-María José Schaeffer / ETERNA PRIMAVERA ECONÓMICA–
-El 35 % de las mujeres ha atravesado situaciones de violencia física y/o sexual, y al menos 120 millones de niñas han sufrido relaciones sexuales forzadas-. Sí, 1 de cada 3 mujeres y más de 1 de cada 10 niñas en el mundo han sufrido algún tipo de violencia de género, siendo esta la expresión máxima de la discriminación y una violación a los derechos humanos inaceptable en pleno siglo XXI.
Pareciera una contradicción, pero conforme las mujeres avanzan hacia la transformación de sus vidas, participando en actividades económicas y políticas y tomando decisiones sobre su cuerpo, el uso de la fuerza para dominarlas se ha agudizado, exacerbando manifestaciones como misoginia, sexismo, acoso y feminicidios. Todos los días, en todos los países del mundo, las mujeres son discriminadas, lastimadas o sometidas. Además, la violencia contra las mujeres no distingue edad, y es independiente del nivel de escolaridad y renta, tanto del agresor como de la víctima. Este tipo de violencia está enraizada y naturalizada en la sociedad, y se alimenta de dinámicas patriarcales que imperan en el Estado, la comunidad, la familia y la empresa. En este contexto, qué difícil se hace construir el nosotras, hacia delante, a renglón seguido.
En el último año, cientos de miles de mujeres de todo el mundo han alzado la voz individual y colectivamente, exigiendo que ni una sola mujer más sea asesinada (#NiUnaMás), y denunciado diferentes formas de acoso y abuso sexual presentes en la vida cotidiana (#YoTambién). El efecto viral de estas etiquetas ha contribuido a evidenciar la magnitud del problema, reclamando la urgente toma de conciencia y acción para poner fin a todas las formas de discriminación contra las mujeres y las niñas. Las mujeres están hartas de que se les pida asumir la actitud de vírgenes, y en un acto de justa irreverencia, demandan que se atienda, prevenga, sancione y erradique la violencia de género. Lo fundamental para poder construir el nosotras y la equivalencia humana universal para la vida en sociedad.
El calendario se encuentra a tres días de otro 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, y en Guatemala llegaremos un año más con la libreta en rojo. En 2017 perdimos atrozmente a 41 niñas del Hogar Seguro Virgen de la Asunción (#NosFaltan41). Además, miles de mujeres y niñas sufrieron diferentes formas de violencia de género en sus casas, en el trabajo, en la escuela y en la calle. A muchas de ellas el alma se les fracturó sin compostura, a otras los ojos se les cerraron para siempre. No habrá nunca reparación suficiente que devuelva a las víctimas la vida, o esa parte de ellas que les fue arrancada para siempre.
Lograr que las mujeres y las niñas vivan una vida libre de violencia quizás no sea una tarea (lucha) sencilla, pero tampoco es imposible. Podemos empezar por ser todas y todos agentes de cambio, incidiendo en las formas de ser mujeres y hombres, como condición sine qua non para construir la sociedad que queremos y tanto anhelamos. Por otra parte, es imperativo consensuar una agenda para lograr la igualdad de género sustantiva, esa que implica remover todos los obstáculos para cerrar las brechas entre hombres y mujeres, pasando de la retórica a la acción. Deuda pendiente de los Estados con las mujeres y las niñas para que tengan un lugar propio en el mundo (cuerpo, tierra, casa).
Lograr un mundo libre de violencia de género y eliminar todas las formas de discriminación contra las mujeres y las niñas es un tema ético, de justicia y equidad. ¿Cuántas más tienen que sufrir violencia para que cambie la historia, para que nos dejen construir el nosotras, hacia delante, a renglón seguido?
Fotografía tomada de Aflora mujer.
María José Schaeffer

Economista por pasión. Comprometida con el desarrollo y la equidad desde frentes fiscales y rurales. Disfruta galopar con el viento sobre el infinito espacio rural del continente amado. Cree en la capacidad transformadora de las letras, el conocimiento y el diálogo. Rechaza cualquier forma de injusticia y no pierde la esperanza en un mundo mejor para todas y todos. Se describe curiosa, aprendiz incansable y constructora de libertades. Hija y nieta de mujeres transgresoras. Dicen por ahí que su lucha por la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres le cambió el alma.
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