¿Navidad? No, ¡naviventas!

Carlos Enrique Fuentes Sánchez | Política y sociedad / EL EDUCADOR

A veces, algunas personas se ponen a pensar que algo de religioso debe haber en esa fiesta llamada «Navidad». Además de la algarabía de las supuestas naviofertas, la navipropaganda, naviventas, naviextorsiones, navirrobos, naviconvivios, naviaccidentes, navipresos, navimuertos, etcétera, probablemente haya algo de religioso

Es que la gente comienza los preparativos para festejar la Navidad desde inicios de noviembre, como respuesta al bombardeo comercial de naviofertas y navipropagandas desplegadas por los grandes y medianos almacenes, ofreciendo de todo con alto porcentaje de rebaja, pero con los precios subidos para la ocasión. Y la gente muriendo por comprar en esta época.

Mientras tanto, los amigos de lo ajeno, los extorsionistas, exigiendo el bono navideño o el aguinaldo a las empresas de buses, de extracción de basura, a las pequeñas ventas de barrio, a las y los locatarios de los mercados, etcétera. ¿Pensarán los extorsionistas que en la Navidad hay algo de religioso?

En la oficina estatal, ¿qué vamos a hacer esta Navidad? ¿Dónde vamos a celebrarla? –En la oficina, pero hay que tener cuidado de que la prensa no se entere porque luego van con el chisme. Hay que pedir una contribución voluntaria a todos los compañeros de unos Q 200.00 para comprarle un regalo al jefe. Y al que no dé la contribución hay que decirle que se pasará la lista al jefe. Pero como ese dinero no alcanzará, tomaremos una buena cantidad de los fondos de la Secretaría y diremos que se gastó en regalos navideños para los niños pobres del altiplano. En la oficina de la empresa privada, lo mismo, pero allí no hay plata del Estado que malgastar. Solo hay que quedar bien con el jefe.

Llegada la fecha, viene el desmadre: se detienen las labores en la oficina. No se atiende al público o se le atiende muy lentamente, porque los «trabajadores» están celebrando la Navidad. Guaro, boquitas, discursos, entrega de canastas ¿navideñas?, bailes, discusiones, peleas, ofensas. Así se celebra la Navidad. Pero algunos dicen que esta fiesta tiene algo de religioso. Habría que buscarlo con lupa.

Ya «calientones» por los tragos, los muchachos, más que las muchachas, deciden seguir la fiesta en otro lado, donde haya más «libertad» y salen de la oficina y se van a otra parte (cantina, bar, «chupadero», casa particular o donde sea), para seguir libando. Ya borrachos y ya tarde, llamados por la esposa o la madre, tienen que irse a casa. Abordan su moto o carro y, ¡bueno!, ya sabemos qué pasa en un buen número de estos casos. ¡Feliz Navidad!, en el hospital o en el cementerio.

En el primer caso, en el hospital, entonces sí claman a un señor al que llaman Dios, Padre o Jehová, pidiéndole restablecerse pronto, porque tienen que ir a trabajar. Tal vez es allí donde la Navidad tiene algo de religioso.

Otro tanto ocurre en los hogares, donde todo es alegría, quema de cohetillos, cena de tamal o de pavo, arbolito, no nacimiento o Belén, entrega de regalos a los niños y algunos adultos, cigarros, licor, baile, «trinques», etcétera. Toda una fiesta pero no de Navidad. Es una simple y burda fiesta. Y continúa al despertar. Levantarse tarde, algunos no desayunan, ni sus hijos, porque mamá y papá están desvelados. Al almuerzo, otros tragos. Si se puede sigue el baile y demás. Pero algo de religioso debe tener la Navidad.

¿Y los jóvenes? Bien, gracias. Se comienza la farra desde la tarde del 24, con el estreno de Noche Buena. Novia, baile, traguitos, cigarritos y otras cositas. Algunos, los niños buenos, se acuerdan de llegar a casa a las 12:00 de la noche, a dar el abrazo a los padres e inmediatamente se vuelven a desaparecer. Aparecerán al otro día, a almorzar, si bien les va. Almorzarán y seguirán su ruta de esparcimiento. ¿Alguien le habrá dicho que la Navidad tiene algo de religioso? Es difícil porque una fiesta como esta no está para estar perdiendo el tiempo en esas cosas que se oían en tiempos de los abuelos. Hoy, la Navidad es consumismo, algarabía con licor, bailes, drogas, accidentes, muertos, etcétera. Pero es bueno insistir… ¡Algo de religioso ha de tener la Navidad!

¡Ah! ¿Los niños? Ellos son felices con sus juguetes, mientras más caros, ¡mejor! No importa quién los traiga, papá, mamá, abuelo, el «tío fulano» (así le dicen al amigo de la casa). ¡O Santa Claus! ¿Cómo olvidarse del viejito barbón que promueve las ventas y que obliga a los padres de familia a comprar juguetes caros? Pero «Santa» no tienen nada de religioso. Solo es promotor de ventas y sobre todo, de la venta de un refresco embotellado que tiene los colores de su vestimenta. Y, como todo comerciante, ¡no regala nada! Así que, aunque se le busque, no es fácil encontrarle algo de religioso a la Navidad. Pero da igual. Lo importante es embriagarse y gozar.

Carlos Enrique Fuentes Sánchez

Pedagogo y Educador, con 40 años de experiencia docente en los diferentes niveles del Sistema Educativo nacional; surgido de los barrios pobres de la Capital pero formado en diferentes departamentos de la republica. participante y decisor en procesos y redacción de documentos de trascendencia en la educación nacional en los últimos años. Asqueado de la historia de injusticia social que vive Guatemala desde la invasión Española, así como de la historia de masacres y crímenes políticos sufridos por la población, aspira a una Guatemala diferente, justa, democrática y humana, a la cual se pueda llegar por medio de una educación popular y revolucionaria, para todos y todas.

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