Por quién doblan las campanas

Luis Felipe Arce | Política y sociedad / EL CASO DE HABLAR

«El mundo es hermoso y vale la pena luchar por él» Ernest Hemingway

En el año de 1940, el corresponsal de guerra Ernest Hemingway publicó su memorable novela For whom the bell tolls, ambientada en las montañas de España durante la guerra civil (1937), un claro y contundente ejemplo de la lucha del pueblo contra la reacción que sumió a España en un océano de horror, luto y desolación.

Mucho se ha hablado, mucho se ha dicho y mucho se ha escrito sobre las masacres cometidas sobre la indefensa población, en particular sobre la población vasca, pero hay algo que grafica de una dramática forma la destrucción del hombre por el hombre; el impresionante cuadro de Pablo Picasso Guernica (actualmente en el Museo Nacional Reina Sofía de Madrid).

A decir de calificados críticos del arte: «Guernica es un alarido que te atrapa desde el primer momento. Luego se aloja en tu interior y resulta imposible de ignorar la energía que desprende, es algo único… la luz y la oscuridad son parte de un mismo todo».

A propósito del cuadro Guernica, Picasso contaba que en cierta ocasión un alto oficial nazi le pregunto «Cómo pudo pintar una obra de tan colosales dimensiones y, a la vez, mostrar el horror de la guerra en tan íntimas y dolientes imágenes». Picasso respondió «No lo sé, ustedes fueron quienes lo pintaron».

Para los que llegaron tarde, les cuento que el 17 de de julio de 1936

En el patio de un convento el pueblo madrileño formó el quinto regimiento… tomen la ametralladora y Franco se va a paseo… con los cuatro batallones que en Madrid se están formando, se va lo mejor de España, la flor más roja del pueblo… madre yo me voy al puente para defender al pueblo… si me quieres escribir, ya sabes mi paradero… si me quieres escribir ya sabes mi paradero, en el puente de Madrid, primera línea de fuego.

Y es que la impotencia, la indignación y la humillación solo tienen por vía de escape la resistencia y la sublevación.

Las ideas se discuten, no se imponen.

La lucha se inicia cuando se cierran los caminos del diálogo, la tolerancia y la razón. Los hombres se ven obligados a pelear por la libertad cuando los dictadores imponen a toda costa sus arbitrarios principios sobre los legítimos intereses de los habitantes. El pueblo se levanta cuando considera que la soberbia es insoportable y es preferible morir a ser esclavos del poderoso usurpador.

Desde siempre -pasando por la época medieval hasta nuestros días- se han construido comarcas, regiones, reinos, naciones y grandes imperios basados en la fuerza y la sed insaciable e insana de poderosos personajes que se han impuesto sobre la plebe con obscenos mecanismos ilegales; llenos de crueldad, inmoralidad, amenazas, temor, miedo, superstición e imposición.

Las guerras (económicas, políticas y sociales) destruyen más que construyen. El precio que se paga en vidas, bienes y servicios es incuantificable y fuera de toda estimación razonable. Sin embargo, al «poderoso», le importa poco el daño causado, siempre y cuando su ego salga fortalecido y triunfe «su» razón.

Por la misma idiosincracia del hombre, periódicamente nacen supuestos personajes «ungidos e iluminados» que se creen depositarios de verdades absolutas y visiones unipersonales de la realidad. A fuerza de provocaciones, intimidaciones y recurrentes chantajes, someten su criterio sobre el interés y las necesidades básica de las pequeñas naciones subyugadas, con la complicidad y el descarado servilismo de entreguistas e incompetentes autoridades locales, las que priorizan políticas internacionales de acuerdo a su conveniencia, sin detenerse a pensar en las nefastas y nunca medidas consecuencias.

Un caso actualizado de lo que digo se conoció oficialmente la tarde del pasado viernes 26 de julio cuando, bajo la vigilante, impositiva, arrogante y colérica mirada del emperador Trump, un pusilánime y usurpador ministro Degenhart firmó el acuerdo de aceptación que faculta a los Estados Unidos a enviar cualquier tipo de migrantes, según lo «estimen conveniente» a nuestro país. Una precaria nación a la que no le sobra nada pero le falta de todo.

