Oliverio y la lucha estudiantil

Vinicio Barrientos Carles | Política y sociedad / PARADOXA

Ellos pueden matar a nuestros dirigentes, pero siempre que haya pueblo, habrá revolución.
Oliverio Castañeda de León

Este 20 de octubre se cumplen cuarenta años del infame asesinato del dirigente estudiantil Oliverio Castañeda de León, ocurrido un poco después de que él realizará su discurso como miembro de la directiva de la Asociación de Estudiantes Universitarios ─AEU─, en ocasión del 34 aniversario de la llamada Revolución del 44. La Revolución de Octubre es un evento por todos conocido a raíz del asueto nacional del cual gozamos, celebrando el movimiento de militares, estudiantes y trabajadores que dieron fin a la dictadura militar del momento; la Revolución se ha considerado un hito importante en la historia política del país, en vista de que se reconocen como libres y democráticas las elecciones celebradas posteriormente.

Ese 20 de octubre de 1978, Oliverio Castañeda fue cobardemente asesinado cuando cruzaba la 6ª avenida en las inmediaciones del Parque Central. Los hechos: un hombre no identificado descendió de un auto, abriendo fuego con una ametralladora, de manera atroz, para después ser ultimado con un tiro de gracia, por otro sicario. Amerita recordar que Oliverio solía finalizar su discurso con la frase citada. Tampoco podemos dejar pasar que tal frase pasó a ser, después de su muerte, un icono de la lucha estudiantil, una inspiración para todos esos jóvenes estudiantes que perseguían un país diferente, con justicia, equidad y desarrollo. Lastimosamente tal frase resultó ser también una trágica visión personal, y quizá derivó en un reto demandante para aquellos que lideraban las fuerzas opresivas más obscuras y nefastas que han pisado nuestro suelo nacional.

Fotografía tomada de Nómada.

El violento y deleznable homicidio de Oliverio no ha sido en vano, y es necesario que aquellos que vivimos y experimentamos en carne propia estas funestas vivencias traslademos a los más jóvenes el relato, los conocimientos y las percepciones de cuanto aconteció en aquella obscura década de sangre y sufrimiento, para que nunca caigan en el olvido las atrocidades y los crímenes de lesa humanidad en las que se incurrió, por una bandera política izada por otros muy lejanos de nuestros intereses, nuestras necesidades y nuestra realidad.

Mucho se ha hablado de la Primavera democrática, el período de nuestro país comprendido entre 1945 y 1954, al cual se le han atribuido ciertas características democráticas que valdría reconsiderar. Por otro lado, otras batallas por una democracia plena y sostenible no han sido justamente ponderadas. En este sentido, la década de los setenta, que culminó en una represión sin precedentes para el movimiento popular, tiene una especial significancia. Entre uno y otro suceso sobresale una marcada diferencia, que gira en torno al silencio que aún se guarda respecto de esas tres décadas en las que el movimiento anticomunista marcara de manera imborrable el ser y el coexistir dentro de nuestra sociedad, dañando incisiva y cruelmente nuestro tejido social, mismo que nos vemos ahora en la primordial obligación de reconstruir. La juventud de hoy día podrá reconocer e identificar estelas de aquella cruenta situación, heredada de un conflicto externo generador de estas fuerzas del anticomunismo, hoy en día irracional y enfermizo, que tildan todo lo contrario al statu quo como de izquierdas y de izquierdosos.

En este sentido, y para los jóvenes que nos leen, es importante comprender que el anticomunismo imperante se manifestó por medio de escuadrones de la muerte, que hirieron mortalmente a diferentes sectores del país, vertiéndose en contra de la intelectualidad del país, atacando a prestigiosos miembros de la prensa y de la universidad, y dentro de estos a abogados, médicos, y dirigentes políticos de la oposición. Se instauraron redes militares de espionaje, y se reforzaron las estrategias terroristas para sembrar el miedo y el silencio en toda la población. Emblemáticos fueron los asesinatos crueles y descarados de Alberto Fuentes Mohr y Manuel Colom Argueta, ambos en 1979, sin dejar atrás los numerosos homicidios de líderes estudiantiles que propugnaban por el antimilitarismo y una auténtica participación civil. Los efectos de la represión estatal y paraestatal fueron particularmente sangrientos con el movimiento estudiantil y finalmente la AEU terminó diezmada, viéndose obligada a recurrir al anonimato de sus dirigentes.

El hecho sumarial es que la disposición y estrategia general del Gobierno fue la de aniquilar cualquier movimiento estudiantil, ahogando las voces y aplacando todo tipo de ánimo crítico y reflexivo. Es fundamental que los más jóvenes se enteren y tengan los datos tal cual. Que se entienda que la pasividad de muchos en el pueblo tiene un origen y una explicación; que la resistencia en silencio y la tan grande resiliencia tienen una razón de ser. Que nadie se quede sumido en la obscuridad y en la ignorancia, que manipula y que retuerce, que no comprende y que se equivoca. El pueblo, y en particular el pueblo joven, debe encontrarse a sí mismo y cerrar las brechas generacionales que la globalización y la geopolítica han inducido. Los más viejos albergamos una gran esperanza, y las evidencias de nuestra evolución como sociedad son día a día cada vez mayores.

Fotografía tomada de Nómada.

Conforme transcurren las décadas, es vital que reconstruyamos nuestra historia y veamos el pasado con transparencia, en virtud de la verdad, porque únicamente con la aceptación de nuestra realidad pretérita podremos afrontar nuestro presente, siempre impregnado y siempre influenciado, en función de un futuro horizonte más digno y correspondiente a nuestros esfuerzos. El honor es para aquellos que valientemente ofrendaron su vida por los que ahora podemos inundar las plazas y las avenidas, congruentes en todo momento con los ideales de jóvenes como Oliverio, quienes se permitieron soñar por una victoria que poco a poco va llegando. Reconocemos el valor de estos líderes, pues por esas batallas libradas es que hoy podemos tener una manifestación libre de sicarios y escuadrones de la muerte. El triunfo que Oliverio soñó empieza a vislumbrarse. Paso a paso estamos caminando, y hoy nos percatamos que gracias a Oliverio las sombras del terror no regresarán, nunca más.

Hoy día, Oliverio, tu memoria inspira a tantos y honramos tu loable entrega. Tu nombre ha sido escrito con letras doradas en las imborrables páginas de nuestra historia y nuestra patria, que es nuestra y de nadie más.


Fotografía principal armada con fotografías de Issuu y Guatemala.com

Vinicio Barrientos Carles

Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.

Paradoxa

0 Commentarios

Dejar un comentario