Orquesta Armonía en tinieblas

-Mario René Matute / PUERTAS ABIERTAS

En cuanto a la Orquesta Armonía en tinieblas paso la siguiente información que, obviamente podrá ser enriquecida en cuanto vaya recordando más datos de aquellos tiempos.

Se formó en la escuela para ciegos cuando Manuel Solórzano, guatemalteco, era el director y no hubo ningún extranjero que participara en su integración. Solórzano impulsó con gran entusiasmo la formación del grupo musical y el perfeccionamiento de cada uno de sus integrantes. Allá por 1947 se formó el trío Luz en las tinieblas, integrado por Enrique Menéndez -guitarra, piano o bandoneón-, Arnulfo Tejada -piano o bandoneón y una voz extraordinaria de tenor- y Rafael Rosales -batería o mandolina-. Yo participé a medias con la batería que, en realidad al principio era un solo redoblante que poco a poco obtuvo otras piezas que lo acompañaran, como timbales y una timbaleta, la batería completa se obtuvo algunos años más tarde. También me animé a hacer chillar mi violín y así, asistíamos a ofrecer marchas fúnebres a un Jesucito muy milagroso según la leyenda del barrio, los viernes santos allá por el parque Morazán. Íbamos Arnulfo, al armonio, Rafael con mandolina y yo con violín. En el 48 ingresé a la Normal y mi participación en aquellas jornadas musicales y otras parrandas donde aprendí a hermanarme con Dionisos, se tuvieron que ir escaseando por las exigencias del estudio. Al alcanzar el tercer grado en la Normal, mi mamá, inteligentemente consiguió inscribirme como interno para evitar un poco mi afición por el violín parrandero, y así fue: no más clases de violín, el instrumento lo vendí porque en realidad me pareció imposible dedicarle muchas horas a la música en detrimento de las lecturas y los esfuerzos de algunos compañeros para explicarme personalmente matemáticas, geometría, trigonometría y otros cursos difíciles. Así me desvinculé totalmente del estudio de la música y de las actividades del grupo de compañeros que iban formando, cada vez con mayor eficiencia y acoplamiento, un ensamble musical que comenzaba a aparecer en público y a aparearse a otros grupos e incluso orquestas que comenzaban a aparecer en escenarios y en la radio.

Por supuesto, la amistad y la proximidad afectiva con todos y cada uno de los miembros de Armonía en tinieblas fueron cada vez más firmes y fraternales.

Comenzaron a sumarse nuevos integrantes: Augusto Hernández -piano-, Humberto Rodríguez -contrabajo-, Benjamín Lemus, Ricardo Ramírez y Arturo Coyoy -violines y más tarde saxofones-. El apoyo decidido de Meme Solórzano al crecimiento y perfeccionamiento de la orquesta permitió que varios de ellos asistieran a diferentes cursos al Conservatorio. La orquesta ganaba prestigio  y cariño en el público de todo el país, llegando a competir camaraderilmente con otros conjuntos musicales en fiestas y espectáculos de toda índole.

Varios cantantes buscaron el marco armonioso de Armonía en tinieblas: Alicia Azurdia, Juan de Dios Quezada, el mexicano Víctor Tapia, por ejemplo.

No puedo precisar en qué año exactamente, Alfredo Aragón Castelán organizó desde su radio periódico Atalaya, un concurso para darle un nombre definitivo al grupo musical de ciegos que transitaba triunfalmente ya, sin ningún apelativo. Ganó aquel concurso la propuesta de «Armonía en tinieblas» pero no sé quien fue el ganador, y desde entonces quedó bautizado aquel conjunto con el nombre triunfante del concurso. Uno de los primeros integrantes de la orquesta fue Ángel Salazar, quien había iniciado su relación con los jóvenes músicos como profesor de violín en la escuela de ciegos, él también era ciego, pero desafortunadamente nunca cesó en su manera poco edificante de ganarse la vida tocando su instrumento en la calle, especialmente en el Portal del Comercio o frente al correo para que la gente le depositara monedas en los bolsillos o en una bolsa que situaba a sus pies. Aquella práctica provocó tensión entre Salazar y el director de la escuela, hasta el punto de cesarlo como profesor, lo que, sumado a otras desavenencias, lo separó de la orquesta.

