Ocaso, incertidumbre y muerte (II)

-Francisco De León / MEMORIAS DE UN VIAJERO

El miércoles 28 de enero de 1981, un día antes de la conferencia de prensa programada , me reuní con el electricista de mantenimiento de la USAC para hacer los últimos ajustes en la instalación de la iluminación de la fachada principal de la antigua Facultad de Medicina. Se iluminó el área de parqueos y la entrada principal del edificio, colocamos reflectores de cuarzo que iluminaban prácticamente los graderíos de acceso exterior. En el sótano del Paraninfo encontré las lámparas de pared que pertenecían a su lobby, se remozaron y se reinstalaron en sus respectivas columnas. El Paraninfo lucía como en sus mejores tiempos. Sin embargo, teníamos un poco de problema con los flipones de la instalación eléctrica y quedamos con el electricista de juntarnos el jueves después del almuerzo, para corregir lo que fuera necesario.

El jueves 29 me fuí al trabajo un poco más tarde de lo que acostumbraba. Yo vivía en la zona 12, en la colonia Villasol que está ubicada a un costado del Campus de la zona 12 de la USAC, para transportarme hacia el Paraninfo tenía dos alternativas, una era tomar un autobús en la avenida Petapa, la otra era atravesar un terreno baldío de la colonia que me conducía directo al periférico interior de la USAC a la altura del Edificio S3. Opté por irme vía USAC. Antes de salir de casa le dije a mi madre que ese día regresaría tarde, que habría una conferencia de prensa y luego un cóctel. Que no me esperara para cenar, que seguramente llegaría a la media noche, le comenté que estaba muy emocionado por lo que estaba sucediendo en el trabajo, que parecía que ese año todo iba a ir muy bien porque estaba haciendo lo que me gustaba. Como era mi costumbre antes de salir de casa le di un beso y un abrazo.

Abordé la camioneta 8 negro en la parada principal de buses de la USAC y me bajé en la parada de la 12 calle y 1a avenida de la zona 1. Tenía la mala costumbre de no esperar que el autobús detuviera completamente su marcha, me bajaba al estilo “inspector”. En esa esquina existía una cevichería callejera, el olor a mariscos hizo que me dieran ganas de comer un ceviche, entonces recordé que no había desayunado, estaba tan emocionado de lo que haría durante ese día en el trabajo, que solo me acordé de echar un saco y una camisa en mi habitual bolsa de cuero que llevaba para todos lados. Esa bolsa era tan grande que la gente siempre me preguntaba qué tanto llevaba allí y por qué andaba cargando tantas cosas todos los días.

Ingresé al Paraninfo por su parte posterior, precisamente por el Laboratorio de Anatomía, me di cuenta de que estaba cerrado, entonces decidí caminar bordeando el Laboratorio hasta salir por su lado izquierdo atravesando la cancha de básquetbol, divisé al fondo el patio del ala izquierda, que en ese momento estaban barriendo y regando Angelino y Macario -los conserjes del edificio y entrañables amigos-. Los saludé y seguí caminado, en eso, Angelino me dijo en tono de broma:

-¡Qué pasó Pancho , esas no son las horas de venir a trabajar, son casi las 11 de la mañana! – Me detuve para intentar explicarle a Angelino por qué llegaba a esas horas, sin embargo antes de poder hacerlo Macario respondió:

– Pancho se fue ayer como a las 7 de la noche, estuvo trabajando con el electricista. Por cierto Pancho, bien chilero les quedaron las luces, ahora sí puede uno estar tranquilo porque está bien iluminado afuera, ya no me va a dar miedo salir en la noche. (Macario era el guardián y conserje de la antigua Facultad de Medicina y vivía allí con su familia, precisamente en una casita ubicada al extremo izquierdo del patio. La casita estaba adosada a las actuales instalaciones de Radio Universidad. Desconozco si hoy día aún existe).

– Ya escuchó Angelino –le dije – yo no soy como usted que se la pasa barriendo el mismo pedacito todo el día.- Los tres nos echamos a reír, de repente escuché una voz que decía mi nombre y venía desde el corredor del segundo nivel, era Loty Alvarez, secretaria del CCU que me gritaba “Panchoooo, Panchooo, el Lic. Golib quiere hablar con usted, dice que si puede subir”. Ok -le respondí- ahora voy para arriba.

