Marco Vinicio Mejía | Política y sociedad / TRAZOS Y RETAZOS
La historia no es definida por la voluntad individual. Es resultado de la autodeterminación de los pueblos. Es manifestación de acuerdos sobre las necesidades de las mayorías, representadas por minorías que interpretan sus intereses. Los hitos históricos son grandes momentos de rupturas.
El ahora de Guatemala es la sensación de agotamiento del sistema. Hay descrédito de las instituciones, públicas y privadas. Es el momento de las soluciones al contemplar el deterioro judicial, la degradación parlamentaria, la corrupción empresarial, la indolencia universitaria y las limitaciones de quien dirige el Poder Ejecutivo. Ninguna persona puede pregonar que está exenta de la crisis del sistema en su conjunto.
Exigimos que otros solucionen los problemas, sin involucrarnos. Con facilidad atribuimos los males a los demás, pero no aceptamos que cada uno forma parte de la culpa colectiva, con mayor o menor grado de responsabilidad individual. Reclamamos nuestros derechos, pero no anteponemos nuestros deberes.
Hace 34 se proclamó en Guatemala el inicio de la «transición hacia la democracia». Durante todo este tiempo, los gobiernos civiles se anegaron de corrupción, la cual no consiste solo en los enormes desvíos de los recursos presupuestarios. Sus principales manifestaciones son la escasez de talento de quienes han dirigido los poderes del Estado, la mercantilización de las organizaciones políticas, la miopía de la oligarquía, la distorsión de las misiones universitarias y la falta de medios de genuina participación ciudadana.
Se requiere establecer un nuevo pacto político, para recuperar la seguridad en nosotros mismos, consolidar la diversidad cultural, fomentar la producción, incrementar el ahorro nacional al disminuir el afán consumista, promover personas emprendedoras, en fin, compartir ideales y erradicar rencores sin renunciar a la justicia. La solución no son las reformas constitucionales, que solo abarcan al sector justicia. No hay que parchar otra vez la Constitución, como sucedió en 1993.
Se requiere armar un nuevo modelo republicano, de unidad política dentro de la diversidad cultural. Solo el Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP), plantea que se convoque a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) Plurinacional y Multisectorial. Para nuestra sobrevivencia política, emocional, profesional, hay que cambiar este sistema dominado por la partidocracia y de corte electoralista. Los cambios que requerimos no provendrán del Congreso de la República sino de una ANC, cuyos diputados son distintos a los que se elijan para el Congreso.
Después de los movimientos ciudadanos iniciados en abril de 2015, se perdió la oportunidad de convocar a la Asamblea Nacional Constituyente, que se quedó en mero ofrecimiento electoral de Jimmy Morales en su Plan «Visión 20/20». Una nueva Constitución no es una ley fundamental. Es un acuerdo político que contiene valores, principios y normas éticas y jurídicas que rigen la organización del Estado de Guatemala.
Es primordial considerar la creación de varias universidades públicas, redefinir el papel del Banco de Guatemala y emitir la Ley Electoral que no se concentre solo en partidos políticos, para la elección popular de gobernadores, magistrados de la Corte Suprema de Justicia y de la Corte de Apelaciones, entre varias reformas indispensables para controlar la impunidad y la corrupción, erradicar el dominio de la oligarquía y frenar la constante militarización de la sociedad guatemalteca.
Marco Vinicio Mejía

Profesor universitario en doctorados y maestrías; amante de la filosofía, aspirante a jurista; sobreviviente del grupo literario La rial academia; lo mejor, padre de familia.
Correo: tzolkin1984@gmail.com
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