María Alejandra Privado | Arte/cultura / LA MAGIA Y LO COTIDIANO
En mis ojos cabe
Todo el dolor del mundo
En mi vientre cabe
Todo el amor del mundo
De mis pechos beben
Todos los niños del mundo
Todo el temor del mundo
En mis manos cabe.
Mi garganta anida
Todos los cantos del mundo
Y mis pasos llevan todo el cansancio del mundo
En mi piel se esconde
El sol entero del mundo
La sangre entera del mundo
De mi cuerpo sale…
Fragmento de Lo innombrable de Marta Gómez y Raquel Riba Rossy
La canción de Marta Gómez y Raquel Riba Rossy resonó en mi cabeza, expresando eso que yo también sentía, ya después del dolor y la confusión que me provocó saberme así de compleja. Constatar –de nuevo– lo «complicada» que soy: con mi «mente atormentada» –como me lo recalcó un catedrático hace varios años– y la rabia enervando mi cuerpo cada vez que la indignación me alcanza. Así, como que cada uno de los agravios cotidianos sufridos por las mujeres que me antecedieron, los padecidos por mí y por todas las que viven hoy, se agolparan en mi pecho, piel, en toda mi carne y quisieran salir en forma de gritos –en el sentido de John Holloway–, lágrimas, palabras y frases como cuchillas de obsidiana.
Nos llaman histéricas, nos llaman exageradas. Nos acusan de reaccionar desproporcionadamente frente a los hechos que vivimos, y nos hacen sentir culpables. Somos las responsables de iniciar los conflictos al no callarnos, de atizar la incertidumbre cuando nos cuesta decidir –aun cuando las decisiones se dificultan por la estructuración misma del mundo que nos obliga a optar, cuando a ellos les permite tenerlo todo–. La sociedad nos fetichiza. Fetichiza nuestra inconformidad, fetichiza nuestra rabia y nuestra humanidad.
Y lo entiendo… No son meras reacciones ante acontecimientos puntuales y concretos. No, nuestros gritos son expresiones cargadas de tiempo lleno, ese tiempo que no es solo presente; es también pasado, es también futuro, es experiencia concreta. Como si toda la vida se jugara en un momento, como si el silencio o la quietud tomara la forma de un mausoleo blanco y frío, y nos sepultara vivas.
Somos más… somos fluidez. Somos ese caudal que sale con fuerza de la montaña, de las entrañas de la tierra. No somos culpables, no somos histéricas, no estamos locas. Estamos hartas y anhelamos otro mundo. «Nuestro grito no es solo de horror. No gritamos porque enfrentemos la muerte segura en la tela de araña, sino porque soñamos con liberarnos. Gritamos mientras caemos desde el peñasco, no porque estemos resignados a ser despedazados contra las rocas sino porque todavía tenemos la esperanza de que podría ser de otra manera» (Holloway, 2010, p. 23).
Holloway, John. (2010). Cambiar el mundo sin tomar el poder. México: Sísifo Ediciones, Bajo Tierra Ediciones y el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades «Alfonso Vélez Pliego» de la BUAP.
María Alejandra Privado

Socióloga dos veces, mi mayor pasión es la reflexión acerca de la expresión estética, en especial, la música. Maravillada de experimentar cómo el arte -entendido en toda su amplitud y complejidad- se nos mete por la piel y nos conecta con la vida…
Correo: ma.aleprivado@gmail.com
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