Entré a la oficina de CCU y saludé a todos los que estaban allí – no recuerdo quienes eran- . Cuando vi a Lotty me dijo, “Entre de una vez al despacho del Lic. Golib, él ha estado preguntando por usted desde hace rato”.

Cuando entré a su despacho, Golib estaba firmando unos papeles, se notaba estresado, sin embargo me saludó amablemente diciendo:

– Vos, pensé que te había pasado algo y por eso no venías. Es un problema que no tengas todavía teléfono en tu casa, tenía algunas dudas sobre lo que habíamos platicado ayer, pero qué bueno que estás aquí, deberíamos salir a almorzar y después de eso te quiero leer algo de lo que escribí sobre el CCU y Extensión Universitaria, necesito repasarlo un poco, parece ser que a la conferencia de prensa va a venir gente con mucha experiencia en el quehacer cultural del país.

Golib era un hombre de mediana estatura, de no más de 32 años de edad, de complexión atlética, tez clara, cabello corto, tirado hacia atrás, color castaño claro ondulado con incipientes canas. Su rostro era alargado, ojos cafés claro, nariz tipo romana, usaba solamente bigote. Por su abundante barba -según contaba- necesitaba rasurarse por lo menos una vez al día. Casi siempre estaba vestido de traje oscuro, con camisa blanca y corbata.

Es extraño, pero a pesar de haber compartido con él muchas experiencias fuera del ámbito de trabajo, nunca llegué a conocer a nadie de su familia.

Golib combinaba su trabajo profesional de abogado y su empresa de Consultoría Empresarial Golber, con su cargo de director del CCU, por lo que siempre llegaba en carro para salir en cualquier momento a atender su bufete profesional. Su carro era un Lada color blanco que tenía por costumbre parquear en el extremo izquierdo del Paraninfo para tener posibilidad de verlo cuando se asomaba al balcón de su despacho.

Ese jueves 29 salímos a comer ceviche a la esquina de la 12 calle y 1ª avenida, estuvimos un buen rato allí, luego caminamos sobre la 12 calle hacia el este. Antes de llegar a la esquina de la 3ra. calle había una tienda de barrio que vendía pan de manteca, café, chocolate y mole de plátano en bolsa, entramos allí, tomamos café con cubiletes. Regresamos al Paraninfo. Golib me dio a leer lo que había escrito para presentarlo en la conferencia de prensa, luego lo leyó varias veces, y preguntó qué me parecía. Antes que le pudiera dar mi opinión sobre el texto Lotty tocó la puerta del despacho, luego entró y le preguntó a Golib si ya había firmado las órdenes de compra y pago, ya que Fito –agente de tesorería del CCU y actor del TAU- tenía que ir a dejarlas al Campus Central de la USAC. Yo aproveché la interrupción de Lotty para decirle que tenía que encontrarme con el electricista de mantenimiento, que el texto me parecía muy bueno, que después de eso estaría cerca por si me necesitaba.

– Esta bueno vos, nos vemos al rato– dijo Golib.

El resto de la tarde transcurrió sin darme cuenta, el electricista de mantenimiento jamás llegó. Cuando empezó a oscurecer fui a la cabina de luces y encendí la iluminación del frontispicio.

Me dio curiosidad ver cómo se veía la iluminación desde afuera todo en su conjunto, bajé las escalinatas del lobby principal que del segundo nivel conducen a la entrada principal del Paraninfo, en el trayecto me encontré con el personal que llevaba cajas de agua gaseosa y boquitas para el cóctel, los saludé y seguí mi camino hacia afuera.

En la puerta de la entrada principal estaba Macario con dos vigilantes del Campus Central de la USAC, también los saludé y continué mi camino hacia el portal de entrada y sus escalinatas, me pareció extraño que hubiera tanta gente allí, ya que a las conferencias de prensa que informan sobre proyectos culturales generalmente llega poca gente, más que todo gente vinculada al arte, yo calculaba que máximo ese día llegarían unas 30 personas. Me abrí paso entre la gente y seguí mi camino hasta atravesar la calle y quedar en la esquina de la 12 calle “A” y 2a. avenida para poder apreciar mejor la iluminación.

Después de estar allí algunos minutos y observar complacido la iluminación, noté que había llegado el doble de gente, había alrededor de unas 40 personas, algunas de ellas iban llegando con pancartas y megáfono en mano. Qué raro -pensé- nadie nos ha informado nada de esto.

