No solo con el marido

Ju Fagundes | Cóncavo/convexo / SIN SOSTÉN

Casi desde que nacemos se nos educa y condiciona para el matrimonio o, al menos, a la maternidad. Se nos viste y modela para conquistar un buen partido, lo que no es sino encontrar un hombre a quien debamos servir con devoción y recato. No se nos enseña a ser felices, mucho menos a encontrar detrás de cada ventana o puerta el placer para el que estamos hechas.

Desde la visión patriarcal impuesta por siglos, santificada por las distintas y variadas creencias religiosas, nacimos para reproducir la especie, engendrando hijos y cuidando abnegadamente de sus padres. Pero resulta que también desde tiempos inmemoriales han existido mujeres que, al menos en sus pequeños grupos, se han revelado y declarado que antes que madres somos mujeres, y que si para concebir debemos copular, los coitos no son simples actos reflejos o instintivos, sino el encuentro del placer en su más clara y completa descripción.

Las relaciones sexuales están, en consecuencia, mediadas y condicionadas por el placer, sean o no para concebir descendientes. Tener hijos es gratificantes y hermoso, pero sentir el placer sexual junto a un hombre no tiene que estar condicionado a que debamos quedar embarazadas.

Tal vez por ello es que el buen amante no es necesariamente el mejor marido, y este, en muchos de los casos, no es el amante deseado. El amante es con quien, paso a paso, beso a beso, caricia tras caricia, atravesamos los umbrales del placer y nos prodigamos el gozo completo. Es con quien un solo roce de manos o de ropas nos electriza de pies a cabeza. Es el que nos hace humedecernos por debajo con el fuego de sus besos en la boca. Al que permitimos, y hasta pedimos, sin prejuicio ni vergüenza, que nos bese y mezcle su saliva con nuestro humedad vaginal. El amante es el que nos hace derretirnos, casi literalmente.

El amante no es de ronco dormir o maloliente despertar. No es de buenas noches de espaldas y buenos días cada quien por su lado. Eso es el marido, con quien podemos compartir penas y alegrías, paseos familiares, agrias discusiones sobre gastos familiares, sonrisas y alegrías ante éxitos y logros. El marido, el esposo si hay papel firmado, es la pareja para el sexo tranquilo de fin de semana, el compañero para los orgasmos difíciles y hasta fingidos, con quien encanecemos tranquilas, con él compartimos, gustosas, deudas y ganancias.

El amante no es nada de eso, y muy pocas veces es el mismo hombre. Es el que nos dejó huellas imborrables en la piel, el que supo llevarnos al delirio con un beso/mordisco en los pezones, a quien con ansia y sin remilgos acariciamos golosas hasta bebernos la última gota de su líquido seminal. El que, con solo recordarlo, volvemos a disfrutar al máximo nuestra sensualidad.

El amante no es para todos los días pero, como los maridos, tampoco se encuentra a la vuelta de la esquina. Muchos fueron primero eso, para luego quedarse en el aburrido compañero de cama en noches sin más placer que las suaves sábanas. Otros, felizmente desaparecieron a tiempo, y los recobramos en la memoria cuando el que nos besa fríamente en la cama trata de llevarnos al orgasmo. Porque no hay mayor placer que imaginar que nos toca por detrás cuando el de carne y hueso apenas si lo intenta por enfrente.

Amante y marido son, al final de cuentas, dos épocas y modos de convivir diferente. Los unos son furtivos, intensos, atracción completa, besos prolongados y profundos. Toques ansiosos, caricias extremas. Placer de pie, de rodillas, de frente o de espaldas. Orgasmos completos, con coito o sin él.

El marido es vida en casa, cama compartida con lecturas diferentes. Beso en los párpados, apretón de mano ante infaustas noticias. Largo andar por caminos más que conocidos. Coitos en búsqueda desesperada, y silenciosa, del orgasmo, otras veces obtenido, en otros brazos, en otras posiciones.


Fotografía, Marta Belaustegui y Marc Clotet en Amantes, por Marcos G., tomada de Marcos G punto

Ju Fagundes

Estudiante universitaria, con carreras sin concluir. Aprendiz permanente. Viajera curiosa. Dueña de mi vida y mi cuerpo. Amante del sol, la playa, el cine y la poesía.

Sin sostén

Un Commentario

Oscar Rafael 26/03/2018

Magnifico artículo sin sostén. Me parece bien.
Lo que es importante rescatar es que, los hombres, podemos podemos vivir exactamente lo mismo: tanto con la amante como con la «mi» mujer. Así las cosas….

Dejar un comentario