficos pintados y fueron destruidos en su mayor parte por los españoles. Se recuerda la tragedia de la Inquisición instruida en Yucatán por el obispo Diego de Landa que en el poblado maya de Maní realizó, el 12 de julio de 1562, un acto de barbarie cultural, al quemar y destruir miles de objetos, ídolos, esculturas, cerámica y rollos de papel de amate en nombre de la fe católica en lo que hoy se conoce como el acto de fe de Maní. Un hecho comparable con la destrucción de la biblioteca de Alejandría atribuida al califa Omar, quemada también en nombre de la fe, en este caso la musulmana.
La muerte de Gutenberg en 1568 pasó inadvertida en la soledad y el silencio, nadie se enteró de ella y él tampoco supo que su imprenta navegaría hasta las más remotas playas de un continente hasta entonces desconocido para los europeos. Hasta 400 años después de su fallecimientos se erigió un monumento en Maguncia a su memoria y los historiadores han estado de acuerdo en que Gutenberg fue uno de los genios más grandes que ha producido la mente humana.
A partir de la introducción de la imprenta, el libro dejó de ser un artículo de lujo, como había sido el sueño de Gutenberg. Fue y continúa siendo el instrumento que necesita el ser humano para adquirir conocimientos, dominar pautas y normas de educación, recrear la mente, ejercitar la reflexión, nutrir la imaginación e iluminar el entendimiento. Los sorprendentes adelantos tecnológicos no pueden desplazar al libro porque tiene un lugar asegurado en la mente y en el corazón de escritores y lectores, un puesto en las libreras, en los hogares y en las bibliotecas. Su influencia siempre fresca, saludable y renovadora puede hoy penetrar en todos los medios gracias a los precios accesibles de hoy en día.
Consuelo Carrillo

Trabajadora social y escritora. Feminista preocupada de las dimensiones espirituales de la existencia al mismo tiempo que suscribe su apoyo a la justicia social y la democracia.
2 Commentarios
Que excelente narración. Indudablemente es el fruto de una gran investigación. La felicito por tan lindo artículo.
Agradezco mucho tus palabras, lo estuve investigando en Guatemala en varias enciclopedias-
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