In memoriam
Novela polifónica en la mejor tradición bakhtiana. La heterogloxia del lenguaje se manifiesta en anunciaciones que conducen, sin embargo, a un único pensamiento ordenador: revivir un mundo que ha sucumbido ante el terror de la militocracia, y ante la ola destructiva del olvido. Pero sin valerse nunca de clichés maniqueos o del gastado alterego. En Palos de ciego toda palabra escrita resulta conscientemente reciclada. Reelaboración textual máxima, donde la ficción impone siempre sus códigos: ”Era como si un ángel herido, disfrazado de perro,me llamara desde una agonía lenta y tormentosa”.
El uso eficaz de la parodia (v. g. Cristo y la Magdalena) y del humor (el caso de los bidets portátiles importados de Alemania) alejan el texto de cualquier tono melodramático. La trama se desarrolla dentro de un todo estilístico y argumental de gran factura, donde los personajes (Saturnino, El Poeta, El Negro Muñoz, un misterioso gringo, un reaccionario profesor de filosofía y muchos más) aparecen y desaparecen, como voces intermitentes estableciendo diálogos en una atmósfera carnavalesca, que esconde hábilmente la historia subyacente del texto. El lenguaje es preciso y a la vez deliciosamente analógico. Sin la visión machista del mundo, ni la dudosa estética de lo soez y lo coloquialmente grotesco y aldeano, que caracteriza a otra narrativa nacional, abocada también a la historia inmediata del país (violencia, guerrilla, contrainsurgencia, etcétera).
Una teleraña de intrigas y sucesos, tejida vertiginosamente, lleva a un grupo de ciegos a enfrentarse a una organización camuflada, que presta dudosos servicios al poder oculto. Sabremos entonces de un poeta que reescribe o repiensa su vida a través de tres sepelios difuminados simbólicamente en el tiempo. Ya Matute se ha valido en otros trabajos de este recurso narrativo (como en el cuento El suicida). Una voz que saldría de los ataúdes, si los muertos testimoniaran, para develar los mecanismos del terror. Pero no es una novela pesimista sino lúdica y llena de sutiles ironías, que nos retrata también la condición humana positiva en la fraternidad, la lucha libertaria, el amor, etcétera.
“No hay como los palos de ciego. Mundialmente reconocidos como los más completo”. Matute nos introduce en espacios disímiles (aulas, bares, burdeles, funerarias) que nos abren los ojos a una realidad esperpéntica y delirante. Sin separarse del origen contextual que refleja, ha sabido recrear los acontecimientos para entregarnos, sin duda, una de las mejores novelas guatemaltecas de los últimos años.
De Matute ha dicho La Jornada de México: ”Normalista, universitario, exiliado político y escritor”. Yo lo veo como militante de la buena literatura. El autor ha manifestado que la escritura de Palos de ciego fue un afán más terapéutico que literario. Mas amén de la modestia que lo caracteriza, hay que afirmar y confirmar que lo que ha escrito está muy bien escrito. Una lectura que nos recuerda, además, que la justicia debe ser ciega y no tuerta, golpeada en los visibles entuertos de una sociedad desequilibrada.
Por Jaime Barrios.
Esta reseña fue publicada en la extinta Magacín de Siglo21, la rescatamos a petición del autor como homenaje póstumo a Mario René Matute.
Fotografía tomada de Prensa Libre.
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