Políticamente correctos

Mauricio José Chaulón Vélez | Política y sociedad / PENSAR CRÍTICO, SIEMPRE

Los contextos históricos van definiendo, desde las relaciones de poder, cómo se debe pensar y ser. El deber ser. El deber decir. El deber hacer. Esto, para pertenecer a la sociedad establecida por las distintas formas dominantes, las cuales terminan hegemonizando la práctica social. Así, resulta que la construcción de un pensamiento crítico es difícil en un mundo plagado de intereses y confusiones mediáticas, sobre todo si estos se imponen a través de la violencia y significan la acumulación de minorías en detrimento de mayorías.

En el presente, lo mediático juega un papel fundamental para favorecer al poder capitalista. Resulta que es el discurso de la sonrisa el que debe prevalecer. El discurso de los colores, de la convivencia tolerante en un mundo de mercado. Se habla de democracia, simple, sin contextualizar procesos; y cuando los Estados tratan de recuperar los espacios, y sobre todo los públicos, las grandes corporaciones, auspiciadas por los gobiernos de los países poderosos, entran al ruedo a decir que solo son esos países poderosos los únicos que pueden ser Estados completos. Es la lógica del centro a las periferias, o mejor dicho a las pobrerías.

En ellas, se permite manifestar dentro de los márgenes del poder; o sea, decir, ser y hacer desde lo que los poderes establecidos permiten. La clave está en quebrar el hilo conductor de las luchas, su organicidad y su fundamento ideológico-político. Que aparenten ser luchas, que quienes son los actores permitidos piensen y crean que están luchando, pero en realidad lo que están haciendo es manifestarse para que haya escapes de presión y negociaciones, nada más. El sistema sabe sobrevivir de esa manera, es experto en manejar protestas y movimientos sociales. Si no, veamos lo sucedido con la poco conocida u olvidada Operación Gladio.

Esta fue dirigida por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), con el objetivo de detener en ciertos países de Europa occidental (Italia, Alemania, Francia) a los grupos socialistas y comunistas que presentaban capacidades para eventualmente tomar el poder, o al menos incidir en la organicidad social frente a los proyectos capitalistas. Gladio se dedicó a ejecutar actos terroristas y de desestabilización, para favorecer la llegada de parlamentarios e incluso posibles gobiernos de derecha y ultraderecha. En Italia, por ejemplo, se aliaron con las mafias locales para generar confusión en la sociedad civil, armando a sectores del lumpen y generar un clima de zozobra. En Francia, la Organización del Ejército Secreto (OAS, por sus siglas en francés) fue creada por medio de Gladio, siendo una facción de la extrema derecha francesa contra cualquier manifestación de izquierda, de reivindicación de la clase trabajadora y de los migrantes.

En España, las redes de Gladio se caracterizaron por reproducir el ideario de la extrema derecha, intentando reactivar el franquismo a través de acciones terroristas rápidas, las cuales reaccionaban a los nacionalismos independentistas de izquierdas de ETA. Gladio tuvo presencia también en Holanda, Bélgica y Austria, tratando de frenar flujos migratorios hacia esos países, y provocando el terror que establecía círculos de marginación a los migrantes y sus descendientes, quienes ya tenían estatus de residencia. En síntesis, Gladio fue una red de desestabilización con operaciones rápidas y efectivas, que en ciertos casos provocaba la desestabilización y en otros hacía parecer que los Estados eran los ineficientes y los generadores de la violencia. Dejó sus consecuencias instaladas en el presente, con grupos de ultraderecha que hoy tienen presencia en los parlamentos europeos y en el discurso político.

Gladio fue también un ejercicio perfecto para lo que hoy vivimos en América Latina. Esas redes de desestabilización en Venezuela, Brasil y ahora en Nicaragua, funcionan de acuerdo a muchos elementos configurados en aquella operación europea. Todo esto se nutre con otras tácticas encubiertas de la CIA, lo cual incluye el trabajo con maras en Centroamérica, específicamente en Guatemala, El Salvador y Honduras.

Pero ser políticamente correcto pasa por creer que estas acciones de contrainsurgencia, históricamente establecidas, son meras teorías conspirativas y que las agencias de cooperación y financiamiento son incapaces de promover protestas dirigidas. Ser políticamente correcto, hoy, pasa por demonizar al Estado de Nicaragua sin más, porque si no se es facho. Ser políticamente correcto pasa por elegir sentarse con los empresarios que se han lavado la cara a través de pactos con la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala y los Estados Unidos, construyendo la idea de un frente anticorrupción. Ser políticamente correcto también es decir que la izquierda crítica que pone sobre la mesa los planes geopolíticos diseñados para Nicaragua y Venezuela es jurásica. Ser políticamente correcto es creer y afirmar en la pureza de todos los movimientos sociales, y que hablar de divisiones estructuradas como planes para quebrar la organización social es de miopes ideologizados.

Como ser políticamente correcto era abrazar la causa croata en el recién finalizado Mundial de fútbol, Rusia 2018, porque la presidenta de aquel país es una simpática mujer que se sonríe con todo el mundo y fue mediatizada en significados y significantes del poder, cuando se desconoce la historia real y concreta de la derechización de Croacia, como fundamento de su política actual.


Mauricio José Chaulón Vélez

Historiador, antropólogo social, pensador crítico, comunista de pura cepa y caminante en la cultura popular.

Pensar crítico, siempre

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