Víctor Manuel Reynoso Angulo | Política y sociedad / INTERÉS PÚBLICO
El presidente electo pronunció su primer discurso como tal el 8 de agosto, después de recibir la constancia del Tribunal Electoral. El tono del mismo fue positivo y propositivo, casi podríamos decir alegre. Destacan como cuestiones positivas lo que López Obrador considera el mandato de la elección presidencial de este año, su idea de Estado de derecho, y la necesidad de cambiar la estrategia en la lucha contra la inseguridad. Hay también en el discurso espacio para la suspicacia.
El impresionante triunfo de López Obrador y la impresionante derrota de los partidos tradicionales sin duda implican un mandato. En términos generales, el mandato es claro: «un gobierno honesto y justo», dijo el presidente electo. Precisó: que combata la deshonestidad, la ineficiencia, la corrupción, la impunidad.
Estoy de acuerdo en ese mandato. El rechazo a los abusos de la clase política se expresó en el voto a favor de López Obrador y en contra de los partidos dominantes hasta esa elección. Desde la corrupción burda de algunos gobernadores hasta la ineficacia para combatir los principales problemas del país, como la inseguridad, la pobreza, el lento crecimiento económico.
Por el bien de todos, es de esperar que el nuevo Gobierno, los nuevos Gobiernos (incluyamos a gobernadores, ayuntamientos y poderes legislativos) estén a la altura de ese mandato.
El segundo aspecto del discurso con el que es fácil estar de acuerdo es en el Estado de derecho, en una situación donde las leyes se cumplan. En el discurso se sintetizó en una frase de José María Iglesias: «Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie». Algunos lo considerarán una utopía en un país como México. Otros, que contradice otra frase de López Obrador: «ninguna ley por encima del pueblo».
Su propuesta de cambiar las políticas para combatir la inseguridad sin duda también será bien recibida: las políticas actuales no han funcionado. Claro que no cualquier cambio es bueno en sí mismo. Habrá que ver cómo se definen e implementan las nuevas políticas.
También debe ser bien vista su declaración de que respetará a los demás poderes. Por aquí entran las suspicacias: ¿por qué lo declaró, si no es su opción, sino su obligación legal? ¿Expresó su respeto al INE cuando descalificó a esa institución por la multa a Morena?
Otra cuestión que puede preocupar son sus referencias al pueblo (casi diez veces en su breve discurso). La historia del siglo XX muestra que el recurso al pueblo puede ser el recurso a una abstracción que justifica cualquier cosa. Hitler, Mussolini, Stalin y Mao actuaron siempre en el nombre del pueblo.
¿Qué es el pueblo? Una interpretación del discurso del presidente electo es que el pueblo son los que votaron por él. Tuvo una votación inusitada, de más de 30 millones. Pero nuestro padrón electoral tiene casi 90 millones de ciudadanos. Con el redondeo tenemos un país de tercios: uno que voto por AMLO, otro, que voto contra él, y un tercero que no votó. Todos son el pueblo.
Además, está la cuestión cualitativa. No todos los que votaron por él lo hicieron por la misma razón. El «mandato», el rechazo a la corrupción, impunidad e ineficiencia de la clase política parece claro. Pero hay matices notables. Matices que abarcan un espectro que va de Tatiana Clouthier a Gerardo Fernández Noroña, o su equivalente en votantes.
Su insistencia en que es un hombre de principios debe ser aplaudida, en principio. Pero a cualquier estudioso de la Ciencia Política le evocará la distinción weberiana entre ética de la convicción y ética de la responsabilidad. No bastan los principios (las convicciones): hay que conocer los mecanismos adecuados para hacerlos realidad. La política, la vida, están llenas de consecuencias no deseadas, de resultados contrarios a los buscados. Un buen político debe tener esto presente. No vaya a ser que cuando las cosas le salgan mal recurra a la frase con que Weber describe cierta actitud: «el mundo es estúpido y abyecto, pero yo no».
Estamos todavía en la luna de miel. El presidente electo ha mantenido, en general, una política de conciliación, digna de su cargo y que lo dignifica. Se le ve, además, feliz, con ganas de hacer cosas. Ojalá siga así cuando enfrente con decisiones específicas la complejidad de la realidad.
Víctor Manuel Reynoso Angulo

Profesor investigador de la Universidad de las Américas, Puebla. Doctor en Ciencias Sociales por el Colegio de México, maestro en Ciencia Política por FLACSO México y licenciado en Sociología por la UNAM.
Un Commentario
Exposición acertada, objetiva y muy bien enfocada.
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