Ju Fagundes | Cóncavo/convexo / SIN SOSTÉN
Las relaciones sexuales no tienen como fin último la reproducción de la especie, sino el logro del placer erótico. Porque los humanos somos seres poseedores de imaginación y raciocinio, con los cuales disfrutamos de nuestro cuerpo. La reproducción podemos conseguirla aún sin contacto físico con el varón, y si bien hasta ahora es nuestro privilegio, nadie puede dudar que, algún día, tal vez no muy lejano, la ciencia nos depare la posibilidad de que ellos también puedan disfrutar, y sufrir, el proceso de la gestación y alumbramiento de nuevos seres humanos.
Si bien la mayoría de los hombres asocian la eyaculación con el placer sexual, y esta puede ser causa del embarazo, para nosotras el orgasmo no se da cuando se produce la fecundación, sino cuando nuestra mente y cuerpo se ponen en sintonía para disfrutar de lo más íntimo y placentero de nuestro ser.
El disfrute sexual, en consecuencia, no se reduce a la excitación masculina, a la penetración, eyaculación y punto. Eso ni ellos mismos lo gozan, es tan primario que hasta los mamíferos más desarrollados no lo hacen. El placer sexual está en el juego erótico, en lo antes y después de los orgasmos, que no tienen por qué ser únicos en cada encuentro, ni mucho menos centrados en el placer del varón, como en muchas notas periodísticas supuestamente especializadas se promueve.
Y es que el placer erótico es marcadamente un territorio femenino. Somos nosotras las que al disfrutarlo lo compartimos, por lo que en ese tipo de melodías somos las autoras de la letra y la música, las que decidimos no solo la tonalidad sino el ritmo y el compás. Somos la razón, sentido, sujeto y verbo del juego erótico, y eso aún cuando los hombres lo practiquen en solitario, pues lo que tendrán en mente será, generalmente, una mujer. Ellos son, cuando mucho, el objeto, el instrumento, sin el cual, es muy cierto, tampoco es posible ese intento y maravilloso placer.
Es por ello que el placer, que llega a su extremo en el orgasmo, no tiene como condición, única, que el varón nos penetre hasta el fondo, con su impetuoso egoísmo. No. El placer está en el estímulo de toda nuestra sensibilidad erótica, que tiene sus fibras más sensibles en el clítoris y las áreas próximas. Es allí donde el placer se construye y produce. Es por ello que el toque suave, cariñoso, húmedo, en esas partes, nos hace vibrar y construir cielos repletos de estrellas y ángeles. Si es con el pene mucho mejor, pero para ello son necesarias fuertes dosis de sensibilidad y entrega de parte del jugador masculino, quien no puede entrar dominando, imponiendo su generalmente urgente necesidad de eyacular, pues, si eso es lo único que quiere, el tubo de su mano y el depósito del retrete son más que suficientes.
La presencia dura, excitada, ardiente del miembro masculino entre nuestras piernas es un fuerte estímulo, no solo para nuestras sensaciones, sino para nuestras fantasías, pero para que ese estímulo crezca y dé su fruto, son indispensables las caricias que ese músculo, bastante torpe por su dureza, haga en nuestras membranas y clítoris. Su ingreso triunfal no puede ser directo y profundo, porque la sensación durará apenas unos segundos, debe llegar a la puerta, hacer intentos por entrar y salir, de modo que más que empujes sean caricias dulces. No puede entrar a empellones y a la fuerza, porque llega como visitante amable y no como invasor indeseado.
Por ello el juego, la conversación suave y amable en la puerta, con invitación cordial para el ingreso pero con pasos lentos, es el anuncio del placer mutuo y completo. Él demorará mucho más en explotar, en lanzar por los aires, o en la recámara vaginal, sus líquidos, con un placer más intenso, más prolongado, y ella sentirá el gozo completo, prolongado, porque los estertores de abrirse y cerrarse que fueron voluntarios y programados al inicio, se producirán intensos, profundos e involuntarios después.
Si él se sumerge en las profundidades, es complemento y no razón del placer, pues será el paso por el pasillo de entrada el que nos dejará las delicadas sensaciones de su presencia, afecto y ternura.
Imagen principal tomada de Revolución 3.0
Ju Fagundes

Estudiante universitaria, con carreras sin concluir. Aprendiz permanente. Viajera curiosa. Dueña de mi vida y mi cuerpo. Amante del sol, la playa, el cine y la poesía.
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