Porque quieren

-Byron R.Titus / TRANSFORMACIÓN

Solo un ingrato o imbécil podría pensar y decir que una persona en su sano juicio y sin ninguna necesidad abandona el hogar, su familia, los amigos, la patria, todo por puro gusto (se van porque quieren, dijo el ingrato). Obviamente quien lo pudiera pensar o decir así no lo ha vivido en carne propia; no ha tenido que huir de la miseria, la violencia, la muerte, en busca de la sobrevivencia y libertad.

Estábamos por entrar a los 80. Edgar Noé Estrada, (+) como yo, había tenido que abandonar Guatemala y desde Los Ángeles C. A. me invitó a que me reuniera con él para apoyarlo en un trabajo que estaba realizando en coordinación con una organización y algunos sindicatos laborales del área, en apoyo a los trabajadores indocumentados de Guatemala y los países centroamericanos que trabajaban en costura. Acepte ir, y de esa manera llegué a familiarizarme con nuestros paisanos emigrantes que laboraban en esa ciudad para la industria de la costura. Con Edgar, Rolando, Regina y otros compañeros empezamos una tarea de educación de inglés básico, migración, política y de organización laboral. Este esfuerzo voluntario requería de que nos reuniéramos en lugares fuera de los sitios y horas de trabajo. Buscarlos, transportarlos y regresarlos a sus viviendas u otros sitios. Así lo hicimos por varios meses.

Un viernes, me llama Edgar por teléfono y me pide que fuera al día siguiente bien temprano, a buscar a un par de paisanos chapines a su apartamento que quedaba relativamente cerca de la casa de mis familiares donde yo estaba posando en eso días. Recuerdo aún que era por la Hobart y 5ª. Llego, subo al segundo piso, toco la puerta, alguien pregunta sin abrir quién soy, qué quiero y seguido abre y casi susurrando me indica aquellos viven en el cuarto de atrás pase con cuidado. Adentro está totalmente obscuro y en el piso, en lo que debiera ser la sala, se medió ven un montón de cuerpos arropados durmiendo sobre los sillones y el piso. Cuando logro la facultad de medio ver, casi aguantando la respiración por el vaho que allí hay, empiezo a caminar entre los bultos humanos tratando de no despertarlos ni lastimarlos hasta llegar a la habitación donde se encontraban otro montón de cuerpos y los cuates. Les llamé en voz baja, se despertaron y con el mismo cuidado salimos de aquel lugar. Después, desayunando, me contaron que en aquel refugio sobrevivían más o menos 23 personas atrincheradas -donde normalmente alguna vez vivieron si mucho cinco, todas del área del occidente de Guatemala- obviamente sin documentos, quienes trabajaban en diferentes sitios, a diferentes horas y “por necesidad” se turnaban los sitios para dormir. TODOS huían de los conflictos armados de esa época.

Desde entonces no volví a experimentar nada parecido a aquellas condiciones de hacinamiento infrahumano, hasta que a principios del 2016, de paso por Guatemala, visité la cárcel de menores Las Gaviotas. Esta visita me reafirmó que la crudeza brutal sobre el desposeído no ha cambiado nada o muy poco, y así esa crueldad permanente nos reafirma también la urgente necesidad de seguir luchando, como entonces, por el derecho de todos a optar por una vida mejor. Solo un ignorante, ingrato o imbécil podría pensar que un ser humano prefiere esas condiciones de sobrevivencia por puro gusto.

Fotografía por Estuardo Paredes.

Byron R.Titus

Sociólogo, investigador científico y transformador. Conferencista y asesor internacional. Actualmente director del Regional Resource Center en Webster MA. Fundador y director del Centro de Transformación a la Excelencia. Vivo fuera de Guatemala desde la noche del dia de la virgen de Guadalupe 1975. Mi cumpleaños es el 15 y 16 de julio, resido -hasta que San Juan baje el dedo- en Nueva Inglaterra, EUA. Amante de las artes, particularmente la literatura y la música.

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