Consuelo Carrillo | Política y sociedad / ESPIGAS
La siguiente oda de María Sabina, mujer originaria de Oaxaca, México, deja vislumbrar la fuerza espiritual de la mujer indígena, que a pesar de los sufrimientos, la crueldad y la esclavitud del hombre blanco, supo erigir la dignidad de su estirpe, exclamando:
Soy mujer de esfuerzos,
soy mujer de llanto,
soy mujer de palabras,
soy mujer creadora,
soy mujer curadora,
soy poseedora de la sabiduría de las plantas.
En cada frase de esta inspirada oda, vibra la fuerza de la omnipotencia de la criatura hecha a imagen y semejanza de su Creador, conforme lo dicen todas las más antiguas y sagradas escrituras de muchas religiones. Esta oda expresa la materialización de hechos aparentemente sobrenaturales, pero que en sí mismos son poderes totalmente naturales inherentes a la condición humana.
María Sabina fue una curandera y sabia nacida en 1894, tuvo presencia e influencia en su territorio y más allá, ya que la visitaban peregrinos de toda Mesoamérica. Trabajó y estudió las substancias de los hongos como drogas curativas. María Sabina dejó un legado importante para valorar la medicina alternativa y natural de la América Indígena, en especial en la llamada micología. Sabina ha inspirado con su vida y sus propios cantos y poemas a músicos, artistas y poetas de todo el mundo que han realizado obras que tratan sobre ella o siguiendo sus pasos. Falleció en México en 1985, fiel a las tradiciones, a las creencias y a los valores morales del mundo indígena extendido a los territorios mesoamericanos.
El llamado Creador se refleja, como en un espejo, en el ser que ha hecho semejante a sí mismo, concretándose en aquellos que entienden e intuyen las leyes sutiles del universo. La mujer indígena, habitante del continente americano, lleva como un sello dentro de su alma este conocimiento intuido y vive arraigada en un profundo fervor religioso como herencia colectiva ancestral. Contra los graves riesgos y perjuicios, víctimas de la conquista, sometidas al rigor de una cultura foránea, ella por tradición oral ha guardado con celo los valores morales y culturales de su etnia, conservando su señorío con dignidad estoica.
Aunque las sociedades asimétricas y patriarcales de Mesoamérica han excluido al indígena dentro del mundo de la sociedad mal denominada «ladina», ni se ha estimulado el deseo y la necesidad de adentrarse en el conocimiento de la historia, méritos y valores de las comunidades indígenas, la sutil influencia del alma precolombina trasciende, impregna y se hace visible en las múltiples y variadas formas de su quehacer cultural. La mujer indígena conserva un equilibrio entre su forma de ser, su carácter individual y, por ende, el de la colectividad a la que pertenece. Dentro de este esquema, afirma el crecimiento y la continuidad de sus raíces. Gracias a su corazón y a sus manos ella ha mantenido vivas sus tradiciones, creencias, costumbres, valores morales, respeto a las jerarquías y a los ancianos, formas de vida, celebraciones, gastronomía, vivienda, lenguaje. La sangre de los antepasados que fluye en sus venas, mantiene la cohesión tanto del grupo familiar como con otras colectividades de pueblos afines, lo cual ha garantizado a lo largo de una trágica historia, la supervivencia de todos en un territorio común. El poder espiritual de la mujer indígena está grabado en la conciencia de las colectividades, siendo ella el eje normativo, aun cuando hayan tenido que adaptarse al flujo de los cambios, formas de vida y creencias religiosas, por ella se ha conservado la fuerza de un profundo fervor religioso que fermenta la vida espiritual.
Lo anterior no implica ocultar las estructuras también patriarcales de las comunidades indígenas y a la adopción de formas machistas que incluyen el abuso de la bebida, el maltrato y el autoritarismo, sin que esto signifique que sean las formas intrínsecas de las comunidades donde también hay relaciones y estructuras comunitarias de igualdad y justicia. Algunos cánones comunitarios instituidos en el pasado están vigentes y aún funcionan hoy. Las habilidades, el consejo, conocimiento y sabiduría de la mujer indígena han sido por tradición la fuerza activa que ha hecho posible la supervivencia de la etnia en el mapa mesoamericano y, pese a la locura de mentes egoístas de poder, los pueblos originales siguen siendo hoy visibles ante los ojos del mundo.
La mujer ha sido el motor que ha impulsado con su espíritu el camino de la liberación de sus congéneres y su incorporación a las opciones de la vida contemporánea. Ella ha sido la transmisora y reproductora activa de prácticas culturales en todos los ámbitos de la vida cotidiana, y hoy día conquista espacios participativos en la vida política tanto en el medio rural como en el urbano. La presencia espiritual de María Sabina, la inspirada oaxaqueña, permanece viva en el corazón de toda mujer indígena como un testimonio de resistencia y sabiduría.
Imagen tomada de Flickriver.
Consuelo Carrillo

Trabajadora social y escritora. Feminista preocupada de las dimensiones espirituales de la existencia al mismo tiempo que suscribe su apoyo a la justicia social y la democracia.
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