Piedeletrismo y trasnominación

Leonardo Rossiello Ramírez | Arte/cultura / CONTROVERSIA

Cuando terminé de leer la anterior columna de Controversia, «A los pies de la letra (y del cañón», me quedé pensando. Pabla era consciente de las relaciones entre el piedeletrismo y las metonimias [1], pero ella misma terminó razonando de esa manera tan ridícula. Sin duda, muchas veces decimos lo que no hablamos, y al revés. Aunque hacía calor, salí a rumiar esas ideas en una caminata. A poco vi a Pabla y a Cansilo; estaban conversando en torno a una mesa de la plaza, sobre la que había una botella de agua y vasos. Estos dos polemistas solían procurarme ideas, preocupaciones y algo muy importante: dudas, todo lo que yo después podía usar en esta columna.

—Hola, amigos. ¿Puedo sentarme en vuestra mesa? —les pregunté, de sonrisa puesta, al tiempo que tomaba asiento. Pero pronto hube de trocarla por cara de atención: Pabla se había autoprogramado en modo insoportable; estaba de malhumor y no dejaba pasar ni una. Tal vez, me dije, de esas tripas puedas sacar algo de corazón.
—¿Y entonces por qué te sentás en el banco? ¿No ibas a sentarte «en la mesa»? —me respondió.

Buen comienzo.

—Vamos, Pabla —concilió Cansilo—, lo importante es que tome asiento con nosotros.
—Es imposible —dijo Pabla, rápida y seria. —Para empezar, «asiento» es algo abstracto si no lleva un artículo adelante y, además, nunca es algo líquido que pueda tomarse.
—Bueno —respondí, tratando de alivianar el choque— la verdad es que también dije «vuestra» mesa, pero no es de ustedes. ¿O pueden mostrar un certificado de compra? Y a propósito de tomar, tengo sed. ¿Me convidan con un vaso de agua?
—Va a ser difícil —continuó la difícil Pabla. —Tendrías que hacer hielo con forma de vaso y bebértelo, para lo cual tendrías primero que derretirlo, y entonces no sería un vaso sino agua. Estás pasando de contrabando el contenedor por el contenido.
—¿De contrabando? — inquirió el siempre perspicaz Cansilo. —Mirá Pabla que hay que tener cuidado con las metáforas, por más metonímicas que sean. Pero tenés razón, querida amiga. Incluso si se tomara el hielo con forma de vaso, esto es, agua congelada, no sería un «vaso de agua» sino un «vaso de hielo». Estábamos hablando de deportes. ¿Leíste el diario? Hoy China le ganó a Estados Unidos en gimnasia.
—No puede ser—dijo Pabla, meneando tercamente la cabeza.
—De acuerdo —dijo Cansilo, que sabía por dónde iba el reparo de Pabla. —Digamos que el equipo chino le ganó al equipo estadounidense…
—Tampoco —inclaudicó Pabla—, porque no se comparaban equipos sino actuaciones individuales. Dirás mejor que la actuación gimnástica de una persona nacida en China o con esa nacionalidad fue considerada por el jurado como mejor que la de otra persona nacida en Estados Unidos o con nacionalidad estadounidense. Hay un millón quinientas mil veces mil personas en China y 320 000 veces mil personas en Estados Unidos. Por tanto, hay una enorme diferencia entre decir «China le ganó a Estados Unidos» y decir «Li Pei le ganó a Diana Smith».

Iba a darle la razón, por lo menos para ver si se le quitaba el fastidio que parecía tener, pero continuó, firme en su actitud:

