-Rafael Cuevas Molina / AL PIE DEL CAÑÓN–
En estos días se presenta al público, en ciudad de Guatemala, la primera edición guatemalteca del poemario de Otto René Castillo Vamos patria a caminar. El poema que da título al libro, mientras tanto, ha dado literalmente la vuelta al mundo, convirtiéndose probablemente en uno de los más declamados en mítines y encuentros de todo tipo, y en sello de identificación de todo guatemalteco comprometido con el devenir revolucionario de su país. Aún recuerdo emocionado cómo, hace ya muchos años -a finales de los ochenta-, el paraguayo Joel Atilio Cazal, entonces exiliado en Venezuela y editor de la revista Koeyú latinoamericano, me recibió en la puerta de su apartamento ubicado en pleno corazón de Caracas, en El Silencio, recitándome a voz en cuello “Vamos patria a caminar, yo te acompaño…”.
La poesía de Otto René, y el destino heroico y trágico por el que quedó signado su autor, trascendió la generación comprometida de la que formó parte, aquella que hizo de su vida un “servo mecanismo” –a decir del Che- dirigido contra el enemigo de clase, y ancló también en jóvenes latinoamericanos de otras generaciones, que crecieron en unas circunstancias distintas a las que originalmente motivaron al poeta.
Esas circunstancias originales son las de la época heroica del movimiento revolucionario latinoamericano, aquella en la que sobresalen figuras hoy míticas como las del Che Guevara o Camilo Torres cuando, bajo el influjo de la Revolución cubana, tomar el fusil y marchar a la guerrillera era el más alto honor para un militante, y para un poeta comprometido, ser poeta-guerrillero la máxima aspiración. En Guatemala, Roberto Obregón corrió similar suerte que Otto René, y en El Salvador Roque Dalton.
En Guatemala, como no podía ser de otra forma, su poesía fue considerada subversiva y, por lo tanto, perseguida. Aún recuerdo la angustia que sentimos en mi casa allá por mediados de los años setenta cuando, de improviso una noche, casi de madrugada, el Ejército se dio a la tarea de hacer un cateo y tocó violentamente a la puerta. Yo me encontraba leyendo en esos días la edición de los poemas de Otto René que había hecho EDUCA, la Editorial Universitaria Centroamericana, en ese entonces con sede en San José, Costa Rica, y tenía el ejemplar encima de la mesa de noche. No puedo olvidar las palpitaciones del corazón y la velocidad con la que metí el ejemplar bajo el colchón, con la esperanza de que el cateo no fuera tan exhaustivo que llevara a los soldados a revisar en ese lugar.
Ese fue el destino, en su país de origen, de la poesía guatemalteca más conocida en el mundo, el de la clandestinidad. Es, sin embargo, el destino que ha corrido mucho de lo más noble y hermoso que hemos sabido producir en nuestra tierra. Qué fulgor habríamos despedido, seguramente, si lo que hubiera dominado en nuestra historia fueran esas almas resplandecientes en vez de las sombras de los que “orinan los muros” de la patria.
Ha debido correr mucha agua bajo el puente para que, por fin, la poesía de Otto René sea publicada en Guatemala; pero nunca es tarde, y menos su palabra que, como toda obra de arte verdadera, ha trascendido su tiempo, su generación y la coyuntura histórica específica en la que fue escrita.
Para nosotros, los más viejos, los que siempre hemos tenido la poesía de Otto René en el corazón, que Vamos patria a caminar se publique en Guatemala es una satisfacción grandísima. Ahora, que lo lean en todas partes; que lo reciten; que lo enarbolen como bandera y lo griten, sobre todo los jóvenes, para que se vuelva arma de combate. Es lo que Otto René habría querido.
El evento es organizado por F&G Editores, se llevará a cabo el 13 de noviembre a las 17:00 horas en el Musac.
Rafael Cuevas Molina

Profesor-investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Costa Rica. Escritor y pintor.
2 Commentarios
Que se publique ahora en Guatemala, es como dices una satisfacción, pero que se publique hasta ahora, en el año 2017 es increíble, es triste, menos existiendo una Universidad como la USAC, que pudo haberlo hecho hace tiempos.
La verdad es que me equivoqué. Si hubo una, la única, publicada por Editorial Vanguardia, en 1964.
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