No le di mayor importancia a la situación, solamente proseguí mi camino de regreso hacia la entrada, pero esta vez me tuve que abrir paso “entre la multitud” para llegar a la puerta principal que estaba cerrada. Toqué varias veces, hasta que al final me abrieron. Tuve la intención de seguir adelante, pero el vigilante del campus central de la USAC no me reconoció. Me preguntó para qué quería entrar, le informé que yo trabajaba en el CCU, que tenía que estar en la conferencia de prensa, que le preguntara a Macario. El vigilante me pidió la invitación a la conferencia. Le manifesté que no necesitaba ninguna invitación para entrar. Vi hacia el interior de la puerta y en ese momento vi que Macario venía bajando las gradas, le grité:

– ¡Macarioooo, Macariooo, soy yo Pancho, no me quieren dejar entrar!

Macario escuchó mi voz, se acercó a la puerta y le dijo al vigilante:

-¡Es Pancho, es Pancho dejálo entrar!

-Entre Pancho –dijo Macario- tenemos instrucciones del Lic. Golib de dejar entrar solo a las personas que traen invitación a la conferencia de prensa, la demás gente que esta afuera vienen a un mitin pero se van a ir pronto.

Subí las gradas del lobby hacia el segundo nivel y fui hacia el despacho de Golib, pero antes eché un vistazo al salón del TAU, vi que ya habían algunas personas, pero ninguna cara me era conocida. Seguí caminando por el corredor y entonces me encontré con Golib que venía saliendo de la oficina con unos papeles en mano, le pregunté como veía la situación de afuera. Me dijo:

-No te preocupés, ellos dijeron que iban a irse antes que nuestra actividad comenzara, vienen a protestar en conmemoración por la toma y quema de la embajada de España que ocurrió el año pasado. Yo me voy al salón, te espero allí.

Está bien -le respondí- solo voy a cambiarme la camisa y ponerme un saco que traigo en mi bolsa.

Entré a la oficina, le pregunté a Loty si había visto mi bolsa, me contestó que la había puesto en el sofá del despacho del Lic. Golib, pues estaba entrando mucha gente a la oficina. Entré al despacho de Golib, abrí la bolsa, saqué la camisa y el saco, me quité la playera que tenía puesta me cambié y salí del despacho.

-Dejé la bolsa en el mismo lugar y después del cóctel me la llevo -le hice saber a Loty.

No se preocupe Pancho -me contestó Loty- allí no le pasa nada a su bolsa, además es muy grande para que la esté cargando de arriba para abajo todo el tiempo. Los dos empezamos a reír, en ese momento entró Macario a la oficina y me dijo:

-Fíjese Pancho que los reflectores de afuera de la entrada principal se apagaron, le vengo a avisar para ver qué puede hacer, pues hay mucha gente afuera.

– Gracias Macario, voy a ver qué pasa -contesté.

Salimos juntos con Macario de la oficina y empezamos a caminar por el corredor. Macario se me adelantó y me dijo que se iba para abajo a ver que pasaba. Bueno -le dije- nos vemos al rato.

Seguí caminando y pensando que los flipones se habían bajado, pasé por el corredor hacia la cabina de luces que se había construido en el tiempo de Carlos Mencos, ubicada en el segundo nivel del lobby del Paraninfo. Antes de llegar a la cabina vi hacia la derecha, hacia el interior del salón del TAU, Golib estaba allí, sentado, leyendo sus papeles, levantó la vista y me vio. Le dije con señas que ya regresaba, él solamente asintió con la cabeza y con la mano cerrada y el dedo pulgar hacia arriba me vio y sonrió…

Seguí caminando por el corredor y cuando me acercaba a la cabina de luces escuchaba las voces de los organizadores del mitin que venían desde la entrada principal del Paraninfo. Pensé que el mitin se iba a prolongar por más tiempo. Sin embargo, seguí en lo mío.

Entré a la cabina y constaté que todo estaba bien allí. De mala gana pensé, tengo que subir al cuartito del reloj, que estaba en la terraza del frontispicio y ver cómo está la instalación que dejé allí, pues aquí, en la cabina no veo ninguna falla. ¡Tremenda empolvada la que me voy a dar! –pensé. Tomé la linterna de mano que estaba en la cabina, salí y cerré.

