Poderes dominantes y poder popular

-Edgar Ruano Najarro / LA RAZÓN DE LA HISTORIA

Cuando el alcalde capitalino, Álvaro Arzú, ha intentado reunir gente en concentraciones públicas para que le apoyen en su propósito de evadir los tribunales de justicia, lo que puede leerse de semejantes acciones es el reconocimiento de que las reuniones masivas de ciudadanos como las del 2015 y las de las semanas recientes tienen sus efectos, por cierto nada desdeñables. Por ello, el veterano alcalde quiere usar esa forma de lucha, temida por algunos, usada por otros, despreciada y objeto de burlas por uno que otro. En otras palabras, La Plaza se ha ganado un lugar como forma de lucha, como método de protesta. Es un poder.

Por supuesto, La Plaza no es una invención guatemalteca. Prácticamente, en el mundo moderno no ha habido una crisis política de cierta profundidad, en ninguna parte del mundo, en la que no hayan aparecido las movilizaciones de masas. No siempre conducen al estallido revolucionario, pero las revoluciones generalmente pasan por dichas movilizaciones. Ni las grandes concentraciones de mayo de 1968 en Francia, ni las de septiembre y octubre del mismo año en México, ni las de Tiananmén en Beijing en 1989, llevaron a la revolución. Pero, en el mismo 1989 hubo una ola de movilizaciones masivas que desembocaron en un cambio de régimen de signo derechista en Europa del este que culminó con el derribo del muro de Berlín y el consiguiente hundimiento del entonces llamado campo socialista.

La misma primavera árabe comenzó con una estruendosa movilización de masas que duró 28 días en Túnez, y se regó por varios países árabes, siendo la movilización más importante la llevada a cabo en Egipto, país en el que millones de personas manifestaron en las calles para acabar con el régimen de Mubarak (30 años en el poder). Una movilización de masas de una importancia política de primer orden fue la de los llamados indignados en España que en 2011 y años siguientes sostuvieron una agitación que luego culminaría con la creación del partido político Podemos, el cual, con sus primeras participaciones electorales, se convirtió en la tercera fuerza política de España frente al neofranquista Partido Popular y la excrecencia que queda del otrora gran Partido Socialista Obrero Español.

La cuestión en este punto no es el contenido ideológico de estas movilizaciones, ni del resto de actores que participan en la crisis, ni siquiera su ulterior desenlace. De lo que se trata es de observar el hecho de que cuando se llevan a cabo estas grandes movilizaciones de ciudadanos, se crea un poder popular que se abre un espacio en el escenario político generalmente ya copado por los actores que sirven para reproducir un régimen autoritario, no democrático, o putrefacto por efecto de la corrupción, o bien con todos estos rasgos juntos.

Es un poder creado desde abajo como la única salida que le queda a una ciudadanía que se encuentra a merced de los poderes establecidos. Con una institucionalidad estatal cercada por una clase política que tiene el presupuesto nacional como su botín, con una élite económica que acumula por la vía de la defraudación tributaria, la corrupción con los funcionarios estatales y la explotación de los trabajadores, con un sistema de justicia corrompido hasta la médula, con su eterno guardián armado, los ciudadanos crean La Plaza como algo suyo, propio, su forma de participar e incidir en el proceso político nacional.

Desde luego, La Plaza puede ser volátil, como poder es pequeño al principio, vulnerable y posible de ser destruido por la fuerza, como sucedió con las movilizaciones del pueblo ruso en 1905, o el 2 de octubre en México, pero es el arma con la que cuenta la ciudadanía. Puede llegar a ser letal dependiendo de ciertas condiciones, como la gran movilización del 11 de marzo de 1920, preludio de la insurrección que derrocó a Manuel Estrada Cabrera, o las de la última semana de junio de 1944 en la ciudad de Guatemala.

Ha sido convocado en Guatemala un paro nacional con su consiguiente movilización para los próximos 19 y 20 de octubre. Al otro lado de la acera están los diputados, gran número de alcaldes encabezados por el edil capitalino, los dos gobernantes, Morales y Cabrera, una nueva integración de la Corte Suprema de Justicia y probablemente de la Corte de Constitucionalidad, nada más y nada menos. Pero es la hora de La Plaza, no hay retorno.

Edgar Ruano Najarro

Guatemalteco sociólogo e historiador. Se ha desempeñado en la docencia universitaria. Ha publicado diversos títulos cuya temática ha estado relacionada con la historia política de Guatemala del siglo XX.

La razón de la historia

Un Commentario

Carlos Arturo Molina Loza 17/10/2017

Muy bien maestro, no dejemos que la Plaza se quede vacía. Todos a la calle!

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