Enrique Castellanos | Política y sociedad / ENTRE LETRAS
Oportuno es empezar una aproximación al comportamiento histórico de la práctica del protagonismo y el antagonismo en los procesos sociales de cambio en Guatemala.
Páginas de historia llenas e infinitas sin escribir, dan cuenta del aporte de personajes reales nacidos de las entrañas del pueblo y otros en cunas de clase media y alta de la sociedad. La manera de cómo se llegó a tener la conciencia necesaria para participar en el proceso revolucionario es algo que no se ha sistematizado bien, pero es suficiente para valorar las contribuciones hechas por mujeres y hombres a la construcción de un mejor país. La mayoría de veces de manera anónima o sin pretender reconocimiento alguno.
No es secreto que el ser humano, en tanto ser social, cuando traspasa la línea de la sensibilidad social, adquiere determinados grados de conciencia que le empujan a participar de distintas formas en el ámbito político, en donde lo preponderante es alcanzar objetivos de beneficio comunitario, incluyendo los propios. Lo que se quisiera para sí, también se quiere para los demás, y viceversa. Cada quien con su historia personal a cuestas. Cada quien con su llanura.
Pero más allá de las llanuras y las arenas de la participación, el protagonismo y antagonismo en las luchas de Guatemala, han sido un problema que no permite pasar a otros niveles de organización. Estos fenómenos o lastres de las formas participativas han tenido causas variadas de acuerdo, incluso, a los contextos en que se han expresado.
Factores estructurales de la revolución guatemalteca reflejan la existencia del fenómeno en cuestión. Las organizaciones político-militares que protagonizaron el conflicto armado interno, así como las organizaciones de masas y gremiales surgidas en ese periodo, no escaparon a dichas prácticas. El protagonismo y antagonismo campearon valles y ciudades. Alguien decía antes, que la unidad de las distintas fuerzas de la revolución guatemalteca padecía de una atrofia congénita y no sería posible alcanzarla. Debido, entre otros, al protagonismo y hegemonismo al seno de sus dirigencias máximas. No hubo procesos ni tiempos reflexivos para revisar dichas prácticas. Al final, cada quien con su ladrillo y su ínfimo microespacio de poder.
El protagonismo, visto como la intención de destacar de manera cualificada en determinada acción de la vida, etimológicamente refiere a el actor principal o «actor jefe». Se entiende como el personaje central de la obra o del proceso social de que se trate. En estructuras intermedias, el protagonismo en sentido estricto de su expresión positiva, tuvo aciertos cuando iba acompañado de propuestas y mal visto cuando comenzaba a hacer sombra al árbol mayor. El antagonismo, por su parte, refleja una enorme dependencia del aparecimiento del protagonista y las acciones que este emprenda. Se dice que el antagonista vive en la sombra del protagonista.
Desde los tiempos de post «firma de acuerdos de paz», el protagonismo cobró nuevas vestiduras. Atrincherado en nuevas formas de pseudoparticipación, se apropió de espacios y generó una nueva escala de valores indicativos de búsqueda de algo. Pareciera normal en sociedades sometidas al silencio en medio de procesos generales de búsqueda de transformaciones. Más cuando no se develaron los misterios de las formas de conducción y dirección ejercidas tanto durante y después del conflicto armado.
Del antagonismo, se dice de aquellas personas opuestas a otra definida como contraria (contradicción). El problema en Guatemala es que no ha habido un solo espacio colectivo de diversos sectores sociales actuantes hoy, para acercarse a indagar sobre el fenómeno (nadie quiere saber nada de nadie).
Si bien las formas de organización han cambiado, en cuanto a abrirse a espacios más amplios y horizontales, persiste a lo interno de organizaciones la idea de estructuras férreas verticales (centralizadas y centralistas con casi nada de democracia a lo interno), aunque sí, manejando elementos discursivos de adhesión, apertura y suma. En líneas generales, por la historia se sabe que eso no llevará a ningún lado. Como dicen voces populares, cada quien defiende su pensamiento abstracto, cada quien lo estrella al piso como quiere, cada quien recoge sus pedazos y a empezar de nuevo. Es reiterativo y recurrente escuchar y leer expresiones sobre el movimiento social (en su conjunto) como: atomizado, fragmentado, cooptado, instrumentalizado, dividido, reactivo, panderetizado, amorfo, etcétera. Lo cierto es que en la estigmatización de que no es posible la unidad, se esconde muy bien el antagonismo, y los fantasmas del pasado surgen para cobrar viejas rencillas que no se ha sido capaz de superar.
Imagen principal tomada de 123RF.
Enrique Castellanos

Estudios de Historia, educador popular, promotor del desarrollo. Voluntario de cambios estructurales y utopías.
3 Commentarios
Muy claro, el punto claro es nuestra CONCIENCIA.
La interpretación de Enrique Castellanos, me parece pertinente. Hace años, desde el exilio, aseguré que el divisionismo y las rivalidades internas del movimiento guerrillero, luego del fallecimiento aún no esclarecido, de Luis Augusto Turcios Lima, silenciosamente fueron aliados de la contrainsurgencia, en el sentido de que dichas distorsiones llegaron a tener tanto peso en el debilitamiento de las fuerzas revolucionarias, al grado de beneficiar a la contrainsurgencia.
En la historia de las luchas sociales, se conoce bien la importancia, indispensable, de la capacidad dirigente de lideres individuales que, genuinamente, tienen la capacidad de condensar, sintetizar, las demandas fundamentales del momento histórico y desarrollar un discurso político que atrae, permitiendo alcanzar la necesaria unidad de las fuerzas revolucionarias que luchan por los cambios sociales en beneficio de las colectividades, así como precisar de manera consecuente el camino, las formas y métodos de lucha correspondientes a la situación revolucionaria histórica.
Sin embargo, eso no es lo mismo, ni sinónimo, de “protagonismo”, en el sentido de que determinadas individualidades buscan convertirse en el centro de la fotografía a cualquier costo, recurriendo en la mayoría de veces a los calificativos descalificativos de otras personalidades, incluyendo aquellas del mismo sector revolucionario. Por ese camino, ya repetido varias veces en la historia de las luchas sociales en Guatemala, más que avanzar, las luchas sociales son arrastradas al fracaso por si mismas, sin necesidad de las embestidas de los reales, antagónicos, enemigos de clase y conciencia político-social.
Muy bien dicho!
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