¿Quién sigue?

Carlos Enrique Fuentes Sánchez | Política y sociedad / EL EDUCADOR

La justicia de la vida parece haberse acordado de Guatemala, al accionar sobre algunas de aquellas personas señaladas de haber promovido y ordenado corrupción y muerte en la población guatemalteca. Primero, la muerte de aquel general acusado de genocidio que se fue a la tumba cuando enfrentaba la repetición de una parte del proceso que se seguía en su contra y que, de haber proseguido, habría llegado a consumarse en una condena en su contra, dado el número de testigos y documentos presentados como pruebas en la fase que había llevado a su condena de 80 años de prisión.

Ahora el otro, cuasivirrey, tanto o más prepotente que su antecesor, acusado de incitar a la violencia, de financiamiento electoral ilícito y hasta sospechoso de estar involucrado en la muerte de monseñor Juan Gerardi, por su gran amistad con aquel otro personaje acusado de varios delitos, dueño y señor de los presidios. El proceso iba. A pesar de todas sus artimañas individuales, en pareja con el presidente de la República y con otros personajes oscuros, en contra del Ministerio Público y la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, el proceso iba y era casi seguro que se le encontraría culpable. Eso lo tenía, seguramente, iracundo, angustiado, ansioso y al borde de la locura, cometiendo errores al atacar verbalmente a sus enemigos, aliados de la justicia. Sobre todo, después de saber que, poco a poco, se estaba quedando solo, pues sus «amigos» empresarios habían confesado y pedido perdón, y los de la ANAM se habían pronunciado públicamente a favor de la Cicig y en contra de la corrupción y la impunidad.

Ahora, desde el punto de vista legal, todo terminó. No se puede juzgar ni culpar a un fallecido. Como en otros casos nacionales e internacionales, la justicia llegó tarde o, mejor dicho, no llegó. Se le adelantó la señora muerte. Y no se trata de hacer leña del árbol caído, sino de reflexionar sobre lo que está pasando en la coyuntura. Dos muertes como estas, así seguidas, de dos personajes controversiales, amados por unos y doblemente repudiados por otros, no es cuestión de todos los días. Da qué pensar. Por eso la pregunta del título: ¿quién sigue? Si se sigue la lógica, tendría que ser otro hombre, mayor de 50 años, prepotente, abusivo, con un historial controversial y que esté señalado de problemas de corrupción como plazas fantasmas, discriminación, negocios sucios, coimas, tráfico de drogas o, por otro lado, violación a los derechos humanos o delitos de lesa humanidad, que de todo hay en este país.

Entonces … ¿quién sigue? ¿Será un diputado de bigotito tipo Hitler, que ha estado involucrado en problemas de discriminación, visitas al extranjero para promover acciones contra la Cicig y propuestas de leyes a favor de la corrupción y la impunidad? ¿O el otro diputado que, después de más de 30 años de «servicio» en el Congreso, perdió su inmunidad por plazas fantasmas?

Podría ser también alguno de los que están prófugos de la justicia guatemalteca, como aquel diputado «puntiagudo», acusado de delitos contra la humanidad, o uno de aquellos otros, señalados de organizar y dirigir los aparatos clandestinos que secuestraron, torturaron y asesinaron a guatemaltecos durante los años del conflicto armado interno. Bueno, ¡hay tantos!, que la muerte puede darse el lujo de escoger. Y este presagio no constituye un deseo. No, no. Es solo seguir la lógica de lo que está pasando.

Incluso, podría ser alguien que ya esté capturado, que esté en proceso judicial, señalado de financiamiento ilícito, coimas, extorsiones, cobros y pagos fraudulentos; agüita mágica, bufete de impunidad, falsificación de facturas, robos millonarios en el IGSS, etcétera. O, incluso, quien ahora se sentirá mucho más solo en su lucha contra la Cicig.

En fin, la lógica es esa: que se mueran los más viejos que estén señalados de delitos «fuertes». Pero como la muerte no tiene lógica, la muerte puede sobrevenir a cualquiera, joven o viejo, hombre o mujer. Se espera, eso sí, que sea la de aquellos que han llevado una vida llena de acciones ilícitas, que se han aprovechado de los medios de comunicación para destruir la imagen de sus contrarios; de los que se han enriquecido gracias a negocios sucios; que han asesinado a jóvenes, mujeres, líderes estudiantiles, campesinos y obreros; de los que hacen leyes injustas para favorecer a los empresarios; de los que se aprovechan del dinero del pueblo para darse lujos. Ahora, la muerte tiene la palabra.

Apéndice: respetuosamente, se desea resignación a todos los familiares de quien fuera alcalde capitalino durante cinco períodos.


Carlos Enrique Fuentes Sánchez

Pedagogo y Educador, con 40 años de experiencia docente en los diferentes niveles del Sistema Educativo nacional; surgido de los barrios pobres de la Capital pero formado en diferentes departamentos de la republica. participante y decisor en procesos y redacción de documentos de trascendencia en la educación nacional en los últimos años. Asqueado de la historia de injusticia social que vive Guatemala desde la invasión Española, así como de la historia de masacres y crímenes políticos sufridos por la población, aspira a una Guatemala diferente, justa, democrática y humana, a la cual se pueda llegar por medio de una educación popular y revolucionaria, para todos y todas.

El educador

2 Commentarios

america arminda torres moya 04/05/2018

la pregunta sin respuesta que circula en el ambiente…porque tanto hermetismo en el funeral del que se llego a sentir VIRREY…caja cerrada, nadie vio el rostro…un ambiente cerrado en su inhumacion…lo incineraron…? fue una simulacion su muerte, su funeral, su inhumacion…? los refranes estan dando que decir en esta patria mia, llamada GUATE BOLAS…

    Carlos Fuentes 08/05/2018

    Gracias por su comentario. Totalmente de acuerdo, América Arminda. Dado que el proceso iba a tener graves consecuencias para el virrrey, cabe en lo posible que, efectivamente, su muerte y su funeral fueran solamente una simulación. Había que escapar a como diera lugar. Sería interesante plantear, a quien corresponda, la investigación post mortem.

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