Ni deberíamos de estar aquí

Enrique Castellanos | Política y sociedad / ENTRE LETRAS

Ni deberíamos de estar aquí, ¡mirá alrededor!, todos comiendo. Como ausentes. ¡Oí el murmullo!, como río de selva. Parece un nudo de charlas. Gritería de café. Ni deberíamos de estar aquí. ¡Mira afuera!, cada quien con su vida, ni se hablan. Ni se ven. Solo ven que viene gente y que va, y ni se ven. Se ignoran. Todo el mundo se ignora.

Afuera la vida, cada quien con su vida. Todos saben que ahí están, pero da igual, ni miradas ni nada. Como que tuvieran un sensor para no toparse unos a otros. Escasos centímetros de los pasos. A veces la ropa se topa, las puntas de las chumpas, los abrigos. Se sienten los olores. Se oye las respiraciones, los jadeos. Pero, nadie se mira a los ojos. Todos pasan sin mirar.

Afuera, la vida, cada quien con su vida. Saber qué pensará la gente. El país agrietado. ¿Viste lo de ayer?, las fuerzas oscuras se tensaron. Sacaron más las uñas, o las garras. Parecen depredadores volando tras una gacela. Planeando a su alrededor. Algunos ya se posaron en ella. Solo esperan el momento para picarle los ojos.

Afuera la vida, cada quien con su vida. Y los rapaces a la acción. A mansalva. Acción tras acción. La gente en la larga cuesta de enero. Y los depredadores al festín. Mirá, algo se deberá hacer. Algo desde adentro, algo desde abajo. Algo desde la conciencia profunda. Algo desde la memoria colectiva. De algún modo debemos detener a los rapaces. Dice la voz popular que los rapaces solo pueden vivir al asecho y atacan cuando es seguro que la presa es débil. Atacan en banda y son cobardes. ¿Qué nos queda?, … salgamos de este cómodo y tibio rincón placentero de charlas y café. Vamos, sumémonos a la calle.