Pedagogía crítica

-Francisco Cabrera Romero / CASETA DE VIGÍA

Yo vivo de preguntar, saber no puede ser lujo
Silvio Rodríguez

Si la educación no provoca el pensamiento crítico, es que solo llega a ser adaptación o domesticación. Porque el acto de aprender está fundamentalmente dirigido a comprender el mundo para hacerlo mejor. Y para comprender una realidad es obligado cuestionarla, pasarla por la razón y no solo aceptarla resignadamente.

Como pedagogía crítica se conoce al enfoque que valora la importancia de la curiosidad intelectual, la duda y la perspectiva abierta y flexible para interpretar la realidad. Donde las preguntas son más importantes que las respuestas. La realidad importa, incluso más que las ilusiones que frecuentemente construimos como escape a la frustración.

Su sustento está en la teoría crítica (de la Escuela de Frankfurt. Crítica de la vida contemporánea e influida por el pensamiento de Marx y Freud. Iniciada hace unos cien años, en la ciudad alemana de la cual tomó su nombre).

La pedagogía crítica postula la transformación social, la formación de la autoconciencia y el compromiso con la justicia y la equidad. Reconoce la importancia de la interpretación y la representación que cada individuo hace a partir de su contexto (histórico, religioso, sicológico, ideológico, etcétera). De acuerdo con Giroux, cada individuo construye sus propias representaciones a partir de los contextos familiar, social, cultural y educativo. Los actos se basan en las representaciones que construimos. Es decir, actuamos según lo que creemos y lo que creemos está determinado más por el contexto que por poderes sobrenaturales.

Las preguntas correctas son capaces de producir múltiples aprendizajes. Las que hacen pensar (no solo recordar) son las que pueden producir reflexión, pensamiento hipotético, perspectiva de largo plazo y más.

Por eso la pedagogía crítica está estrechamente vinculada con la política. En tanto que la política es el ámbito del poder (en el país, en el mundo, como en la comunidad y en la familia) y la interpretación de la realidad implica en todos los casos la comprensión del poder.

En la interpretación freiriana, la educación es un acto político. Comprender la realidad es adquirir un poder. Actuar para transformar es un ejercicio del poder real, lo que Paulo Freire llamaría la conciencia crítica y la conciencia histórica. De ahí que la educación es una acción política en su desarrollo en las aulas o en las plazas; pero también por sus efectos. Si la educación es tal, las personas que participan de ella no serán las mismas al final del proceso.

El sentido crítico es obligado en una persona “educada”. Pero a menudo esa educación se ha reducido al desarrollo de competencias específicas sin capacidad de comprensión y, por lo tanto, tampoco de transformación. Así hemos visto egresar innumerables promociones de legos con títulos de maestros, desprovistos de cualquier sentido crítico que sobreviven entre la dictadura del sindicato o la del régimen de contratación gubernamental. Levantan la imagen de Che como podrían levantar la de Ríos Mont o la del papa.

La pedagogía crítica es la gran ausente de las aulas universitarias plagadas de dogmas liberales o neoliberales. La única crítica que se admite es la que sea contra el aparato estatal y sus funcionarios, a los que en última instancia se hace responsables de las fallas del sistema que todos los días adoran.

El ejercicio crítico tiene que ver con el conocimiento. En tanto se conoce poco, la posibilidad de crítica es menor. De modo que saber o dominar conocimientos es también muy importante, porque solo se puede criticar inteligentemente aquello que se conoce y se comprende. Por eso no es lo mismo ser “crítico” (desarrollar el pensamiento crítico) que ser “criticón” (desarrollar la costumbre de criticar).

El conocimiento de las cosas que nos rodean (de nuestra realidad) es solo lo básico, que se adquiere de la propia experiencia. Pero es un error limitar el conocimiento solo al mundo inmediato. Conocer y comprender lo que sucede en otras partes es esencial para entender lo que pasa aquí. De igual manera, no se puede comprender lo que pasa ahora sin saber lo que pasó antes.

