Otra vez 20 de octubre

-Jaime Barrios Carrillo / SIGNOS

El tiempo no lo borra. El 20 de octubre es marca indeleble en nuestra historia. La memoria colectiva debe otorgar un lugar de privilegio a aquella magna Revolución. Razones sobran. Una fecha en que lo mejor de la juventud guatemalteca, en patriótica unidad cívico-militar y con el notable liderazgo del joven oficial Jacobo Árbenz Guzmán, dieron al traste con la tenebrosa dictadura oligarca de Ubico para dar inicio a la época más progresista que hemos tenido.

La contrarrevolución del ‘54 no merecería mayor atención si no fuera por los daños que hizo, aún irreparables, y el negativo impacto que causó al desarrollo social, moral y económico del país. Con la excusa sin base del comunismo y con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos, aplastaron muchas de las conquistas sociales y anularon las leyes agrarias que hubieran evitado el conflicto interno que se iniciaría a comienzos de los sesenta. También sembraron la generalizada actitud de desconfianza y baja autoestima, derivadas del terror y la impunidad. Además, propiciaron la entrega de los recursos naturales del país a los intereses extranjeros. La oligarquía sigue siendo en el fondo la misma.

El nombre de Juan José Arévalo vuelve hoy a la palestra. La Revolución de octubre permitió un Arévalo. Y Arévalo hizo posible que La Revolución adquiriera forma y substancia. El mejor presidente que ha tenido Guatemala y uno de los más insignes de América. Con Arévalo se demuestra que la cultura y la educación pueden transformar positivamente al país. Por ejemplo, en torno a la libertad, explicaba Arévalo en términos sencillos pero perfectamente reales: «Una nación no puede ser libre mientras no sean libres uno por uno todos sus habitantes».

El filósofo Arévalo dio origen al presidente Arévalo. Anticipándose a su tiempo. Adelantando lustros. Fue visionario y dinámico. La idea de nación era en él proyecto prioritario, «Unidos forjaremos una nueva Guatemala» era su lema. Casi como decir hoy, ”Otra Guatemala es posible”. Y del sector mayoritario campesino e indígena decía que no había «que incorporarlo», sino «partir de que tienen su propia cultura”.

Arévalo fue el político flexible de alianzas. Pero nunca se alió con los enemigos de la Revolución. Los límites eran siempre éticos y de principios. Fue un verdadero estadista al formar equipos de trabajo basados en las capacidades individuales y en los principios morales de las personas, y no en la pertenencia partidaria. Llamó a Cardoza, a Miguel Ángel Asturias, a Muños Meany y a otros grandes intelectuales de la época.

Conmemorar la Revolución de octubre significa hoy volver a la certeza de que el cambio SÍ es posible, siempre y cuando se asiente en la unidad y en las prioridades sociales para derrotar definitivamente a la oligarquía. El paradigma de Arévalo, seguido fielmente por el coronel Jacobo Árbenz, el “soldado del pueblo”, debe inspirar la dinámica y firmeza de los nuevos líderes. Y la transparencia y la honradez de los mismos.

Árbenz simboliza la tragedia de una nación dominada, oprimida, expoliada, saqueada. Con los resultados que las negras estadísticas muestran cada día. Muertos, criminalidad, falta de trabajo, infancia en estado calamitoso, hambre, desnutrición, corrupción. Nadie puede negar que estamos peor que hace seis décadas. Desde 1954 hemos ido como el cangrejo.

Árbenz pertenece a los otros militares. A los honestos, a los que siempre han estado dispuestos a trabajar y luchar por su país. No por el poder que da dádivas por la corrupción. No por formar parte de escuadrones de la muerte y de cuadros genocidas.

Está científicamente comprobado que se trató de una intervención. Designios de una gran potencia extranjera con la colaboración de traidores locales. Mas en el campo político las cosas han cambiado. El expresidente Clinton fue el primero de los mandatarios de los Estados Unidos en reconocer el gran error. Luego vino la desclasificación de documentos de la CIA. Se sabe ahora del complot y de la traición. Y asimilamos la experiencia histórica: valoración de la democracia y rechazo a cuartelazos, al autoritarismo, complots y violencia. Hay que votar y no botar.

El ‘54 se trata de traición, no de liberación. La traición a un presidente democráticamente electo. Vilipendiado y vejado por muchos de los que creía sus amigos. Es asqueroso el cinismo, o la ignorancia supina, de afirmar y confirmar la propia traición reconociendo que la CIA «dio las armas y el dinero», como siguen repitiendo los traidores. Colaborar, conspirando, con un país extranjero y con la oficina de inteligencia de ese otro país, es un hecho de lesa traición patria en cualquier parte del mundo. Los enemigos de la democracia vienen diciendo que el problema eran los comunistas, pero estos mismos liberacionistas asesinaron a su propio líder, el coronel Carlos Castillo Armas, cuando pretendió mantener y defender algunas de las reformas y alcances de la Revolución de octubre. Mas no les da vergüenza a esos sinvergüenzas, la historia jamás los absolverá. Siguen viendo comunistas hasta debajo de las alfombras, y ahora están aliados con las mafias, luchando por hacer permanente la corrupción y la injusticia.


Imagen tomada del diario La Hora.

Jaime Barrios Carrillo

Columnista, escritor, investigador, periodista nacido en 1954 y residente en Suecia desde 1981, donde trabajó como coordinador de proyectos de Forum Syd y consultor de varias municipalidades. Excatedrático de la Universidad de San Carlos, licenciado en Filosofía y en Antropología de las universidades de Costa Rica y Estocolmo.

Signos

3 Commentarios

Julio César Santos 21/10/2017

Muy oportuna nota.

Luz Lescure 21/10/2017

Muy bueno tu articulo, felicidades Jaime. A ver si ahora salen miles de Arevalos debajo de la alfombra

    Jaime Barrios Carrillo 21/10/2017

    Gracias Luz. Si, ojalá que salga y se multipliquen no solo debajo de la alfombra sino de los llanos,las montanas y los cielos. Abrazos octubrinos.

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