Los años fueron corriendo y con el paso del tiempo, el prestigio y las posibilidades de trabajo de Armonía en tinieblas se consolidaban y crecían. Rentaron un apartamento muy amplio en un edificio que, creo, está situado en la 23  calle y avenida del Cementerio; adquirieron un vehículo, compraron saxos y una batería de lujo. Se integró como baterista a la orquesta Rufino Chapetón, el único vidente del grupo, aunque Rafael Rosales para entonces, ya había recuperado bastante visión y funcionaba ya como vidente. Fueron los años de gloria y alegría.

Antes, toda la orquesta tuvo que sufrir algunos momentos de dolor, persecución y discriminación, especialmente por parte, paradójicamente, del propio Comité Nacional Pro Ciegos y de autoridades gubernamentales.

La entronización de la contrarrevolución a principios de julio de 1954, llevó a puestos gubernamentales a Graciela Quan, como secretaria privada de Odilia de Castillo Armas, secretaria ejecutiva del Comité Pro Ciegos; a Federico Robles Chinchilla como ministro de aquel Gobierno, integrante del Comité, y a doña Elisa Molina de Esthal como encargada de una suerte de Ministerio de Asuntos Sociales  en aquel Gobierno, presidenta del Comité.

Durante el 53 y lo que iba del 54, la Asociación Central de Ciegos había planteado su posición frente a los equívocos, abusos, retrasos y maniobras del Comité en el manejo de los asuntos de los ciegos, eso significó que la represión contra la Asociación no se hiciera esperar, despidieron a Solórzano de la dirección de la Escuela y nombraron nuevo personal afín al Comité. La asociación tomó la Escuela y consiguió que el Ministerio de Salud la interviniera, permitiendo así que la Asociación Central funcionara nuevamente en el edificio de la Escuela y nombrando a una directora aliada del movimiento reivindicativo de los ciegos.

Cayó el gobierno revolucionario y entonces la fuerza represiva del Comité se puso en marcha. Desde diciembre del 53 hasta la caída de Árbenz, la Asociación se defendía de los ataques del Comité difundiendo un programa por la TGW, Los textos estaban a cargo de Solórzano y Matute, y la expresión musical a cargo de la orquesta Armonía en tinieblas.

Al día siguiente de la renuncia del general Díaz, sucesor de Árbenz, María Lara se presentó en la Escuela para ciegos a eso de las 11 de la mañana y, en nombre del Comité, expulsó violentamente a todos los integrantes de Armonía en tinieblas y, obviamente a mí que, como presidente de la Asociación Central, había llegado allí para unirme a todos los compañeros que aún vivían en la Escuela aunque ya hubieran cursado el sexto grado, como una medida de estímulo por parte de Solórzano. El peligro se sentía venir y eso me movió a presentarme para compartir los riesgos y procurar cualquier ayuda posible a los compañeros. Mi hermano fue conmigo y presenciamos la expulsión y las amenazas por parte de Lara. A mí me advirtió que si se me sorprendía entrando furtivamente por la cerca de árboles que rodeaba el edificio, no respondía de lo que me podría suceder.

En aquel momento de suma tensión y alboroto se me ocurrió aconsejar oportunamente a los amigos de Armonía en tinieblas que tomaran los instrumentos y los sacaran como propiedad de ellos y así salieron violines, bandoneones y hasta violón, aunque en realidad eran propiedad de la Escuela. Con esos instrumentos de trabajo pudieron los músicos comenzar a abrirse paso en aquellos días riesgosos y atormentados en el inicio de un régimen espurio y criminal.

La primera noche la mayoría de expulsados durmieron en nuestra casa, otros en la de Enrique Menéndez. Después fueron encontrando albergues diferentes hasta que consiguieron cuartos próximos unos a otros y a la casa de Enrique donde siguieron viviendo por algún tiempo dos o tres compañeros. Aquellos tiempos fueron difíciles y casi no se contaba ni con recursos ni con apoyos para ir aliviando la situación de algunos integrantes de la Orquesta que sin trabajo, sin casa, sin familia próxima, tuvieron que soportar días de hambre, angustia y soledad.

La Asociación Central desapareció por varios años, los amigos se habían ido o estaban escondidos, los más cercanos a la asociación: mi hermano Arturo, Víctor Hugo de León, Rodolfo Ortiz y yo mismo dejamos de asistir a muchos sitios habituales, incluso a la Universidad porque nos sentíamos amenazados constantemente.

