Neokitsch: prisionero de los objetos

-Ramiro Mac Donald / ALIQUID STAT PRO ALIQUOT

El kitsch es un fenómeno social universal, permanente; de gran envergadura es un fenómeno connotativo, intuitivo y sutil;
es uno de los tipos de relación que mantiene el hombre con las cosas, un modo de ser, más que un objeto o aun, un estilo.
Abraham Moles, El kitsch

El ambiente navideño satura estos últimos días del año y reaviva la quimera consumista, compulsivamente. Recorre los centros comerciales transmutados en templos catedralicios de placer popular para despilfarrar el aguinaldo, y más. Theodor Adorno señalaba al kitsch como una basura sentimental. Abraham Moles pensaba que lo estridente puede ser kitsch. Como buen signo (pues sirve para mentir) mucho de lo que veo y oigo en estos días, refleja estridencia, masividad.

Moles, ingeniero acústico, sociólogo, filósofo y semiólogo, me acercó a una función de las ciencias sociales: reflexionar sobre la imagen que construimos este mundo, al que algunos estamos destinados a soportar. Desde siempre enfoqué mi pasión académica buscando intentar descubrir la fórmula para abrir caminos. Fue en la semiótica, plataforma científica especializada, en donde encontré espacios para ensayar la comprensión de los misterios vitales.

Moles planteó que la sociedad debería orientar su estudio hacia las relaciones del individuo con las cosas, puesto que estas son productos sociales. Y todo, todo lo que usamos, según la semiótica, se convierte en signos y símbolos que le dan sentido a nuestras vidas. También sinsentido. Por lo tanto, es lícito denominar cultura a ese ambiente artificial creado por el hombre. Y estas frases cobran hoy una realidad indiscutible.

El contexto en que vivimos está compuesto por tres elementos que Moles identificó como el decorado artificial de nuestras vidas: plástico, acero y vidrio. Estos elementos se insertan en la experiencia urbana convertidos en objetos cotidianos. A esto vale agregar las imágenes de las comunicaciones de hoy, las cuales se integran en un espacio psicológico insondable que la existencia misma de la verdadera naturaleza permite cuestionarse, legítimamente. Porque ahora también hay otra naturaleza, la artificialmente creada, recordaba Moles. Seguramente preconizó la realidad virtual, poco más de diez años antes de ser lanzada por el espacio de la infinitud que es la web.

Este pensador francés aconsejaba, a quienes aspiramos desentrañar las relaciones entre los seres humanos, que debemos ocuparnos en forma pertinente de hacer correspondencias entre los mediadores de esa sociedad contemporánea y sus usuarios. Esos mediadores, Moles los llamaba “cascarones espacio-temporales” de la vida cotidiana. Estos cascarones (los mensajes enviados) son los signos de los lenguajes actuales y las imágenes en revistas, las televisivas y del cine (hoy también de la computadora), que se terminan convirtiendo en uno de los aspectos más importantes de la vida contemporánea para las masas.

Quienes hoy viven inmersos en internet y pendientes de la televisión, sueñan con convertirse en ídolos de música, o mezclarse como fragmentos videoproyectados en las pantallas de millones de colores, que transforman a las personas en luces que van al infinito. Desde esa ¿nueva? realidad virtual, Santa Claus posmoderno emerge con su sonrisa bobalicona y recurrente cada fin de año. Invade la música navideña, inoportuna y a veces insoportable, desde todos los rincones de un planeta consumista. Renos de cartón bailan con el viento tropical de Guatemala, al compás de campanitas que resuenan en la última versión del jingle de fin de año.

Moles hablaba de la forma cómo nos relacionamos con las cosas, en esta época. Nos apropiamos de los objetos, los usamos como fetiche para colección o para decorar un conjunto, insertándolos en un escenario. También los utilizamos como “cosas” estéticas o como simples objetos transitorios, para desechar irremediablemente o bien como alienación posesiva que transforma a los hombres en prisionero de los objetos, pero a la vez con actitud kitsch. Palabra que en alemán antes significaba “gato por liebre”. ¡Ajá!

Años después, el concepto de kitsch fue rebautizado por Morin, quien hizo una especie de mezcla de todos los anteriores, al decir que caracteriza a una forma social que surgió en el siglo XIX con el nombre de cultura burguesa y que se puede aplicar, con un nuevo significante, a nuestro siglo globalizante de cultura consumidora: neokitsch.

Sumisión contemporánea que forma parte de la lógica del capitalismo, con su proyecto político de globalización o mundialización, es una perfecta estética barroca generalizada. Enlazo este recuerdo a Omar Calabrese, con su neobarroco posmoderno. El mundo resulta una desmesura. Mundo que es, más que nada, una concepción del consumidor y de sus cosas. Un mundo de inestabilidad, polidimensional y de mudabilidad. ¡Intuyo con sutileza tanta basura sentimental en esta época, connotando todo un estilo neokitsch de vida!

Ramiro Mac Donald

Semiólogo social. Académico de Ciencias de la Comunicación. Periodista.

Aliquid stat pro aliquot

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