—Además, ¿qué quiere decir «Leyeron el diario»? ¡Un diario no se lee nunca, salvo que uno sea tarado! ¿Quién se lee hasta el último anuncio sobre perros extraviados, sobre batidoras Revolvex y cuanta basura aparece? Lo que se lee son algunos titulares, algunos artículos, algunas noticias de un número de un diario. Estás pasando de contrabando el todo por la parte.
—Bueno, digamos que Cansilo pecó en ese sentido —concedí—, pero también es interesante que, como dice el Washingtong Post de ayer, China se perfila como un gigante deportivo comparada con la India.
—Y comparada con Islandia, ni qué hablar. Aunque hay que ver que tiene que ser muchísimo más fácil seleccionar a los mejores deportistas de entre mil quinientos millones de chinos que entre un cuarto de millón de islandeses. No es justo. ¿Y si hablamos del Vaticano? ¡Cabe en un hotel chino!
—¿El Vaticano? —preguntó Cansilo. —¿O el papado? ¿O el papa y sus funcionarios?
—Un momento —dijo Pabla. —¿Se dan cuenta de lo que están hablando? Porque ustedes hablan, pero no dicen. Primero: El Washington Post es el nombre del periódico: él no «dice» nada; si acaso, un articulista de ese diario escribió lo que sea, y luego se publicó. No me pases de contrabando el canal por el autor.
—Y dale con el contrabando. ¿Qué contrabando? ¿No leíste a Chomsky? —intentó desviar Cansilo, infructuosamente.

Pabla no era consecuente con el rigor expresivo que parecía exigirnos, pero ¿quién lo es?

—No me pases de contrabando —continuó impertérrita—, al autor por la obra. Y segundo, como venía diciendo, China no «se perfila» nada. Algunos periodistas de algunos medios de comunicación presentan los resultados olímpicos de algunos de sus deportistas como si China fuera una persona. ¡Estoy harta de personificaciones! Además que la población de China sea seis mil veces mayor que la población de Islandia no es ninguna garantía de que le resulte «más fácil» seleccionar a los mejores. Al contrario: es seis mil veces más difícil seleccionar a los mejores entre mil quinientos millones que hacerlo entre un cuarto de millón.

Yo estaba por largar la carcajada. Las controversias se sucedían en un festival de metonimias, casi siempre engañosas. Pero parece difícil comunicar algo sin trasnominación. Lo cierto es que un impulso bélico o, al menos, épico, me decidió al combate.

—Tu razonamiento, Pabla, es falaz —aventuré—, porque supone que la selección la hace una sola persona en ambos países. Pero por cada seleccionante en Islandia, tenés seis mil seleccionantes en China. Deberías ir vos misma a ver ahí regimientos, divisiones, ejércitos de gimnastas, ya de por sí escogidos (observá el participio pasivo: son objetos de sujetos), entrenándose para competir para ser seleccionados… entre ya seleccionados.
—No te diré que no voy porque subió el petróleo y con él, el precio del pasaje y, como es caro, no puedo. Porque el petróleo no «sube»; si acaso lo hacen subir para extraerlo de sus depósitos naturales o artificiales, y lo revenden, no la Texaco, ni siquiera su directorio,
sino al conjunto de directorios de holdings que regulan…
—Oye —la atajé—, no te pongas pesada, Pabla. Al petróleo lo venden agentes, si vamos al caso: no los directorios… Arreglá tu discurso; mirá que vas a salir, y Cansilo también, en la columna Controversia de gAZeta el próximo sábado. Creo que se va a titular «Piedeletrismo y trasnominación».
—¿Qué? —preguntó Cansilo, alarmado. —¿Estaremos en un artículo de gAZeta? ¿Y alguien nos estárá leyendo?
—Si es que se puede «leer» a seres de papel, como ustedes —contesté, sonrisa desganada mediante, mientras el cerebro ya empezaba a dolerme. Y pensé: bueno, en rigor, el cerebro en sí no duele. Lo que duele son las venas que…

[1] La metonimia o trasnominación, una figura de la serie analógica, es un tema tan amplio e intrincado como interesante. A grandes rasgos puede decirse que consiste en una traslación de significado desde un término a otro (como la metáfora), aunque a diferencia de esta última, el desplazamiento se da dentro del mismo campo semántico. Por ejemplo, en «María es partidaria de la corona», se entiende que María es partidaria de la monarquía; la palabra corona y la palabra monarquía pertenecen al mismo campo semántico. La traslación opera desde ‘monarquía’ hacia ‘corona’; la última es objeto del desplazamiento y, a la vez, en ese contexto, significa ‘monarquía’. Este tipo de metonimia (la parte por el todo y viceversa, el contenedor por el contenido y viceversa, el autor por la obra, etcétera) se denomina sinécdoque, y algunos autores la consideran como un tropo independiente.

Leonardo Rossiello Ramírez

Nací en Montevideo, Uruguay en 1953. Soy escritor y he sido académico en Suecia, país en el que resido desde 1978.

Controversia

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