La construcción de Armonía en tinieblas arrancó de aquel ambiente oscuro sobre las bases ya sólidas traídas de la Escuela.

***

Humberto Rodríguez ganó un lugar de prestigio y confianza para todos en el grupo, desempeñándose en el puesto de contrabajista y desplazando así a Rafael Rosales quien, además, hubo de ceder el puesto de la batería a Rufino Chapetón. Rosales había ganado suficiente visión y perdía puntos con el grupo debido a que, frecuentemente, se le iba la mano en gastos personales, desajustando las cuentas del grupo que tradicionalmente se le habían encomendado. Lo más molesto era que, sus gastos tenían que ver, frecuentemente, con la bebida. Así Rafael terminó por separarse de la orquesta para ir a trabajar como secretario de algunos abogados, entre quienes encontró a Epaminondas González (espero recordarme correctamente del nombre) ,quien parece haberlo estimulado muy positivamente para el cumplimiento de sus compromisos de trabajo, lo que lo mantuvo en aquella relación laboral hasta el día en que asesinaron al Lic. González.

La primera baja en el grupo fue la de Arnulfo Tejada quien falleció a causa de alguna enfermedad grave que, según opiniones de personas cercanas a Arnulfo, se derivó del alcoholismo irrefrenable de aquel artista de tanta capacidad interpretativa y con tanta ternura y solidaridad amistosa para todos quienes lo rodeaban. También Augusto Hernández se retiró de la orquesta y comenzó a trabajar individualmente, logrando ubicarse en algunos sitios de prestigio que le otorgaron el respeto de un gran público, además de sus grabaciones al piano y al frente de un conjunto de muchos kilates .Augusto continúa exitosamente  su producción, su trabajo al piano y sus grabaciones y conducción de grupos musicales.
 
Algunos años después, Arturo Coyoy fue atropellado por un automóvi,l muriendo a los pocos días. Benjamín Lemus comenzó a padecer de algo que, creo, pudo ser un cáncer testicular que, luego de mucho padecimiento y la creciente imposibilidad de trabajar, le produjo la muerte.

Rafael murió el año pasado cargando una cirrosis hepática mortal. Ricardo Ramírez -homónimo del comandante Rolando Morán del EGP, por su verdadero nombre- no le bajó ni al trago ni al uso de algunas drogas, lo que terminó, luego de serios padecimientos, con su deceso. Humberto Rodríguez murió también el año pasado. Quedan vivos Augusto Hernández y Enrique Menéndez, este último con serios quebrantos de salud que, incluso, nos han hecho saber varios amigos, le han afectado en algún grado, algunas funciones de control, expresión y de relación por lo que ya no ha podido proseguir su trabajo en los lugares donde hasta hace relativamente poco tiempo, se desempeñaba como pianista

Retrotrayéndonos a épocas más distantes. Décadas de los 50 y 60, recuerdo cómo la celebración de la graduación de mi hermano Arturo y mía en la Escuela Normal, fue la más concurrida y alegre de todas las de los compañeros de promoción porque fue amenizada por Armonía en tinieblas. La noticia se irradió rápidamente y por ello, creo que todos los de la promoción se fueron presentando, así fuera por un momento, en nuestra casa.

Fue el 28 de octubre de 1952. Ese día conocí a Olga Marina, mi primera esposa y madre de mis 3 hijos. Ella llegó con unas amigas comunes de apellido Cardoza, tenía solo 14 años pero al ritmo de Llegarás a quererme, el famoso danzón de Salomón Argueta, me entregó el primer beso de su vida en el zaguán de la casa a donde fuimos a recibir un regalo. Seguro por eso ella ha querido tanto a los de Armonía en tinieblas…