La pedagogía crítica es a veces incómoda. Porque casi nadie está dispuesto a poner en duda sus convicciones. Menos a permitir que otro venga a cuestionarlas. Por consiguiente, no es del gusto de todo el mundo y de hecho siempre implica un riesgo. Las personas generalmente gustan de escuchar puntos de vista coincidentes con el propio y antes que discutir las ideas que los cuestionan, piensan en descalificar a quien emite tales cuestionamientos.

Por eso gustan tanto las filosofías de la felicidad ingenua. Aquello de “tú defines tu vida”, “depende de ti ser feliz” y “los que sufren ahora serán felices en la vida eterna”, lo cual choca abruptamente con la realidad. Prefieren las ilusiones: ¡qué le importa la verdad al desafortunado que solo busca consuelo!

No va por ese rumbo la pedagogía crítica. Avanza hacia la construcción del pensamiento que confronta la realidad y se propone transformarla. No es pesimista. Tampoco es optimista.

Tiene usos muy prácticos en nuestro tiempo. Como liberar a los estudiantes de los prejuicios y creencias de sus maestros. Permitirles mirar más allá de los límites de quien pretende enseñarles. Sirve también para los ciudadanos que se liberan de las interpretaciones falaces y sesgadas de los medios de comunicación.

En palabras de Henry Giroux: “La educación debe tener presente estas relaciones y determinar cómo las condiciones estructurales de la sociedad influyen en el proceso educativo”.


Imagen tomada de Wikimedia Commons.

Francisco Cabrera Romero

Educador y consultor. Comprometido con la educación como práctica de la libertad, los derechos humanos y los procesos transformadores. Aprendiente constante de las ideas de Paulo Freire y de la educación crítica. Me entusiasman Nietszche y Marx. No por perfectos, sino por provocadores de ideas.

Caseta de vigía

2 Commentarios

Miguel Angel 15/05/2020

En estos tiempos de conflicto y guerras economicas, de Covid, y en tiempos de PosCovid, creo que queda demostrado que la pedagía crítica es urgente para poder enfrentar los pendientes históricos y los nuevos retos sociales que, pero como generar una revolución pedagógica latinoamericana, donde el mismo pueblo y sus actores la pongan en practica, se la apropien y la hagan un reclamo extenso, requerimos descolonizarnos de la teoría dominante y reconocer nuestra propia historia y cultura, nuestras propias teorias, nuestros propios textos y cuadernos de trabajo, nuestras propias currículas, generar ciencia para nuestro pueblo, para dignificarnos liberarnos y hacernos mas soberanos ante el colonialismo y bloques economicos hegemonicos neoliberales que solo educan para formar objetos de dominio producctivo y de infelicidad

Carlos Fuentes 25/10/2017

El artículo está interesante, estimado Francisco. Ahora bien, ¿Dónde, en qué nivel empezar a desarrollar esa pedagogía crítica? Porque si los maestros de primaria o preprimaria que están egresando, aún antes de la dictadura del sindicato, lo han hecho sin conciencia crítica de la realidad, ¿dónde está el problema?. Me parece que tu mensaje debe ir orientado hacia las universidades, que son las que forman sociólogos, historiadores y educadores de los diferentes niveles. Es allí, creo, donde debería ponerse el dedo. Si el Licenciado no te forma buenos profesores de enseñaza media y estos no te forman buenos maestros, el círculo se cierra y se mantiene. El sindicalismo hace la lucha por llevar conciencia a sus bases, pero no puede hacer milagros. Se requeriría múltiples talleres y asambleas para cambiar la mentalidad de 170 mil maestros que, como otros trabajadores, están más interesados en ver como logran sacar lo que cuesta la canasta básica alimentaria. También las ONGs, que vienen funcionado desde los años 90as han logrado muy poco. ¿Dónde, entonces, comenzar?

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