Neofascismo, asesinatos y votaciones (II)

Vinicio Barrientos Carles | Política y sociedad / PARADOXA

Ante Dios y el mundo, el más fuerte tiene el derecho de hacer prevalecer su voluntad.
Adolf Hitler


En la primera parte de este artículo, se pudo hacer una somera introducción a lo que varios analistas han identificado como una potencial amenaza sociopolítica: el neofascismo. Se intentó explicar cómo el pensamiento irracional se incorpora en la mente de las grandes masas, mediante el adoctrinamiento sistemático basado en la condena apriorística de cierto modo de pensamiento, a través de la no pregunta y una decidida convicción psicológica fuertemente cargada de emotividad. De esta manera, se termina aceptando que algo es malo, porque lo es, sin razones ni explicaciones al respecto, únicamente porque «los buenos deben actuar de la manera prevista».

Citamos como ícono de este proceso de alienación colectiva, el caso de Adolfo Hitler, de quien se mencionan frecuentemente sendos crímenes cometidos por el régimen nazi, pero nunca se informa o se reflexiona sobre las causas de su innegable liderazgo o sobre la naturaleza de las ideas del sistema que representaba. Al eludir cualquier tipo de reflexión o crítica valorativa de las ideas involucradas, se fomenta una actitud dogmática que, al margen del pensamiento analítico serio, dará por resultado una actitud enérgica, fundamentalista y eminentemente irracional, la cual conformará, con el tiempo, una cosmovisión radical en contra de cualquier sistema de pensamiento diferente al que se desea implantar.

Con relación al ejemplo, conviene destacar algunos aspectos relevantes. Primero, obsérvese la mixtura en el nombre Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, el cual emergió al calor de una cultura racista y ultranacionalista de las fuerzas paramilitares que combatieron los levantamientos comunistas producidos tras la revolución bolchevique. Se trató de un movimiento radical ultraderechista, con finalidades anticomunistas, pero revestido con doble vestimenta: por un lado el nacionalismo típico de la derecha y por el otro el socialismo emergente de la izquierda. En términos pragmáticos, el partido utilizó el término socialismo para atraer a la clase obrera, al tiempo que utilizó el término nacionalismo para atraer a los sectores adinerados más conservadores.

Imágenes tomadas de BBC y Alainet.

En terminología actual, se trató de un populismo, caracterizado por ese discurso manipulador y demagógico orientado a la obtención de votos, esto es, una dictadura en ciernes disfrazada de democracia. Así, el partido conquistó a la clase obrera con una marcada retórica anticapitalista, aunque en el fondo fueran financiados por las grandes empresas industriales. Como contraparte, el racismo fue el eje central de la ideología derechista que, predicando la eugenesia y la pureza racial, impulsó una limpieza social en su nación (discriminación de judíos, discapacitados, homosexuales, testigos de Jehová, africanos y otros disidentes políticos inmigrantes). En todo este proceso, la manipulación masiva fue posible gracias a un componente clave: la propaganda.

El lector podrá descubrir interesantes paralelos con la hegemonía geopolítica del Sr. Trump, tanto en su ascenso al poder por la vía de las mentiras, como del sistema mediático determinado por las redes sociales y la denominadas fake news. En este contexto, la increíble xenofobia de gran parte de la población norteamericana ha acuñado un término novedoso: crímenes de odio. El ejemplo más reciente de estos atentados racistas lo proporciona el ataque armado en El Paso, Texas, realizado por el joven Patrick Crusius, de 21 años.

Imágenes tomadas de El Comercio e Infobae.

¿De qué se trata todo esto? Como antípoda de la satanizada ultraizquierda revolucionaria, llega el momento de señalar el polo opuesto, la ultraderecha conservadora, caracterizada por este otro concepto: el fascismo. Justamente Hitler y Mussolini, y quizá Trump, vienen a ser los representantes idóneos del extremismo de la derecha, entendiendo ahora por qué durante el conflicto armado en nuestro país estos conceptos se mantuvieron en reserva total, propia de este silencio adoctrinante e irracional que hoy justamente estamos señalando como nocivo y corruptor de la democracia.

Lacónicamente expresado, el fascismo es una ideología de carácter totalitario y antidemocrático, y la etimología del término alude a los signos de la autoridad en los magistrados de la antigua Roma, basándose en la exaltación de valores como la patria, la raza o el credo, como justificantes de la autocracia. Con conceptos como estos es posible manipular a las masas, poco pensantes, y de ahí la derivación alienante del nacionalismo y de la denominada soberanía nacional, que implica una visión única de la cultura y de lo socialmente aceptable. Por ende la opresión de las minorías o de las formas inaceptables de pureza, todo ligado a un fuerte militarismo inseparable del sistema. Importantísimo observar que si en los totalitarismos típicos de izquierda el enemigo sociopolítico es interno (léase la burguesía), en el fascismo, el totalitarismo de derecha, el enemigo está identificado como un ente exterior, aunque este radique en lo interno del país.

El peligro radica en desechar de tajo a una parte de la población por no ser merecedora de esa emblemática visión de país, siendo sistemáticamente minusvaluada. Para nada nos es ajena esta forma de pensar, tanto en el caso de una supuesta supremacía blanca, como en la propugnada superioridad del extranjero sobre el mestizo y de este sobre el indígena. La irracionalidad va atada a los temores que conducen a la violencia y mil males más. En la variedad de espectros políticos destaca el gráfico de Pournelle, en el cual uno de los ejes está determinado por la racionalidad o irracionalidad que debería conducir al Estado, siendo los extremos totalitarios justamente el comunismo (racionalidad) y el fascismo (irracionalidad). Para muestra del peligro de esta irracionalidad colectiva, véase los muertos y heridos que este fin de semana produjo un conflicto futbolístico en un estadio de Honduras.

Por otro lado, la psefología apunta a una particular interpretación del sentido de nuestro voto político presidencial en las dos últimas ocasiones, en las cuales la candidata perdedora fue etiquetada de manera tal que se lanzaron consignas, las cuales alertaron el arsenal subliminal que redundó en un evidente y masivo rechazo. Consignas tales como «nos convertiremos en otra Venezuela» o «es nuestra última oportunidad para salvar a Guatemala del comunismo» circularon ampliamente. La respuesta fue inmediata y contundente, y sin ánimo de defender postura política alguna, puedo señalar que debe condenarse la falta de libertad para una decisión consciente, comprensiva y razonada, que es la única forma de asumir una responsabilidad ante el voto. De esta guisa que la tesis de un voto radicalmente irracional debe ser revisada y confrontada a profundidad.

Imagen elaborada por Vinicio Barrientos Carles.

De suerte que ante estas amenazas globalizadas, agentes internos y externos se han manifestado en alerta para que cualquier retroceso histórico sea refrenado. El equilibro en un sistema basado en pesos y contrapesos solo puede obtenerse de la interacción libre de la diversidad de fuerzas que propugnen por una mejor sociedad, más participativa, ajena a todo tipo de manipulación mediática, para lo cual, nuestra comprensión de lo que acontece será el primer paso a realizar. Para ello, la lectura y la respetuosa compartición de ideas es un derrotero seguro y acertado en la persecución de una democracia más sólida y racional.

Imagen tomada de Publinews.


Imagen principal editada por Vinicio Barrientos Carles.

Vinicio Barrientos Carles

Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.

Paradoxa

Correo: viniciobarrientosc@gmail.com

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