Carlos Juárez | Política y sociedad / CLANDESTINO Y ARTESANAL
Con la rabia que no cabe en estas líneas, somos testigos de la firma del convenio de tercer país seguro, realizada por Guatemala con Estados Unidos la semana pasada, el cual fue firmado por el ministro de Gobernación, Enrique Degenhart, en aquel país del norte.
La foto de la actividad celebrada en la Casa Blanca retrató la trágica historia guatemalteca, pues Donald Trump aparecía cual fiscal vigilante que sus órdenes fueran cumplidas por sus súbditos.
En territorio guatemalteco, tal como se está haciendo costumbre después del intento de compra de los Pampa, la noticia no fue dada por el Gobierno nacional, sino por la otra parte firmante del convenio. A través de redes sociales, el país de las barras y las estrellas notificaba su beneplácito por la decisión de Guatemala en convertirse en tercer país seguro.
Hoy en día, la inmediatez con que los datos fluyen, impide a los gobiernos ocultar gran parte de la información sobre el manejo de los asuntos de Estado. Uno pensaría que la conferencia de prensa para dar a conocer estaría plagada de explicaciones redundantes o excusas medianamente trabajadas.
Pero en Guatemala no es el caso, al más fiel estilo de las repúblicas bananeras, los señores salieron diciendo que aunque Estados Unidos lo haya llamado tercer país seguro, el convenio no se refiere a eso.
El descaro ya llegó al punto máximo, piensan que pueden negarnos la realidad, como si estuviéramos en el tiempo de la Colonia. Eduardo Galeano narra un episodio de esta tierra, en el que en plena erupción de uno de los volcanes del país, el gobierno pregonaba por las plazas de las ciudades, que los colosos no estaban en erupción, que la población no debía temer y confiar en la protección de sus autoridades.
Así nos ven. Como peones a los que se les puede negar lo evidente.
James pasará a la historia como el presidente más inepto de los últimos años. Y miren que superar a los anteriores estaba complicado. Sandra Jovel y Degenhart serán recordados como personajes nefastos para Guatemala, ojalá la historia los condene para siempre y nunca dejemos de achacarles la forma en que vendieron nuestra dignidad como país.
Este gobierno perdió el rumbo desde su propia elección, nos han abofeteado en la cara y no hay modo de acabar con su mandato. No fueron suficientes los casos de corrupción en su familia, el bono ilegal que le daba el Ejército, el financiamiento ilícito, las acusaciones de violación, las 51 niñas del Hogar Seguro, nada, absolutamente nada nos ha hecho reaccionar.
Triste es la situación, y más triste es que los aliados para este chiste de presidente sigan siendo los mismos dinosaurios de siempre: militares, empresarios, conservadores y el infaltable imperio como protagonista de nuestras desgracias. Es como si la historia se quedara estacionada en Guatemala y nunca dejáramos de ser el país tercermundista de la época poscolonial.
La impotencia también es enorme, porque no hay ninguna reacción fuerte como en 2015, queda claro que acá tendrá que llegar el 14 de enero del próximo año para sentir un poco de alivio y entusiasmo. Esa sensación agridulce que nos hace aguantar otros cuatro años, para luego seguir repitiendo la historia de siempre.
No obstante, debemos ser fuertes, prepararnos para que esa fecha también pueda significar un sinnúmero de acciones penales para encarcelar a estos vendepatrias, mandar mensajes de cero tolerancia a los abusos de poder y fiscalizar, desde su entrada, al próximo gobierno.
Ser, en todo caso, ciudadanos activos que exigen la rendición de cuentas a sus representantes y nunca dejar de creer en la posibilidad de un mejor país.
Carlos Juárez

Estudiante de leyes, aprendiz de ciudadano, enamorado de Guatemala y los derechos humanos, fanático del diálogo que busca la memoria de un país con amnesia.
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