Primera y última vez

Saily Espaderos | Arte/cultura / A UN PASO DEL ABISMO

Y una vez más;
ahí la tienes atada a tus pies
atada a tu recuerdo del ayer,
¿le será posible escapar?
En verdad, ¿deseaba escapar?
¿O a lo mejor aún espera su volver?
Aunque, claro está, que tú nunca el reflejo
de sus ojos deseas volver a ser.

En la mansión ella se ha de encontrar
fría y solitaria,
la luz que no es luz, irradia desde el fondo de su ventana
tan genuina, tristemente esperanzada.
Y ella acompañada.

Entro y los muebles muy deteriorados están,
hay suficiente polvo en el lugar; para todos ha de alcanzar.
Las arañas cada vez su tejido de cristal suelen dejar.
Pero con su recuerdo hasta ellas suelen avanzar.

El reloj que adorna la habitación marcha sin tener compasión.
Cada minuto se vuelven kilómetros de tu ausencia;
incluso, hasta la de ella.
Pero ahí la tienes, atada a ti por más lejos que anduvieras.

Son las tres con seis y la tarde se vuelve gris
y no es gris por el color del cielo, sino
porque tú no estás aquí.
Han pasado días y noches incontables,
a lo mejor meses que casi se convierten en años interminables
y en su mente no para de maquinarte.
Pero qué ironía ser testigo cuando digo que no miento,
que no miento que te quiere olvidar,
te olvida,
pero cae nuevamente en el juego de su mente
y recae en recordarte.
En cada amanecer,
en cada anochecer,
en cada despertar,
en cada dormir,
solo en su mente estás;
y aquel recuerdo de una noche sin piedad.

Su cabeza le duele, sudor frío recorre por su frente lisa
como porcelana, sus labios un tanto gruesos
ahora se encuentran un poco resecos,
su propia mente le atormenta.
Su voz que solía despertarte cada mañana
últimamente se ha quedado sin fuerza;
¿aún la recuerdas?
¿Le recuerdas?
Pues, ya no es lo mismo desde tu partida.
incluso ella; la veo, analizo y sé que se encuentra perdida,
fuera de sintonía, incluso con la propia vida.

Cada noche suele contarme sobre su último encuentro,
su último adiós, y lo más triste es que suele contármelo
con tanto y el mismo dolor.
Donde sus cuerpos solían tener comunicación.
Donde la tomabas de la mano pidiéndole perdón,
donde le pedías que se quedara y ella solamente sonreía;
con esa sonrisa divina,
para darte la idea de que aunque tuviese que partir
y por más difícil que fuera
ella deseaba quedarse ahí,
para ti. Toda una vida.
Triste es saber que me he equivocado al creer
que podría ser una terapia de liberación y lo único que logro
es traerle al presente tu partida y volver a darle cabida
al dolor que habita en su corazón.

Lágrimas de compasión es lo que nos une en esta habitación.
¿Qué remiendo hacer con cuestiones del corazón?

No sé qué hacer
tu amor, tu desamor
tu interés y desinterés
me han marcado gran parte de mi vida.
¿Qué hago atada a algo que no tengo?
Y por más obvia que fuese la respuesta
en mi corazón no hay cabida para aceptar
lo que sucede hoy en día.

Cada vez pierdo más la noción del tiempo.
Cada vez estoy más cerca de aceptar tu partida,
incluso la mía.

Mi cuerpo se debilita, mareos constantes y unos que otros
repentinos me visitan, sueño agotador. De
un momento a otro me siento indefensa, justo ahora,
– No otra vez, necesito recostarme, necesito…

– Cayó.

Fría y pálida, muerta como piel en plata.
Realmente no respondía,
el reloj, mi enemigo en ese momento se convirtió
por más rápido que quisiera alguna reacción
no lograba tenerla de vuelta.
Mi corazón en verdad se paralizó.
Era yo sosteniendo en mis brazos a todas
las penas, angustias, miedos y dolencias
que le invadían –realmente pesan–,
realmente la quería de vuelta.
¡Oh Leah, apiádate de esta alma en pena!

Ha pasado un buen tiempo
y aquella niña que solíamos conocer
ha desaparecido,
Y no hablo de desaparecer porque no esté,
desapareció porque algo la ha consumido.

Sus ojos rasgados
cansados están.
Brillan, pero es un brillo tenue en su mirada
un brillo que a gritos pide piedad
desde el fondo de su alma,
y aquel color café penetra más cuando alza la mirada.
Pero a su alrededor
aquel color morado le acompaña
pobre chica, pobre hija mía,
desconsolada.

Sin embargo, su sonrisa, momentánea
resalta desde lo lejos de aquella habitación.
Esa sonrisa que aún da esperanza
De volver a recuperarla
dentro de tanto dolor.

A remodelar me he puesto como ella ha de tener
que hacerlo con su corazón.

Hace un buen par de semanas un largo de cristal nos divide.
¿Entienden la larga espera que significa cuando quieres a alguien?
Imagínense su padre.
Un silencio extremo les invade.
Hay un frío inquebrantable.
Al verle sus ojos se humedecen
finalmente lágrimas recorren sus mejillas.
Pero llegó el día, el último
de esta batalla constante
que al parecer no tenía ninguna salida.

Finalmente entró,
dormida ella está.
Profundamente tratando de lidiar,
con sus demonios que no le permiten progresar.
Se sentó a un costado de su cama,
sigue sin sentir nada; realmente se le ve cansada.

Tomó su mano, un poco fría
pero esta vez con más pulsación
que en otros días, un ligero movimiento ella da.
Le apretó con más fuerza elevando su mano.
En medio del incómodo silencio.
Le empezó a cantar, esa canción que solo a ellos les suele gustar.

Al final,
ella ya está sonriendo,
sus ojos un poco llorosos
pero con ese brillo de vuelta,
brillo de vitalidad y fuerza.
– Qué dicha tenerle –replicó–.

Y ella con un tanto de brillo en sus ojos respondió:
– No hay peor guerra que la que lleva tu nombre,
pero tampoco sería buena, si no vas por ella.
Y yo la he ganado.
Sonrió.

Y ahí supe que la había recuperado.
La recuperé y me prometí no volverla a perder.
No otra vez.


Fotografía tomada de Tumblr.

Saily Espaderos

Guatemalteca, 1999. Con fe y esperanza por el cambio del mañana. Interés por el arte y la cultura, donde el principio más importante sea sonreírle a la vida y que forme parte de la inspiración del día a día.

A un paso del abismo

Correo: rbetzua@gmail.com

Un Commentario

Carlos 15/05/2019

Llevo mi mente a recuerdos pero el final me movió y tuve que leer de nuevo. Me atrapó. Me encantó.

Dejar un comentario