Caminé hacia la baranda del corredor derecho. Sobre esta baranda de concreto había una verja de hierro que tenía una puerta que conducía al techo del Paraninfo. Abrí la puerta, me subí a la baranda, caminé detrás de la verja y llegué al techo donde había una escalerita de madera como de ocho escalones por la que se subía hacia la terraza de las aulas donde se encontraba el mencionado cuarto del reloj.

Entré al cuarto y justo allí estaba la falla, la corregí y luego encendí los reflectores de nuevo. Se me ocurrió ver hacia abajo por el hueco redondo donde, según nos habían contado, se tenía pensado instalar un reloj cuando se construyó el edificio de la antigua Facultad de Medicina, o quizás en algún periodo sí estuvo instalado allí, no lo recuerdo. Me asombré al ver lo que sucedía afuera, el tráfico estaba cortado, una llanta en llamas estaba tirada a mitad de la calle. Se escuchaban todavía voces y sonidos por el megáfono. Los carros que estaban parados empezaron a tocar sus bocinas, de pronto se escucharon sonidos de disparos ¿o serían cohetes?, no estaba seguro, escuché gritos.

Fachada principal y puerta de acceso a la antigua Facultad de Medicina de la USAC, Al centro y arriba de la fotografía puede verse “el cuarto del reloj” y las barandas de la terraza de las aulas y el lobby del Paraninfo. Fotografía tomada de Hemeroteca Prensa Libre.

Me asusté muchísimo, mi primer impulso fue bajar inmediatamente de allí. Logré llegar de regreso hasta la verja desde la cual podía ver en diagonal la parte superior de la escalinata izquierda que conducía al corredor del salón del TAU. Entonces vi a judiciales fuertemente armados que subían por las escaleras en dirección al corredor izquierdo. Instintivamente me oculté y como pude regresé hacia el techo del Paraninfo. El corazón me empezó a latir fuertemente y sentí un miedo terrible, como nunca antes lo había experimentado en mi vida. Pensé en Loty, Macario, Angelino, Fito, Zoilita y Golib. Espero que no les pase nada, tal vez la judicial solo corrió a alguién que subió pero ya se lo llevaron. ¿Y la conferencia de prensa? ¿Qué pasaría con la conferencia de prensa? No, no, no pasó nada -razoné- lo más probable es que Golib la suspendió cuando vio todo este relajo, sí, seguro que eso fue lo que pasó, la suspendió. Lo más seguro fue que cuando escucharon los gritos y el ruido de los balazos cerraron la puerta del salón con llave. Sí, sí, ha ellos no les pasó nada. Seguro, seguro, me repetía una y otra vez, tratando de convencerme a mí mismo, mientras sentía como la adrenalina fluía a borbotones por mis venas.

-Trata de pensar positivo -me decía a mí mismo- ¡A nosotros no nos va a pasar nada! No estábamos haciendo nada malo o prohibido. Lo más probable es que ellos estén preocupados por mí, ellos han de pensar que a mí me pasó algo y que por eso ya no regresé. ¿Cómo me puedo comunicar con ellos y decirles que estoy bien? No, no, todo está bien, mejor bajo a ver en qué puedo ayudar, eso haré, bajaré…

Había tomado la determinación de bajar cuando escuché disparos de metralletas, de nuevo gritos, gritos desgarradores, luego voces que gritaban -¡Ay! ¡Ay Dios mío! ¡Ay Dios mío! ¿Por qué, por qué?

A continuación sonaron de nuevo disparos que venían en dirección de la cancha de básquetbol. Para entonces yo ya no caminaba sino gateaba por el techo del Paraninfo, intentando ver lo que estaba pasando allí, pero me tuve que tirar al suelo, en esa posición logré ver que había una gran cantidad de judiciales y policías en el patio. Me sentí rodeado, pensé que ya me habían visto y que si había dejado la puerta abierta de la verja lo más probable es que los judiciales subirían a buscarme en cualquier momento y me matarían. Me di cuenta que ya nadie gritaba, solo se escuchaba el sonido del viento que soplaba fuertemente y después un silencio sepulcral.