Desde entonces hasta que nos casamos en el 58, la orquesta en pleno acudió infaliblemente a darle las mañanitas en su casa familiar de la colonia 20 de octubre. Bajo la lluvia, hundiéndonos en los charcos y fangales de aquellas calles, espantando a los chuchos arrabaleros pero, eso sí, con una excelente dotación de whisky para soportar sin remilgo todos aquellos inconvenientes al ingresar triunfalmente en la sala de la cumpleañera.  En una ocasión la orquesta perdió en una apuesta que echaron con el dueño de una cantina de Antigua Guatemala. El pago consistía para el cantinero, en ofrecer tamales y aguardiente suficiente para todo el grupo, mientras que para los de la orquesta consistió en ofrecer unas dos horas de concierto en la cantina. Por supuesto, allá fuimos como agregados inevitables: mi hermano Arturo quien dijo tener que conformarse con ayudar a cargar los instrumentos porque, dada la lluvia y la humedad, se le había estropeado el pecho lo que le impedía ofrecer su voz de cantante, Alfredo Siebold, compañero nuestro en la Normal quien se quejó de males similares para excusarse también de la imposibilidad de cantar, teniendo que conformarse con ayudar a los amigos con la movilización y arreglo de los instrumentos y yo que iba como apoyo en la percusión con los bongós que pudimos portar aquella noche alegre. Varios escuchamos los pasos cortos y rápidos de los cascos del Cadejo que, ya en la madrugada, se aproximó por la calle solitaria, pasó frente a la cantina ya cerrada y se perdió a unos ochenta metros a la derecha dejando un tufo fuerte a azufre. Eso lo recordaban varios de los músicos y para mí, la percepción auditiva y olfativa es inolvidable porque, además fue compartida por quienes estábamos en la acera, a las 4 de la mañana, algunos esperando que vinieran a avisarnos que ya estaban listos los colchones de pino para ir a dormir la mona y otros, como yo, listos para seguir al Cadejo e irnos a meter a algunas ruinas donde hay lavaderos para conversar con las lavanderas madrugadoras.

Hubo muchas ocasiones en las que los amigos de la orquesta fuimos convidados a acompañarlos a pachangonas de gran calado, pero aquellas aventuras y otros sucesos dignos de revivir en los recuerdos, los guardo para una próxima ocasión por razones de tiempo.


Jaime Barrios Carrillo entrevistó a Mario René Matute por medio de correos electrónicos como parte de un proyecto de investigación sobre la cultura guatemalteca. En septiembre de 2008, Matute envió a Barrios Carrillo el texto que hoy gAZeta presenta en Puertas abiertas y que se publica por primera vez.

Mario René Matute

Nació en la ciduad de Guatemala el 20 de agosto de 1932 y falleció en Ciudad de México en noviembre de 2017. Ciego desde los cuatro años de edad logró sin embargo sobreponerse haciendo una brillante carrera académica como psicólogo, catedrático, periodista y músico. Como escritor publicó novelas, ensayos y libros de cuentos entre los que sobresale Palos de ciego (Alfaguara 2001). Fue fundador de la primera orquesta de ciegos en Guatemala: Armonía en tinieblas. A inicios de los ochenta fue perseguido por las fuerzas de seguridad del general Lucas y su hijo, del mismo nombre, fue asesinado. Salió entonces al exilio donde permaneció hasta su muerte.

Puertas abiertas

5 Commentarios

Eddy Gomez 23/07/2020

Que gran alegria leer su historia ,
Yo me recuerdo cuando era in patojo los escuche tocar mi padre los invito ha tocar en mi casa …
Y ha pesar que fueron muchos años atras el nombre del grupo nunca se me olvido ..
Recordar es volver ha vivir el pasado ..
Dios Los bendiga …

miguel arevalo 26/10/2019

recuerdo que vi la orquesta tocar en un casamiento en escuintla en la fabrica de quesos los cubanitos eso fue como en el año 1962 muchos recuerdos del ayer pero muy bonito

eddie arael chapeton rosales 11/12/2018

hola por muchos años quise tener datos de la orquesta y por razones ajena a mi voluntad no se habia podido, soy hijo de rufino chapeton que fue bateriista de la orquesta , tube el gusto de conocer a don arnulfo tambien y me siento orgulloso de ser hijo de uno de los integrantes , me gustaria tener mas datos para poder publecar o difundir por este medio ya que para muchos ya es olvidado lo que fue la ormonia en tinieblas quien pueda darme datos quedare muy agradecido{ en este medio me encuentran como eddie chapeton} GRACIAS

Miguel Ramirez 10/10/2018

Desde muy pequeño escuché ese talento de dicha orquesta y me gustaría escuchar esas melodías que me traen recuerdos de mi niñez y de mi bella Guatemala de antaño.

Edith Garcia 20/08/2018

Muy lindo recuerdo no solamente de Mario René, sino de la orquesta Armonía en Tinieblas, que no dejaba nada que desear de la calidad de sus interpretaciones, y de la educación de sus integrantes. La recuerdo con mucho cariño porque yo era una niña y me impresionó su concierto. Regresé al pasado.

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