«Simplemente nos llevamos bien y están haciendo lo que les hemos pedido que hagan» (así de confiado y contundente) finalizó afirmando Trump. Esto tiene nombre propio: «entrega de la autodeterminación y soberanía del pueblo a los pies del garrote mayor».

Los responsables de este impensable martirologio, ilegal, improcedente, inmoral y a todas luces condenable son los tres irreflexivos chiflados tropicales: Morales-Jovel-Degenhart bajo el apadrinamiento, la tolerancia y la complacencia de los innombrables Cacifes (los dueños de la aldea).

En realidad, esto no es algo nuevo.

Guatemala ha sido considerada, durante muchos años, algo así como un campamento de paso. El verdadero problema radica en el solapado secretismo y la forma reservada en que se negoció el tratado. Entre dimes y diretes, la desigual lucha ya está planteada y se ha trasladado al plano político. Por un lado -y a pesar del frágil sistema legal- las impugnaciones jurídicas no se han hecho esperar. Los que están a favor de detener este desquiciado acuerdo de «tercer país seguro» (PDH, CC y la inconformidad de una sociedad civil sin un concreto y arraigado liderazgo) ya han acudido a los tribunales para tratar de detener su aprobación final. Por el otro lado; están los omnipotentes poderes del mal: Ejecutivo, Legislativo, MP, Cacif y cuerpos paralelos, afines a sus nebulosos intereses.

En este pulso, hay mucha tela que cortar y muy variados intereses en juego. No será fácil hacer que los que tienen la sarten por el mango la quieran soltar. El futuro es incierto, la ficha está en el aire, la batalla legal está por definirse en los tribunales competentes… los resultados son impredecibles para un país que, hasta para algunos de los más altos consejeros del Pentágono es «de los más peligrosos y menos confiables del mundo». ¿Triunfará el capricho sobre la razón?

«El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad». Victor Hugo, Los miserables.

La historia pasa pero no olvida, alaba a sus martires pero, a la vez, condena a los cobardes entreguistas y mal nacidos. Nadie se va sin haber sido juzgado y medido por sus arbitrarios desmanes (con una cuarta de más).

Humberto Porta Mencos (Chiquimula, 1901-1968) en un fragmento de su poema La eterna tragedia lo resumía de la siguiente manera:

… La historia es un libro de Césares criminales, amantes de puñales del cadalso y el veneno. Nace el hombre muy bueno, crece y le entra la ambición, lo pierde la adulación si es rey o jefe de estado, y en cualquier puesto elevado se encallece el corazón… efímera es la grandeza… efímeras las pasiones, las plácidas ilusiones, la alegría y la tristeza… efímera es la belleza que el hombre admira, prefiere, y todo lo que más quiere. Más él, a entender no alcanza, que en la vida todo cansa, todo pasa… todo muere.

Me viene a la mente, con renovada claridad, el viejo decir que repetían nuestros incansables y laboriosos abuelos: «El que no vive para servir… no sirve para vivir».

Señor Jimmy Morales: ¿por quién doblan las campanas?


Imagen principal, cartel publicitario de la película Por quién doblan las campanas, Gary Cooper-Ingrid Bergman (1943), tomada de Film In./p>

Luis Felipe Arce

Guatemalteco. Ingeniero civil, por varios años gerente de Producción para Centroamérica de una importante corporación mundial dedicada a la fabricación de materiales refractarios y aislantes. Actualmente, consultor independiente.

El caso de hablar

Correo: luisarcef@yahoo.com

2 Commentarios

arturo Ponce 07/08/2019

Mas claro no se puede decir mi querido Guichín, pero como siempre….., allí nos quedamos y nos tragamos todas la consecuencias que, aunque saben a purgante, como que nos sigue gustando. Gracias, buen aporte.

Rodrigo 05/08/2019

Certero análisis!!

Dejar un comentario