Me di valor, quería saber que más estaba pasando o si podía localizar a alguno de mis conocidos, me levanté cuidadosamente, empecé a gatear de nuevo sobre el techo del Paraninfo hacia el lado izquierdo para tratar de ver el corredor del segundo nivel. El patio que solía barrer Angelino y Macario estaba lleno de judiciales. En el corredor del segundo nivel también habían policías. De nuevo me empezó la duda, el temor, la incertidumbre, la rabia y ante todo ese sentimiento de impotencia de no poder hacer nada.Tenía ganas de gritar: ¡Golibbb, Loooty! ¿Cómo estáaaan ustedes? Yo estoy aquí, aquííí. Arriba en el techo del Paraninfo. Estoy bien, nada me ha sucedido…

Escuché el sonido de sirenas. Con mucho cuidado subí de nuevo a la terraza de las aulas, me arriesgué un poco más y me metí al cuarto del reloj, saqué la cabeza por el agujero, habían llegado radiopatrullas y carros de bomberos, así como unidades móviles de los medios televisivos de aquellos años. Ahora menos – pensé- no puedo bajar, me quedaré aquí esperando hasta que todos se vayan.

Me senté en una de las esquinas del cuarto, ese pequeño cuarto que había sido cagadero y miadero en los años mozos de la Facultad de Medicina. Su piso estaba lleno de heces fecales secas y apestaba a orines. En sus paredes internas habían dibujos de caricaturas alusivas a muchos momentos históricos de la Facultad, eran verdaderas obras de arte.

Finalmente, cuando el corazón se me tranquilizó un poco, tomé conciencia que estaba allí atrapado sin saber qué me pasaría. Empecé a sentir mucho frío, los dientes me castañeaban. Trataba de cerrar la boca pero no podía, empecé a tratar de darme calor frotándome el cuerpo y la cara con las manos. Me acosté entre toda la porquería que había en el piso, asumí una posición fetal, no sé si por el frío o por el miedo que sentía o ambas cosas. No tenía idea de la hora que era, me recordé de mi familia, de mi mamá, de mi novia y pensé en cómo podría comunicarme con ellos. Traté de pensar en los buenos momentos del pasado y en los venideros. Sentía mucho frío en la cabeza, así que me quité el saco y me lo puse encima cubriéndome la cara y los brazos, me arrinconé a una de las paredes. Me acordé de la filosofía de vida que mi madre. Ella siempre me acostumbraba decir, “solucioná tus problemas poco a poco y día a día”, poco a poco y día a día, poco a poco y día a día, un día a la vez. Empecé a quedarme dormido…

Cuando desperté ya clareaba, me senté asustado y atontado, sentía el cuerpo entumecido, adolorido, me puse el saco y vi hacía abajo sacando la cabeza por el agujero del reloj. El área del parqueo del frontispicio estaba vacía. Ya no hay nadie -pensé- ahora si podré bajar y saber qué pasó. Salí del cuarto del reloj y no me quise asomar a ver nada sobre la terraza, simplemente caminé hacia abajo, hacia el techo del Paraninfo.

Bajé por la escalerita de madera, caminé sobre la baranda del segundo piso agarrándome de la verja hasta llegar a su puerta, la abrí con sumo cuidado tratando de no hacer ruido. Aunque el lobby del Paraninfo es un área muy bien ventilada, al saltar al corredor sentí olor a pólvora quemada. Me oculté detrás de la pequeña pared de madera de la cabina de luces, luego seguí caminando por el corredor en dirección al salón del TAU, el piso del corredor estaba lleno de casquillos de arma de fuego, la puerta del salón del TAU tenía cintas de plástico de color amarillo o anaranjado, no lo logro recordar con exactitud, que impedían la entrada al salón. Cuando vi esto me invadió una profunda tristeza y miedo porque sabía que algo fatal había sucedido. Me percaté que no había nadie, sin embargo tenía miedo que en cualquier momento apareciera alguien. Quería irme de allí lo más pronto posible. Seguí caminando hasta la puerta de la oficina pero también estaba cerrada con llave. No me quedaba más que bajar al lobby del primer nivel.

Lobby del Paraninfo, hoy Centro Cultural Universitario. El corredor del segundo nivel a la izquierda conduce hacia el salón del TAU. Al fondo del segundo nivel, puede apreciarse la verja de hierro sobre la baranda que conduce al techo del Paraninfo y terraza de las aulas. En la ventana que se observa al fondo en el segundo nivel se encontraba la cabina de luces. Fotografía tomada del sitio de internet de Oliver Sierra.

