Edgar Rosales | Política y sociedad / DEMOCRACIA VERTEBRAL
Las diversas anomalías presentadas durante las elecciones generales celebradas el 16 de junio, aunque no constituyen fraude ni representaron incidencia grave en el conteo final, han servido como argumento para culpar a los magistrados del Tribunal Supremo Electoral (TSE), de haber dirigido un proceso cuestionable e incierto, que minó la credibilidad acumulada por dicha institución durante varias elecciones.
Sin embargo, si de algo se puede responsabilizar al TSE es de no haberse portado a la altura de las circunstancias. Hizo falta colmillo político para entender que las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos de 2016 les imponían procedimientos complicados y sin precedentes, cuya implementación exigía máximo cuidado.
Era necesario contar con una adecuada estrategia de comunicación, antes y después del proceso. Fue evidente la debilidad de respuestas, y no se midió el tiempo adecuado ni el discurso apropiado para explicarle a la población que los datos obtenidos por las juntas electorales eran los únicos oficiales y los que fueron subidos a la página web del TSE eran preliminares, sin valor alguno, como siempre lo fueron en todas las elecciones anteriores.
Empero, de ahí a pedir su cabeza –como han insinuado algunos payasos de la ultraderecha– es una exageración injustificada. Lejos de descargar toda la culpa en los magistrados, se debe denunciar el rol que algunos opinadores desvelados, dirigentes partidarios con escasa formación y excandidatos perdedores han jugado a favor de la anarquía, con precarias opiniones que buscan fortalecer la idea de un fraude electoral que nunca existió.
Veamos una nimiedad que magnifica el Partido Humanista de Guatemala (PHG), que postuló a Edmond Mulet y que además de pedir que se anulen las elecciones, en un comunicado señala: «El responsable de informática del TSE aceptó que se habían duplicado los resultados de las elecciones lo que resultó en beneficio de unos partidos y en detrimento de otros. ¿Cuáles son los resultados reales?».
La realidad es que, aunque se reconoció un error de programación, este nunca «duplicó» resultados, sino los «replicó». Es decir, al digitar los votos de determinada cantidad de partidos –20 dicen los informáticos del TSE–, la programación automáticamente repetía los datos del partido número 1, asignándolos ahora al partido 21 en la lista. O sea: los replicaba, pero no los agregaba a la sumatoria del partido 1, en cuyo caso sí sería correcto hablar de «cantidades duplicadas».
En otra parte del comunicado de marras se asegura que «Al impedir el recuento de votos, se corta la posibilidad de saber con certeza qué candidatos presidenciales deberían pasar a la segunda vuelta». Lo anterior es en referencia a las audiencias de REVISIÓN de actas, no al recuento de votos. Esto último solo se produce en las juntas electorales y en presencia de los fiscales de los partidos políticos.
Además, es falso que «no hubiera certeza de las dos candidaturas» que pasaron al segundo turno. Esto siempre se supo y la suma de todas las anomalías o errores informáticos jamás podrían alterar las cifras obtenidas. Incluso, aunque fuese cierto que algunas boletas aparecían previamente marcadas a favor de la UNE, se habría necesitado replicar dicha acción más de 504 856 veces –tal la diferencia con el segundo lugar– y cooptar a 112 495 integrantes de juntas electorales para que se hicieran los locos a la hora del escrutinio, y entonces sí, alegar fraude o «falta de certeza».
Lo anterior conduce a aclarar otro elemento: las anomalías identificadas corresponden solo a las boletas para elegir diputados y alcaldes. El conteo de los votos presidenciales no presenta mayores dificultades, por lo que resulta ineludible preguntarse: ¿un fraude para alterar la composición del Congreso y de las corporaciones municipales y no así para la Presidencia?
Después de todo lo acontecido, debemos señalar que la amarga experiencia de una pésima digitación de datos, al final, nos deja importantes lecciones para garantizar una segunda vuelta inmaculada (aunque no faltarán acciones de los fundaterroristas, libertaroides, efecenistas, marroquineros y demás hierbas, que se confabulen para terminar de ensuciar el proceso).
Nos enseña también que, por ignorancia o mala fe, la mayoría de dirigentes partidarios y excandidatos presidenciales desconoce radicalmente las reglas del juego electoral y, con mayor razón, su letra menuda. Además de mostrar muy pobre cultura política al poner en riesgo la democracia y alegar fraude sin presentar nunca pruebas irrefutables. Aún no entiendo qué alegaban los malos perdedores que no llegaron siquiera al 1 % de sufragios.
Así que, nos parezca o no, la idea de fraude electoral nunca tuvo sustento y nuestra atención debe centrarse en las propuestas de las dos candidaturas que pasaron a segunda vuelta. Y el TSE, ahora más que nunca, está obligado a hacer todos los esfuerzos necesarios para recuperar la credibilidad, mientras a la población le corresponde disponerse a brindarles una nueva oportunidad.
Ya lo hizo el G-13 en una reciente visita de respaldo a los magistrados. La noticia pasó semioculta, pero el mensaje fue clarísimo: «En la reunión, los embajadores y representantes de organismos internacionales expresaron su apoyo a la hoja de ruta establecida por el TSE, además de dejar claro que la comunidad internacional no aprueba que se califique el proceso electoral como “fraude”. Manifestaron también su preocupación porque crezca el llamado que hacen algunos sectores a la renuncia de los magistrados» («TSE: “hay una intencionalidad de desgastar el proceso electoral”». Prensa Libre, 27 de junio de 2019).
No hay otras opciones para la democracia… salvo para aquellos payasos perversos que, con la descalificación de los magistrados por hechos meramente operativos, en realidad buscan darle combustible a su proyecto de rompimiento constitucional.
Imagen principal tomada de República.
Edgar Rosales

Periodista retirado y escritor más o menos activo. Con estudios en Economía y en Gestión Pública. Sobreviviente de la etapa fundacional del socialismo democrático en Guatemala, aficionado a la polémica, la música, el buen vino y la obra de Hesse. Respetuoso de la diversidad ideológica pero convencido de que se puede coincidir en dos temas: combate a la pobreza y marginación de la oligarquía.
Correo: edgar.rosales1000@gmail.com
2 Commentarios
Al parecer el cambio generacional aún no llega en nuestro país, las generaciones que han destrozado nuestra nación no quieren ceder posiciones, de ahí que aunque nuestra realidad es vergonzosa desean continuar en el poder y por ello hablan de fraudes. Es necesario dejar la miopía y empezar a construir un país mas justo y con oportunidad de aprovechar sus potencialidades para beneficio de sus ciudadanos y no de personas extranjeras.
Sus textos riñen totalmente con la ética.
Sabemos que es una pluma al servicio de la UNE.
La credibilidad del periodista de opinión es su independencia.
Hay clamor por el desempeño opaco y corrupto del TSE.
Mejor espere que gane Sandra Torres y pídele ser Director del Diario Oficial.
No contamine nuestra lucha autónoma con sus textos propios de un pasquín.
Degrada a gAZeta y a quienes publicamos aquí.
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