-Edgar Rosales / DEMOCRACIA VERTEBRAL–
El título de esta columna es una alusión a la famosa frase del diputado Mario Taracena, quien justificó de esa manera tan particular su obediencia hacia los dictados que La embajada, vía Todd Robinson le enviaba cuando fue presidente del Congreso de la República. Hay que alinearse en ciertos temas de política interna, pero que son de primordial interés para Washington, podría ser la interpretación de las palabras del legislador.
En realidad, la figura retórica empleada por Taracena no es ninguna novedad en el ambiente político nacional: nadie puede negar que existe una dependencia real respecto de la Casa Blanca, sobre todo, en materia política. Así es y así ha sido, nos guste o no. Dentro de esa esfera de relaciones tuvimos que transitar la mayor parte del siglo XX y así continuaremos durante buena parte del siglo XXI.
Mi generación se desenvolvió en medio de expresiones de odio rotundo hacia el Imperio. Y era explicable: el golpe propinado por el embajador Peurifoy y sus mercenarios en contra del presidente Jacobo Árbenz fue muy profundo y se mantuvo vivo en el corazón de la sociedad guatemalteca, a medida que se desarrollaban los acontecimientos relacionados con la Guerra Fría y el país se hundía en la miseria.
Así aprendimos que los gringos se atribuían la gendarmería del mundo; que privilegiaban el saqueo de los recursos clave de nuestra economía para colocarlos al servicio de sus empresas transnacionales; que montaban programas tipo Alianza para el Progreso para mantener el sometimiento de las masas; y lo más grave: aplaudían la existencia de una oligarquía económica criolla, siempre servil hacia el Tío Sam.
Pero un buen día el presidente Carter llegó a la conclusión de que no era buen negocio seguir apoyando militarmente a un ejército que a punta de metralla defendía los intereses oligárquicos y decidió cancelarle la ayuda. Pasarían un par de décadas para que Washington nos enviara un nuevo mensaje encriptado, tanto, que aún nos cuesta descifrarlo: no queremos más a la oligarquía guatemalteca; no nos conviene. Queremos un acercamiento con los verdaderos representantes del pueblo guatemalteco.
Y es que EE. UU. tomó parte activa en el proceso de paz de Guatemala. Sí, no fueron solo Colombia, México, España, Noruega y Venezuela los actores decisivos. Incluso, desde antes de la firma de la paz escuché a más de un dirigente popular de la época expresar muy naturalmente: “La semana entrante tenemos una reunión en La embajada”. “¿Cómo así? ¿Ahora los imperialistas ya no son nuestros enemigos?”. “Claro que sí, en eso nada ha cambiado, pero tenemos que aprovechar el espacio que nos abren.”
Y esos espacios se hicieron cada vez más “normales”. La política de Clinton hacia Guatemala estableció, entre otros temas, el respeto de los derechos humanos y del Estado de derecho. Y durante el régimen de Obama se incluyó el apoyo al crecimiento económico (mediante el DR-CAFTA suscrito previamente por George W. Bush), pero OJO: todo ello paralelo a la lucha contra la corrupción, apoyando la creación y establecimiento de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig).
Esto último ha configurado un nuevo esquema que desplaza a la oligarquía como interlocutor del Departamento de Estado. El frustrado lobby para destituir a Robinson y retirar a Cicig fue un estallido en pleno rostro. Ya no era conveniente arropar a este sector, coprotagonista de la corrupción y responsable del empobrecimiento de Guatemala. Cayeron en desgracia pero, lamentablemente, algunos dirigentes del sector popular y de la izquierda oenegera no se han percatado y mantienen el mismo discurso antiimperialista antes esbozado. “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”, sugería Maquiavelo.
Por supuesto, EE. UU. no ha dejado de ser imperialista y tampoco hay que confundirse. Se trata de un nuevo marco de relaciones y no de asumir actitudes de sumisión. Y aunque se teme que un ignorante como Donald Trump en la Presidencia puede hacer que su política sufra algunos cambios… ello no aplica para Guatemala.
El nombramiento del embajador Luis Arreaga, de origen guatemalteco, así lo confirma. En primer lugar, la lucha contra la corrupción sigue siendo prioritaria. En segundo término, esta batalla es crucial para apuntalar el Plan para la Prosperidad, aunque han sonado alarmas acerca de que Trump podría cambiar el enfoque hacia uno menos centrado en el combate a la pobreza y más en los temas prioritarios para los gringos: lucha contra el narcotráfico, lavado de dinero y seguridad regional.
Independientemente de esta última posibilidad, las señales del embajador Arreaga son cada vez menos sutiles y apuntan a que la agenda de Robinson continúa inalterable, con la salvedad de que no será necesario un traductor jurado para hacerlas valer. Por ejemplo, la renuncia de los ministros de Finanzas Públicas, Gobernación y Trabajo -ligados con la USAID- al fin y al cabo no era “irrevocable” y resulta que nunca fue aceptada por el presidente. Y eso que la justificación para dimitir era porque: “Hace tres semanas, inició una crisis política que nos hizo reflexionar sobre la continuidad al frente de nuestros cargos dentro del Gabinete de Gobierno”.
La crisis a la que aluden es a la de agosto y septiembre, cuando se especuló acerca de un eventual “zafe de alfombra” de Washington al presidente Jimmy Morales, pero de ninguna manera se puede dar por superada. Es obvio, entonces, que las nuevas órdenes fueron las de volver a sus cargos y, para el mandatario, aceptarlos de vuelta y sin mayor trámite.
Y sobre todo, “las órdenes ahora se dictan en español”, parece ser el metamensaje de Arreaga.
Edgar Rosales

Periodista retirado y escritor más o menos activo. Con estudios en Economía y en Gestión Pública. Sobreviviente de la etapa fundacional del socialismo democrático en Guatemala, aficionado a la polémica, la música, el buen vino y la obra de Hesse. Respetuoso de la diversidad ideológica pero convencido de que se puede coincidir en dos temas: combate a la pobreza y marginación de la oligarquía.
Un Commentario
Edgar: Muy buen resumen de nuestra realidad política y nuestra » convivencia» pacífica con el antiguo enémigo… Cierto… ahora el imperio quiere hacer borrón y cuenta nueva con su nefasta política internacional. No solo con Guatemala si no con el resto de America Latina. De cualquier manera el daño ya está hecho. El pais quedó descabezado de sus principales líderes que nos pudieron haber llevado por una senda correcta. Suponemos que los jóvenes van a tomar el liderazgo … pero cuando…?
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