Cuando empecé a bajar por las escalinata que comunican con el primer nivel, una sensación a tragedia me invadió, el piso de las gradas estaba reventado por el impacto que las balas habían provocado, habían vidrios rotos en las gradas revueltos con pedazos del estuco que se habían desprendido de las paredes, charcos de sangre con huellas de zapatos. En el primer descanso de la escalinata había un enorme charco de sangre, se notaba que alguien se había resbalado allí, la pared y la baranda tenían huellas de manos con sangre. No sé como pude mantenerme de pie, sentí náuseas y pánico. Traté de bordear las huellas de sangre y bajé hasta la puerta de la entrada principal que también estaba cerrada con llave y sellada con unos papeles blancos pegados en la madera. Por aquí no podré salir -pensé- solo podré hacerlo por el patio de atrás. Necesito ir al patio de atrás.

El piso del lobby del Paraninfo estaba en las mismas condiciones que las gradas de la escalinata izquierda, impactos de bala, vidrios, sangre, estuco, polvo, papeles de la propaganda del mitin . Caminé hacia el lado izquierdo del lobby, allí había una reja de hierro con una puerta por la cual uno podía salir al patio interior izquierdo del edificio. Estaba cerrada pero vi que no tenía llave, cuando la abrí y empezaba a salir, una voz detrás de mí dijo: ¿Es usted Pancho?, me di la vuelta muy asustado y vi que era Macario, sentí un gran alivio. Si soy yo -le respondí- ¡qué susto me dio! ¿De dónde salió usted?, atropelladamente le conté que me había quedado en el cuarto del reloj, que ya no había podido bajar y que solo alcancé a ver a los que subían por las gradas y luego había escuchado gritos y muchos disparos. ¿Qué pasó anoche Macario? ¿ Qué pasó? –le pregunté ansioso-. Macario con rostro cansado, demacrado y los ojos llorosos, me contestó:

-Esos malditos malnacidos hicieron una matazón aquí anoche Pancho. Empezaron a disparar desde afuera a toda la gente que estaba en el mitin, la gente se abalanzó sobre la puerta huyendo y la abrieron. Todos corrieron hacia el lobby, al patio, otros se fueron para arriba donde no los pudieran balear. A los que iban subiendo las gradas los mataron. Llegaron hasta el salón del TAU. Abrieron la puerta y les dispararon a los que estaban en la mesa de la conferencia. ¡Mataron al Lic. Golib, y al Lic. Varela! -continuó diciendo conmocionado Macario- A Doña Zoilita la hirieron, esta grave en el hospital, no sé cuantos balazos le dieron. Después bajaron y siguieron matando gente en el patio. Hay gente todavia muerta cerca del Laboratorio de Anatomía y en el callejón que sale para la Avenida Elena. Los del gabinete de identificación se acaban de ir. Todo esto es una tristeza Pancho. La seño Loty entró a ver qué pasaba en el salón donde hiba a ser la conferencia, tremendo susto el que se llevó al ver que también habían llegado a balear gente allí, ella vio morir al Lic. Golib, se puso como loca y empezó a gritar por todo el corredor. La trataron de calmar, pero seguía gritando y llorando, en eso llegaron los bomberos. A ella también se la llevaron al hospital, se puso muy mal, le dio un ataque de nervios. Muertos y sangre por todos lados, no puedo más Pancho, no puedo más.

Fotografía tomada de Hemeroteca Prensa Libre.

Enmudecí, no pude decir nada, la rabia, la tristeza y la impotencia me vencieron en un instante, la cabeza me dio vueltas, me senté en el suelo y desconsolado me puse a llorar preguntándome, ¿por qué?, ¿por qué? ¿Por qué tienen que pasar estas cosas en Guatemala?

En shock por la impresión, no sabía qué hacer, a dónde ir, qué decir.

-Tranquilícese Pancho –me dijo Macario- Yo sé que el Lic. Golib era su amigo, pero ahora él está descansando en paz. Pero no hay derecho que esos malditos le hagan daño a gente inocente.

Yo pensé que estaba en una pesadilla de la que no podía despertar. Como pude, le pregunté a Macario si podía abrir la puerta de la oficina y del despacho para sacar mi bolsa, que tenía que irme a mi casa.

