En nuestra niñez soñábamos con los bosques, las selvas y correr aventuras en ellas: como nadar en ríos caudalosos, encontrar manantiales y gozar de la naturaleza en su forma más virgen. De hecho, alrededor de la ciudad capital, tuvimos la oportunidad de explorar muchos barrancos, donde existían manantiales de agua fresca, mucha vegetación, lianas donde jugábamos, grandes abismos y sobre todo una variedad de flora y fauna. Tuvimos la oportunidad de conocer selvas peteneras y del altiplano en sus formas más originales, lo cual llenó nuestro espíritu de grandes utopías.
Escuchamos hablar de la deforestación, pero qué significa esto para la población guatemalteca y la humanidad. La deforestación es sinónimo de muerte.
Los bosques son el pulmón de la humanidad, Guatemala aporta oxígeno al mundo, situada entre los primeros países de esta magnífica aportación. Se requieren 22 árboles para suplir la demanda de oxígeno de una persona al día. Anualmente los bosques guatemaltecos capturan alrededor de 510 999 toneladas de dióxido de carbono, gracias a su extensión de aproximadamente 3.6 millones de hectáreas.
Guatemala cuenta con una cobertura forestal de 35 % de su territorio y de las 132 mil hectáreas que se deforestan cada año representan el 1 % de pérdida forestal en ese período, el cual se cuenta desde hace unos 50 años, esto es dramático porque es un paso acelerado a la pérdida total de la cubierta forestal.
Los siguientes datos nos dan una idea del aspecto forestal de Guatemala, el 34.7 por ciento del territorio nacional es bosque, en tanto que el 37.6 por ciento es agrícola. El 0.98 por ciento del país son humedales y 1.64 por ciento cuerpos de agua. En total, Guatemala posee 10 888 900 hectáreas de territorio.
La deforestación se remonta a tiempos de la Colonia. Una de las primeras grandes talas de árboles fue con el impulso de la siembra de café, cuando grandes cantidades de variedades endémicas desaparecieron, tanto de flora como de fauna. La deforestación se incrementó aún más con la llegada de los enclaves bananeros, cuando se le concesionó a la United Fruit Company (UFCO) grandes extensiones de tierra principalmente boscosas. En estas zonas se talaron miles de hectáreas para impulsar el monocultivo del banano, lo cual trajo consigo una secuela de sufrimientos sociales y ambientales.
Actualmente la deforestación es producto del avance de la frontera agrícola, especialmente en Petén, y de la siembra de palma africana en diversas zonas del país. Agregando a esto que muchos lugares son utilizados como pistas de aterrizaje clandestino para el transporte de droga.
Este es un panorama nada alentador, pues mientras se pierde la cobertura vegetal aparece una serie de daños ambientales que son producto de la irresponsabilidad tanto de los gobiernos como de las empresas que han explotado el suelo y subsuelo guatemalteco.
La deforestación trae consigo severos daños ambientales y sociales, dentro de los que podemos citar la pérdida de la biodiversidad, cambios climáticos, cambios en los hábitos alimenticios de las especies endémicas, desaparición de muchas especies, entre muchos otros.
En el ámbito social se observa, en primer lugar y uno de los más serios, la hambruna. Esto lo podemos comprobar con el fenómeno del Corredor Seco, una región climatológica con alto riesgo de sequías, lo que da como resultado que la producción agrícola en la zona sea casi nula, dejando hambre, desnutrición y condiciones infrahumanas de vida.
La deforestación también tiene otros aspectos colaterales que son dañinos para la población, tanto en el aspecto social como en el económico. Los bosques sirven como protección para la erosión de la tierra, cuando estos desaparecen la tierra se vuelve vulnerable, lo cual provoca grandes derrumbes, inundaciones, crecidas de ríos, azolvamientos, no hay protección para el cuidado de cultivos y pérdidas en la economía.
Vemos como la red vial está destruida literalmente en todo el país, esto se debe a la negligencia de los gobernantes y funcionarios a su cargo, pero también está el agregado que la deforestación ha contribuido a la destrucción por diversos factores como los derrumbes, las inundaciones, el socavamiento de los suelos debido a la saturación de los mismos, entre otros.
Esta cadena es interminable, pero tenemos que tener conciencia que empieza con la deforestación del país.
Guatemala, como su nombre lo indica en náhuatl, es “tierra de árboles” y somos nosotros los que estamos destruyendo nuestros recursos naturales que, si bien son renovables, no existe una política de reforestación seria que sea un ejemplo para la recuperación de tan preciado don natural.
La naturaleza es vida, somos nosotros los que tenemos que dar vida, pero eso significa quitar el egoísmo económico que rige este sistema, crear un sistema social que responda a las leyes de la naturaleza y al bienestar social.
Fotografía tomada de Revista Crónica.
Roberto Ganddini

Actualmente trabajo en la Universidad de San Carlos donde soy el director administrativo del Centro Universitario Metropolitano (CUM). De formación agrónomo y con estudios en Administración y Economía, así como un diplomado de Desarrollo Sostenible y Prevención de Desastres (FLACSO). Además, escribo para el periódico de la Universidad de San Carlos, especialmente sobre problemas de medio ambiente, pero también de carácter social, coyuntura actual y la problemática interna de la USAC.
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