Sergio Estuardo Castañeda Castañeda | Política y sociedad / EXPLORACIONES
Pensar el caso de Julian Assange resulta imperante. Créalo, estimado lector. No se confunda por la nacionalidad de este periodista, activista y programador. Assange, desde hace unas semanas, es un preso político y su arresto es una pedagógica y lamentable muestra de que el poder global y aún dominante en occidente, mientras construye amnesia masiva a través de sus dispositivos de embrutecimiento y despolitización, se prohíbe olvidarse de quien busca de alguna manera trastocarlo. Vaya si no resulta una cruel ironía en estos tiempos quien es el que se toma tan en serio eso de no olvidar, ¿no creen? Ahora bien, dicho caso también evidencia la hipocresía de las potencias occidentales, las cuales, de manera acérrima y estrictamente oral, defienden la democracia y la libertad de expresión pero en su accionar las sepultan. Como guinda al pastel, este suceso también reconfirma la embestida sistémica de rederechización de América Latina.
Problematizar a Assange es reconocer que tanto su reciente detención como todo el proceso que le antecede resultan violatorios del derecho internacional. Fue el Grupo de Trabajo de Detenciones Arbitrarias de la ONU quien condenó la persecución judicial de este periodista australiano y exigió su pronta liberación. De eso ya son cuatro años, por si fuera poco.
La detención de Assange representa un golpe de autoridad por parte de las potencias de occidente que, dicho sea de paso, en los últimos años han experimentado un considerable declive de poder a nivel mundial. Lo que, como bien señala la historia, lleva a los imperios a actuar de manera mucho más bélica y directa. Además, las repercusiones en el casi extinto periodismo crítico y la libertad de expresión son desde ya profundamente nocivas. Sin embargo, para la magnitud de lo que esto representa, las muestras de repudio –ante tal detención– por parte de colegas periodistas a nivel mundial han quedado a deber en cantidad y contundencia.
Divulgó en su plataforma, con el derecho que cualquier periodista libre, crítico y comprometido tiene, terribles videos y datos de crímenes de guerra en Irak realizados por las tropas estadounidenses, así como dar a conocer los resultados de investigaciones periodísticas sobre casos de corrupción de altos funcionarios europeos y norteamericanos, son algunos de los pecados del programador y activista en cuestión. Y bueno, no está de más recordar que fueron los archivos de Wikileaks, de la cual Assange es uno de los fundadores, los que revelaron que en el centro de detención Guantánamo han torturado a muchos civiles inocentes.
Más allá de Trump, es también el denominado «gobierno invisible» y los congresistas estadounidenses (tanto demócratas como republicanos) y la Cámara de Comunes del Reino Unido quienes celebran el encarcelamiento del mencionado cofundador de Wikileaks. Por supuesto, sin adscribirse públicamente la orquestación de esto.
Y qué decir del presidente ecuatoriano Lenin Moreno, quien, fiel a su deleznable revés discursivo y a cuidarse las espaldas tras posibles investigaciones en su contra –por negocios turbios– realizadas por Assange, fungió como menuda marioneta del imperio, privándole al mencionado periodista del asilo diplomático con el que contaba desde hace siete años. (Así es, utilizo palabras como «imperio» y en otras ocasiones «oligarquía» porque a pesar de que muchos ingenuos las consideran desfasadas o anacrónicas continúan, lamentablemente, totalmente vigentes y necesarias para ir comprendiendo a profundidad el continente americano).
Entonces, pensar a Julian Assange desde su loable y temeraria convicción, desde su postura y las consecuencias que le han conllevado es necesario para no olvidar cómo va el mundo debido a la lógica del negocio del capital por sobre la dignidad humana. Porque este caso que excede fronteras se reproduce en diversos países con personas reprimidas y aprisionadas (en nuestro país, por defender la vida y el territorio, por ejemplo) que se oponen y denuncian los vejámenes del sistema económico imperante; el capitalismo salvaje. Sistema que al verse amenazado acciona violentamente, buscando perpetrarse a toda costa. incluso, violando cuestiones como el derecho internacional que tanto dice respetar. Reflexionar sobre Assange es confirmar, una vez más, quienes imponen sus intereses geopolíticos. Pensar a Julian Assange es necesario pero solidarizarnos y pronunciarnos, de alguna manera, resulta, pues, cuasi obligatorio.
Fotografía principal por Samuel Zeller, tomada de Unsplash.
Sergio Estuardo Castañeda Castañeda

Estudiante de ciencias sociales, escritor y explorador que ha concebido la indagación de diversos escenarios como parte fundamental en el proceso de aprendizaje. Vinculado a la realidad política y social a través de la participación en colectivos críticos urbanos. Consciente de la necesidad de expulsar ideas para abrirnos al diálogo, al debate, a nuevas formas de compartir aprendizajes e intentar llegar a pensar por nosotros mismos.
Un Commentario
Hay que hacerle justicia al señor y compañero Assange.
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