Antonio Móbil | Política y sociedad / LANZAS Y LETRAS
Discurso de Juan José Arévalo Bermejo al final de su periodo presidencial -15 marzo 1951-
La fecha de hoy, que marca el fin de una gran etapa histórica y política en nuestro país, inicia a la vez otra época que podrá caracterizarse por el impulso a la economía nacional, el mantenimiento y ampliación de la democracia, el trabajo pacífico y la defensa de nuestra soberanía nacional, todo lo cual es necesariamente la continuación revolucionaria lógica y consecuente del régimen que inauguró el doctor Juan José Arévalo, presidente ejemplar de Guatemala y un gran símbolo democrático para todo el continente americano.
Buscando afanosamente en la entraña de nuestros problemas, hemos llegado a la conclusión de que es en la armazón económica de nuestro país donde reside la fuente de nuestros males. Al estudiar durante laboriosos meses el estado de la alimentación del pueblo, de su indumentaria, de sus casas de habitación, de las medicinas que pueden mantener su salud, de su grado de educación y de cultura, hemos podido sacar en claro que sólo orientando nuestro esfuerzo hacia un cambio en la estructura económica, modificando las características de nuestra economía, aumentando y diversificando la producción en todas sus ramas es posible conquistar mayores beneficios y bienestar para la población.
Yo he manifestado en repetidas veces que ofrecería un programa de gobierno al pueblo. Puedo asegurar hoy que hemos avanzado bastante en ese sentido. Por lo menos en lo que a política económica se refiere, ya tenemos una línea completamente clara de lo que nos proponemos hacer, de acuerdo con lo que manifestamos durante la campaña electoral.
Pero debo advertir, sin embargo, que nuestro programa de gobierno requerirá de todo el esfuerzo popular conjunto para su realización, y cuando digo esfuerzo popular me refiero a la colaboración patriótica de los capitalistas nacionales, los trabajadores de la ciudad y del campo, los técnicos y el Estado, a quienes hago un llamamiento para que emprendamos con firmeza el camino de nuestro crecimiento económico y del bienestar popular.
Nuestro gobierno se propone iniciar el camino del desarrollo económico de Guatemala, tendiendo hacia los tres objetivos fundamentales siguientes: a convertir a nuestro país, de una nación dependiente y de economía semicolonial en un país económicamente independiente; a convertir a Guatemala, de país atrasado y de economía predominantemente feudal en un país moderno y capitalista y a hacer por que esta transformación se lleve a cabo en forma que traiga consigo la mayor elevación posible del nivel de vida de las grandes masas del pueblo.
Esta política económica, pues, se orientará, como es fácilmente apreciable, a producir lo que consumimos, exportar los excedentes y buscar nuevas fuentes de divisas, a ampliar y diversificar la producción y a traer a Guatemala la maquinaria, equipos y herramientas necesarias para impulsar nuestro desarrollo en las mejores condiciones posibles, a efecto de que los ingresos de la gran mayoría del pueblo no dependan de las actividades relacionadas con nuestro comercio exterior, sino de aquellas que tienen por objeto predominante satisfacer las necesidades del consumo interno. Desde aquí se desprenden y es absolutamente claro que nuestra política económica tendrá que estar basada necesariamente en el impulso a la iniciativa privada, en el desarrollo del capital guatemalteco, en cuyas manos deberían encontrarse las actividades fundamentales de la economía nacional, y en cuanto al capital extranjero debemos repetir que será bienvenido siempre que se ajuste a las distintas condiciones que se vayan creando en la medida que nos desarrollamos, que se subordine siempre a las leyes guatemaltecas, coopere al desenvolvimiento económico del país y se abstenga estrictamente de intervenir en la vida política y social de la nación.
Lo que pretendemos es abrir el camino, afirmar los cimientos de nuestro futuro desarrollo económico, empujar al país por el camino del capitalismo. A nosotros sólo nos tocará una parte de este esfuerzo, dejando a posteriores gobiernos revolucionarios el trabajo de llevarlo hasta el fin.
En cuanto a la orientación social que le daremos a nuestro gobierno, estará calcada en la realidad económica nacional. Las obras sociales que emprendamos tendrán como fundamento y estarán en razón directa al desarrollo de nuestro programa económico. En la medida en que aumente y se diversifique la producción agrícola e industrial, crecerá la renta nacional y por consiguiente la porción de ella que debe corresponder al Estado. Y ésta será en definitiva la indicadora de una regulada distribución de las cantidades que deberán invertirse en actividades reproductivas y en obras de carácter social. Debemos entender con claridad que nuestro principal esfuerzo debe dedicarse al desarrollo económico del país, pues de esto depende en definitiva el obtener la mayor cantidad posible de fondos, sobre la base de una equitativa y proporcional imposición fiscal, que puedan ser destinados al mejoramiento de la educación, la salud pública, la asistencia social y la cultura.
Y cuando hablamos de nuestros problemas sociales no debemos apartar la mirada de los grupos indígenas de Guatemala ni de las necesidades propias de la juventud y de la mujer. Dentro de la consideración que nos merece elevar el estándar de vida del pueblo en general, debemos considerar con cuidados especiales a nuestras mejores reservas, a la gran población indígena, y a los jóvenes y a las mujeres en general, como los tesoros más preciados de nuestra riqueza humana.
El programa que anuncio a nuestro pueblo, para ser cumplido, requiere, sin embargo, algunas condiciones. Por ejemplo, es indispensable mantener en el país las libertades esenciales y la democracia
Insisto acerca de la decisión de las fuerzas populares guatemaltecas de conservar a toda costa el régimen democrático, donde los ciudadanos mantengan su derecho a pensar y creer como quieran, a organizarse o a dedicarse a las actividades lícitas que elijan. Creemos que la firmeza de la democracia no radica en la mayor o menor dureza que se emplee para mantener el orden, sino en la mayor educación posible de la conciencia en el espíritu democrático. La democracia será más fuerte en nuestro país en la medida en que se eleve la conciencia ciudadana, que permita el libre juego de las opiniones y de las acciones políticas, manteniendo a toda costa la libertad de expresión del pensamiento, dentro –naturalmente– de la Constitución, la ley y la moral públicas. La libertad, sin embargo, tan preciada para nosotros, no podemos exponerla al peligro que se ha vuelto tradicional en nuestro país. La libertad no deberá entenderse como la libertad para conspirar y armar complots para derrumbar al gobierno. En ese sentido ratifico mis declaraciones anteriores. La constitucionalidad, la época institucional de Guatemala será mantenida a todo trance, pero precisamente por eso también estamos dispuestos a aplastar para siempre la era de la conspiración y el complot.
Como en los seis años anteriores, Guatemala seguirá siendo el refugio de los asilados y los perseguidos políticos.
Tengo una profunda fe en el porvenir. Soy por naturaleza optimista, estoy seguro de que con la ayuda del pueblo, con la colaboración de todos los sectores que quieren el progreso económico, social y político del país y con una firme voluntad de mantener hacia adelante la marcha revolucionaria, haremos de Guatemala un país próspero, moderno, modelo democrático, y que conquistaremos para sus habitantes mayor bienestar y prosperidad. Nuestra divisa será siempre: HACIA ADELANTE POR UNA GUATEMALA MEJOR.
José Antonio Móbil. Guatemala, el lado oscuro de la historia. Tomo II. Páginas 131-134.
Antonio Móbil

Escritor, editor, poeta, diplomático, apasionado por la vida y la belleza, defensor de la justicia y la equidad en todas sus acepciones y contextos. Exiliado por su pensar y decir, ha descubierto en la reflexión sobre la plástica una de sus grandes pasiones.
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