-Quédese aquí sentado -me dijo Macario- yo voy por su bolsa, solo yo tengo autorización para entrar allí ahora. Después de unos minutos regresó y me dio mi bolsa, me ayudó a levantarme del suelo y me preguntó si quería tomar café, le dije que no, le expliqué que tenía urgencia de ir a mi casa, que mi mamá no sabía nada de mí y estaría muy afligida.

Macario me acompañó y me dejó salir por el portón de la 13 calle, el que queda enfrente del costado de la Casa Central, me despedí y caminé hacía la 4ta. avenida para tomar la camioneta 18 A, que me llevaría mas rápido a mi casa. Me sentía como sonámbulo, agotado, todavía sin lograr discernir si todo había sido una pesadilla.

Al llegar a la casa mi madre salió a abrirme la puerta, ella no había dormido en toda la noche, había visto las noticias.

Durante los últimos 36 años no he logrado apartar de mi mente la última imágen de Golib, cuando él solamente asintió con la cabeza y con la mano cerrada y el dedo pulgar hacia arriba me vio y sonrió…


En memoria de Erwin Lincon Golib Colorado.

Francisco De León

Arqueólogo, antropólogo forense, ambientalista, teatrista e investigador. Residente en Suecia desde el 2003 donde ha trabajado en temas de medio ambiente, antropología social y consultor de proyectos de migración para las municipalidades y la dirección del mercado de trabajo sueco. Excatedrático de la USAC y actualmente profesor invitado para las universidades de Uppsala y Gotemburgo.

Memorias de un viajero

11 Commentarios

Thelma Porres 19/11/2017

Es triste recordar la violencia que imperaba en esa época en el país. Viví cada momento que narraste y recordé el miedo y terror que sufrimos como universitarios. Sentítu pesar ante el asesinato de ilustres guatemaltecos. Te agradezco que compartas tus vivencias que ayudan a recuperar parte de la Memoria Histórica de nuestro país. Su recuperación es importante para que las nuevas generaciones conozcan lo sucedido y que no permitan que se vuelva a repetir.

Silvia Obregon 15/11/2017

Francisco: Felicidades por tus articulos, la verdad son muy importantes para el rescate de la memoria historica de nuestro pais, sobre todo en el tema de la cultura y especificamente en el teatro. No sabia que habias tenido que vivir ese terrible atentado al arte y la cultura en el Paraninfo, gracias a Dios te salvaste. Me hiciste recordar los 12 anios que labore en ese hermoso lugar y todas las historias que se han forjado en ese centro que ha sido testigo y parte importante del desarrollo de nuestro pais. Un abrazo y por favor segui escribiendo!!!

Marluz de Leon 14/11/2017

Me gusto mucho la historia . Espero que escribas mas de tus experiencias .

Irma de Pinto 14/11/2017

Me enteré de la toma y quema de la Embajada de España porque lo estaba transmitiendo en directo un telenoticiero; hoy en día todavía lo mencionan por alguna situación. No recuerdo haberme enterado de lo que sucedió en el Paraninfo, quizás solo leí los titulares y como toda noticia de esa naturaleza, no me detuve a leer con detalle, me dan impotencia y asco los actos de barbarie, máxime porque justos pagan por pecadores y mueren muchos inocentes. Lo que me quita el mal sabor de boca, es darme cuenta cómo la mano de Dios te cubrió, no fue casualidad que las luces se apagaran, fue el Señor protegiéndote porque Él tenía otros planes para tu vida.

Patricia Alfonso 12/11/2017

Siempre me pregunte porque no esta aqui, ahora sè la respuesta, todo sucedìa mientras formaba una familia, gracias Francisco.

Carolina 12/11/2017

Cuántas mentes dispuestas a cambiar el país habrán desaparecido esa noche

Rodrigo 12/11/2017

Los gorilas cobardes de la época hicieron mucho daño

J.G. 12/11/2017

Gracias por compartir tu testimonio, esas vivencias son las que a la distancia nos hacen recordar lo que somos, de donde provenimos. Mantuvo mi atencion de principio a fin.

Silvia de León 12/11/2017

Es muy doloroso recordar la historia de esta época en particular, pero también es importante que las nuevas generaciones la conozcan, y que mejor que las narren las mismas personas que las vivieron, me parece una gran labor divulgarlas

Lidia Fernández 12/11/2017

Excelente historia. Realmente muy triste que haya terminado así.

Luis Pedro 12/11/2017

Impactante testimonio. útil para la memoria histórica.

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