Poemas de Carlos Gerardo

-Carlos Gerardo-

Las montañas
los ojos llenos de tierra
la garganta                    las
espinas de la sed
Los árboles, las mujeres, los
hombres necios                    los cerros
que poblaron el desierto.
Semillas que crecerían sin noticia de bosques.
Comienza
con la fatiga del sol: tortura y promesa.
Comienza
con los pilares de la casa, la madera, las vigas, las
palmas del techo sedientas
como la tierra
como los ojos de mi madre que lloraron hasta vaciarse
para que floreciera en mí
un árbol de inciertos frutos.
Una flor confusa
que jamás entendí.

Y será el polvo de los caminos el que hablará por mí.
El paisaje poblará con palabras la sequía del espíritu
Una fe nacerá de las hojas
en las palabras del poema
sobre la tierra.

Una fe en la que dios solo creerá
un dios que ignora que su hijo ha de olvidarlo
que clavará en su espalda el puñal de su enigma.

Porque el poema y el dolor solo saben decir la verdad.


Poema 1: dos voces

La luz del sol se cuela entre el follaje
una niña voltea triste hacia fuera / hacia las cosas
donde la cascabel baila
al ritmo de su miedo.
En el patio están el duende y
los caminos.
Él                 susurrará palabras de miel en sus tímpanos y
ella               resistirá.
Él                 se quitará el sombrero para ocultar su rostro y su capa para que los pies de
ella               no toquen los charcos de las veredas, y lo ignorará.
Ella guarda su sombra adherida a la tristeza.

La conozco del fruto hasta la celda que habito
Es mi madre y mi hija que ven en la distancia del encierro
Es mi madre que desciende de la cruz que la habita
y la convierte en el futuro de la hija que no habitará este mundo.
Es mi madre y mi hija que me ven
mientras paso
entre dos estériles sonrisas y dos fuegos que se apagan sin remedio.

El sonido no es necesario para el dolor del tiempo.
El pánico del vacío toca su pelo como el viento que pasa.
Es el sueño de una caricia que despierta del rumor de la nieve
con una mano que afianza la tierra mientras camina.
Ella sueña que despierta a tiempo. Que su hijo no cae.
Que puede salvarlo del abismo negro de su pecho.
Juega a penetrar su alma con la mirada franca
               a salvarlo con palabras
               oraciones que nacen en su vientre
               y mueren en un lugar de mí que desconozco.
Juega a que aún es tiempo.
Que el amor de una niñez nueva la salva. Que aún es fértil.
Que nacerá de sí otro hijo que sí se quedará.

Me descubro en el centro de una cruz cardinal.
Una rosa náutica señala cuatro puntos.
Una madre, un padre.
El pasado y un porvenir oscuro como la boca fangosa del león.
Lo he visto
sus colmillos perforando el asfalto
su boca abierta y desconocida.
La ciudad que se avecina con rumores de tráfico y cansancio.
Una fotografía de silencios cordiales para ver cómo pierdo,
cómo me pierdo entre cuatro puntos de distancia.
Cómo me alejo de quien fui.

Ella camina sobre el silencio noble del barro. Va descalza
por las ramas secas de los limonares, sus espinas,
               sus pequeños insectos de palo
               sus pequeños hombres de palo quemados por la furia del agua / del milagro
               sus ejércitos de hojas en amarillo
               para sus pies frágiles.
Lleva puesto el vestido de su madre
yo logré verla creer en algo hermoso
mientras él asoma sus ojos tras los nombres de las cosas.

Es mi madre y mi hija pálida como el vapor que oculta las ramas más altas.

Y el peligro se avecina mientras me escondo en los arbustos.
Cuando huye, encuentra con seguridad mis ojos abiertos
se da cuenta de que temo
y voltea su rostro hacia la niebla
que la oculta.

Ella sabe que no la seguiré.

Es mi madre y mi hija
               que es y no será
se despide ocultándose en la niebla absoluta de la muerte
mientras me escondo temeroso
en la arboleda.


Madre

Detrás de una ventana
mi madre me espera
como se espera la lluvia
cuando la cosecha
ya se ha perdido.


Genealogía / distancia

Las raíces me recuerdan siempre a los muertos.
No es algo fácil de explicar.
La luz se disgrega en el color magro del recuerdo.

En el cuarto de mi abuela había un rincón con fotos viejas
blanco y negro,
la mirada fuerte y fija
y el orgullo de las armas
o la belleza de las flores,
las paredes hechas con palos y el techo
de palma están más cerca
que esta avenida,
que esta computadora,
que todo
este
hastío
de objetos.

Mis manos cada vez son más viejas
y vacías
y cansadas.
Mi abuela tenía un rostro hecho de oraciones
y dolor.

                Las raíces, me dijo un día, me recuerdan
a mis padres a mis hermanos que han muerto.
Tenía la mirada fija en la tierra
que nos consumía
en el polvo
que el viento levantaba
sobre el patio.

Por eso prefiero a veces enterrarme y hablar
de mis cenizas. La calle me rodea
y yo la habito.
Pero no hay raíces que florezcan bajo este manto perpetuo de concreto.
Desde entonces el pasado comenzó a disgregarse
y retengo el recuerdo como la llave que permitirá
perforar
como un taladro
toda
esa
nostalgia.


Padre

No sé si mi padre ha muerto                    A veces
se sienta sobre toda la cordura y grita:;                   ¡Vivo!
que está demasiado solo o que está volviéndose demasiado viejo
y se levanta;                   (me grita)
que ya no puede trabajar
cuando reconozco que las arrugas tienen algo de
verdad (yo) le confío un secreto;                   Le digo: padre
las raíces me recuerdan a los muerto;                   Es
complicado pero es cierto. De alguna forma, el
ritmo le gana a la materia. Papá no en-
tiende de esas cosas. Está
solo y chalado. Siempre lo despiden del trabajo, tal
vez porque en el fondo tenga algo de pez o
de músico antiguo. Siempre lo despiden.
               Recuerdo
               cuando nadaba
               su felicidad rebalsaba el mar
                    o cuando tocaba el saxofón y
                    la música me decía
                    que su tristeza era infinita
                         o cuando se levantaba
                         a las seis de la mañana y no lograba
                         echar a andar su viejo Subaru del 78

Tenía algo de
músico antiguo o
de pez enorme.

Esta selección de poemas fueron publicados en Genealogías (historias familiares, por la Editorial Equizzero en 2017, poemario ganador del VI Certamen de Poesía Ipso Facto 2016.

Carlos Gerardo

Mi nombre completo es Carlos Gerardo González Orellana. Nací en El Jícaro en 1987 y migré a la ciudad de Guatemala a los doce años. Me gradué como ingeniero químico en 2010 de la Landívar, pero dejé de ejercer mi profesión formalmente a inicios de 2016, con el fin de dedicarle más tiempo a mi carrera humanística. También estudié Literatura en la Universidad de San Carlos de Guatemala y Filosofía a nivel de maestría en la Landívar, de nuevo. Trato de ser consecuente con la decisión que tomé y le dedico a la escritura y a la lectura todo el tiempo que puedo. Me gusta mucho la poesía, leerla sobre todo, pero también escribirla, y estos ejercicios han sido constantes en mi vida. Escribir y leer representan un signo de identidad para mí. Estoy seguro de que la literatura es algo muy importante y de que no es algo que se pueda tomar a la ligera. Además de eso me gustan el vino, el cine y las conversaciones.

Un Commentario

carlos gonzalez 23/01/2018

Que belleza Chato. Sublime y lleno de mistica. Adelante, tu talento e identidad esta en las letras.

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