Profesora en Lengua y Literatura. Lenina

-Mónica Albizúrez / INTERLINEADOS

La conocida frase sobre el lago de Atitlán “el lago más bello del mundo” proviene del escritor británico Aldous Huxley. En 1933, el año siguiente a la escritura de su obra más conocida Un mundo feliz (A Brave New World en inglés), Huxley se embarca en un viaje por México, Guatemala, Belice y Honduras. De este viaje queda la crónica titulada, Más allá del golfo de México.

Ochenta y cinco años después de aquel viaje, Huxley vuelve al territorio guatemalteco a través del nombre de la protagonista de Un mundo feliz, Lenina Crowne. Este personaje femenino forma parte de un mundo regido por el control y la alta tecnología, en donde la vida privada y pública están hiperprogramadas, y en donde los afectos han sido eliminados. Quienes viven en ese mundo parecen felices, están resignados. El amor no existe, es el residuo de los salvajes.

Desde las protestas de agosto de 2015 en contra de la corrupción, otro mundo feliz más arcaico, el guatemalteco, parece haberse alterado. Fue cuando la reserva de los salvajes salió a la calle. Aquellos que fueron libres, dejaron de nutrirse de la resignación, desafiaron la manipulación, entendieron su dolor y lo expresaron. El 20 de septiembre de 2017 fue la segunda estampida. Más regional, más diversa. Multitudinaria. En el trasfondo de esta protesta, el mundo feliz guatemalteco se sigue sosteniendo. La manipulación. La evasión de la realidad. La toma regular de pócimas que curan las penas bajo el envoltorio del fanatismo.

En este Paro Nacional de 2017, delante de la manta de la Asociación de Estudiantes Universitarios de la Universidad de San Carlos iba Lenina García, la recién elegida secretaria de aquella asociación histórica. Su nombre, según su propio relato, se remonta al personaje de Un mundo feliz. Ella forma parte del equipo de estudiantes que, mediante un proceso legal luchado con firmeza, terminó con años de corruptelas y mediocridad de una dirigencia estudiantil sin ningún interés por la academia.

Llama la atención en este nuevo liderazgo de Lenina García, sus huellas en la lengua y literatura, en el magisterio. La dirigente no se forma para ser economista, ni politóloga, tampoco abogada o comunicóloga. Es estudiante del profesorado de enseñanza media en Lengua y Literatura. Es lo que uno estudia cuando se aspira a dar clases en el sistema escolar primario y secundario.

No resulta casual este rasgo, me parece. Porque si algo ha dejado este 2017 en la sociedad guatemalteca es la imagen del desamparo y la muerte de la gente joven. El incendio del “Hogar Seguro Virgen de la Asunción” ha sido el crimen visible de un sistema que arroja a los niños y jóvenes de escasos recursos al corredor de la marginación y la muerte. La desesperanza es también una forma de morir.

Desde esa realidad, la profesión de Lenina García resulta clave. Es sabido que los afectos son centrales en la configuración de sociedades y momentos históricos. La escuela es un espacio primario para experimentar y formar afectos. Además, estos se expresan a través del lenguaje. El niño y el joven construyen deseos, exorcizan fantasmas, se lanzan a la imaginación, reflexionan el mundo, fortalecen su curiosidad por medio del lenguaje. Un maestro de lengua y literatura resulta, entonces, crucial, y más aún cuando el mutismo del miedo atraviesa el día a día de los asistentes a clase.

Para una sociedad que atraviesa una grave crisis como la guatemalteca y que arrastra una historia saturada de violencia y de terribles desencantos, la dosis de realidad, entrega y paciencia de una dirigente-docente es saludable. La conciencia del lenguaje como herramienta para establecer puentes y suturas, pero también para fijar objetivos claros, facilita el avance. Como cuando uno enseña un contenido y ha de lograrse, a pesar del escenario incierto de la clase en donde uno entra.

La imprevisión es el hilo que impulsa toda novela. También, el de un curso que se inicia o el de un proyecto político en el arranque. Así, en un país de nefastos liderazgos políticos, quizás el nombre de Lenina sea también la apertura a otros nombres que, regados en el ámbito universitario y desde distintas ideologías, provean articulaciones nuevas entre conocimiento y participación social. Jóvenes que reviertan el relato de Guatemala como tragedia.

Del reportaje realizado por Oswaldo Hernández en 2014, a raíz del incendio del Mercado La Terminal, retengo las siguientes palabras de Lenina García, maestra del Programa Educativo del Niño y Niña Adolescente Trabajador: “Nos queda levantarnos, sacudirnos la ceniza”. Eso es, levantarse.


Fotografía, Sendero del arte por Frieda Morales.

Mónica Albizúrez

Es doctora en Literatura y abogada. Se dedica a la enseñanza del español y de las literaturas latinoamericanas. Reside en Hamburgo. Vive entre Hamburgo y Guatemala. El movimiento entre territorios, lenguas y disciplinas ha sido una coordenada de su vida.

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4 Commentarios

Samuel 01/10/2017

Saludes Le una por ese cambio para la AEU. Era urgente y se logró. A trabajar con ainco. El pueblo sabrá valorarlo.

Raúl 30/09/2017

El caso de Lenina parece extraordinario. Ojalá sea el principio de un cambio profundo para nuestra «Guatebuena», en donde es más que evidente que le faltan verdaderos líderes.

Anibal Perez 30/09/2017

Se han escrito un buen número de opiniones sobre la utilidad del alfabetismo formal y funcional y es obvia su importancia. La columnista abrevia (y abreva, al mismo tiempo) esa utilidad poniendo el caso concreto de Guatemala, que en su atraso general es evidente la vulnerabilidad de la juventud que es consecuencia del destrozo adrede que la corrupción (y, por ende, la impunidad) ha hecho del Estado en su totalidad. Lenina García es el rostro juvenil que conjuga educación, cultura y pasión política correcta que se alza contra ese destrozo sistemático del Estado. Que «Un Mundo Feliz» haya traído el nombre redivivo de su protagonista a Guatemala, quisiera que fuera profético, pues Guatemala necesita rescatar la esencia y sustancia de la primera estrofa de su himno nacional: un país feliz!

    Monica Albizúrez 12/10/2017

    Gracias por su comentario, Aníbal. En efecto, la lucha contra la corrupción es, entr otras cosas, reinvindicar el derecho de niños, niñas y jóvenes a tener una vida digna, a practicar ( dar y recibir) afectos. Esperemos, como bien dice, que Lenina sea un signo de cambio y que esa estrofa del himno sea real.

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