Por detrás

Ju Fagundes | Cóncavo/convexo / SIN SOSTÉN

Su aliento en mi nuca anuncia un juego intenso y placentero. Sus labios recorrerán suave y lentamente el inicio de la espalda, humedeciéndola. Escucho su agitada respiración, siento el suave temblor de sus manos que, delicadas, se aproximan a mis pechos, dejando que sus dedos, hábiles, se deshagan de mi blusa.

Un excitante escalofrío recorrerá mi cuerpo cuando su mano experta haga saltar por delante mi sostén, sintiendo el calor de sus dedos en la parte baja de mis senos. Sus besos en la nuca, lóbulos de la oreja y mejillas harán olvidar malos ratos, tensiones y problemas recientes. Mi cuerpo todo estará a la expectativa de lo que sus manos, boca, aliento y cuerpo harán.

Mi abdomen se tensa, permitiendo que su mano suba y baje de mi pecho al ombligo. Si por momentos me animo a acariciar su espalda con mis manos, la excitación hace que apenas logre separarlo de mis nalgas para, ansiosa, intentar bajar la cremallera del pantalón y abrirle el cinto. Él colabora, permitiendo que pronto mis manos queden libres y busquen un punto de apoyo para, inclinándome, controlar el equilibrio.

No puedo besarlo, mucho menos acariciarlo. Lo único que me resta es acomodar el cuerpo para que, en su vientre cóncavo, se acomoden mis glúteos agitados que, dueños de su propio deseo, se aproximen abiertos a su endurecido músculo. Retirar ropas de por medio resulta imprescindible, tarea que él vuelve a asumir con cariño y parsimonia, colaborando apenas con retirar del piso, con los pies, la prenda íntima que, con caricias suaves pero directas, hará descender.

Fotografía tomada de Hola.

Debo doblar el cuerpo para disfrutar la proximidad de su sexo, renunciando a las caricias de su boca. La transacción es ventajosa, cambio besos en nuca y cuello por calurosas búsquedas de su masculinidad en mi sexo. Puedo presionarlo entre las piernas, disfrutando su presión en el punto más excitable de mi ser. No necesita ingresar completo, el placer es intenso, es solo cuestión de acomodarnos.

Tendrá que tomarme por la cintura, renunciando él también al jugueteo con mis pechos que, con sus pezones erguidos sentirán su falta. Manejará su deseo con cordura, porque mi satisfacción no será inmediata, aunque todo mi ser esté esperando ese momento culminante de la pasión. Podrá quedarse fuera o entrar plenamente, será una decisión silenciosa que solo a mí me corresponde. Disfrutaremos de manera diferente, pero en cualquiera de los casos será intenso y grandioso.

Él se empujará contra mi cuerpo, tenso y cargado del deseo intenso por alcanzar el máximo de placer. Le abrazaré con mis piernas, o atraparé dentro de mí su endurecido cuerno para brindarme momentos de gozo y satisfacción plena. Él estallará, derramándose sin control, yo vibraré violentamente, humedecida por completo.

Yo no puedo ver sus gestos, ni él podrá conocer las expresiones que en el tránsito de la pasividad al placer completo transformarán mi rostro. Mucho menos podrá escudriñar en mis ojos y boca las manifestaciones que el instante máximo les producirá. Es una búsqueda de la satisfacción mutua, de cuerpos sin rostros, de sexos que, en el anhelo de la satisfacción, cobran vida y se posesionan de las partes más mínimas de nuestro ser.

Tal vez por ello sea tan intenso y especial el gozo, porque no nos vemos, porque somos solo cuerpos que se desean en la búsqueda íntima del placer propio. Nos sentimos, nos palpamos, nos entregamos a nuestro propio gozo con el apoyo y ayuda del sexo y la necesidad intensa del otro. Somos carne junto a carne, sensualidades en intercambio, sin más imagen en su retina que la de mi espalda que se contrae. Puedo entregarme a mi placer sin ser vista, mucho menos analizada. Dejamos para después, o para nunca, el amor en su sentido más humano y místico.


Fotografía principal tomada de Hackspirit.

Ju Fagundes

Estudiante universitaria, con carreras sin concluir. Aprendiz permanente. Viajera curiosa. Dueña de mi vida y mi cuerpo. Amante del sol, la playa, el cine y la poesía.

Sin sostén

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