-Candi Yajaira Ventura López-
Vela fue cargada por un hombre fuerte y de bigotes recios, solo recuerda eso por unas fotos.
Ella vio a ese hombre desde niña golpear a las mujeres. Corrió por auxilio.
Vela siente que cada lágrima es un año de angustia.
Vela, la niña, lo ama y quiere esconder su dolor debajo de esos bigotes.
A veces lo aborrece; siempre le han gustado sus manos ásperas.
Vela observa la lluvia esperando que un día por fin se lleve ese rencor.
Vela solo desea no llamarle al misógino ese… papá.
Tras la puerta estaba ella,
con la respiración detenida,
con el pulso tremendamente enloquecido.
Las chicas tocaron una vez más,
ella empezó a exhalar de a poquito pero no podía,
sentía que cualquier tipo de ruido iba a ser percibido por ellas.
Una de ellas al creer que no abría la puerta por ausencia
empezó a silbar la melodía que Vela les había enseñado unos meses atrás,
los ojos de Vela se cristalizaron
se rompió la blancura de la puerta
cuando la lágrima cayó directo al suelo sin hacer travesía en su mejilla.
No se iban a ir.
Vela se detuvo a pensar en su próxima jugada,
no quería que la vieran tan descompuesta.
El silbido siguió, y la otra inició a cantar.
Vela soltó el aire por completo y la tercera chica escuchó el sonido,
empezaron a somatar la puerta, a gritarle.
Vela les abrió de una vez por todas. Silencio.
El suelo al frente de la puerta solo dejó ver la gruesa capa de polvo intacto de huellas,
el indicio más veraz de que Vela estaba perdiendo la razón.
Vela volvió,
no llevaba flores esta vez, solo una maleta muy pesada,
se detuvo un instante al sentirse desubicada
eran ya 10 años sin llegar a ese lugar,
respiró y buscó la galera color melón en medio de tantas casitas de colores,
vio de pronto el nombre inscrito en el mármol y sonrió.
Dos nombres y dos apellidos que significaban tanto para ella,
una barba que la hizo sonreír cuando era niña.
Cuando Vela tenía quince años él se fue,
entonces comprendió que el mundo en efecto era una porquería.
Lloró, lloró cuanto pudo y habló y se sacudió un poco el alma.
No importaba lo irracional que pareciera llorar frente a una tumba.
R. tenía un nombre trisílabo.
R. ese día fue un ave cantando detrás de ella en el cementerio de su pueblo.
Estos poemas forman parte del poemario Vela, ganador del Premio Editorial Universitaria de Poesía «Manuel José Arce», 2017.
Candi Yajaira Ventura López

Candi Ventura nació y estudió en instituciones públicas, corroídas, malgastadas y olvidadas por los gobernantes. Se graduó como secretaria bilingüe, corrigió el rumbo de su vida al graduarse como Profesora en Enseñanza Media en Lengua y Literatura en la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Amante de la soledad, de los viajes en bicicleta, de la igualdad y de la música triste. Fiel creyente que las revoluciones se gestan desde las aulas, ha acompañado a algunas de sus estudiantes en el campo de la escritura, organizado concursos literarios y artísticos.
2 Commentarios
Poesía que penetra el alma ajena. Una historia plasmada con un lenguaje rico y que canta sobre el dolor que engendra un padre carente de amor…
Es una poesía donde la metáfora es experiencia o historia, el misterio es una imagen que se devela en el último verso y es, además, una buena forma de cautivar hasta el final. Excelente. Por supuesto mi admiración para Candi.
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