Intencionalmente, y casi a diario, escucho la radio guatemalteca. Como no existe una radio realmente de calidad en Guatemala, no tengo opciones, así que escucho la que al menos me parece aceptable entre otras. Haciendo a un lado noticias, programas de opinión y noticias diarias, hay algo que siempre he querido comentar. En lo que respecta a la comunicación social, en el negocio radial, la subsistencia es a través de los pagos de anuncios, los cuales reflejan un sector económico ambicioso. Sin embargo, este sector no puede prescindir de la música como lenguaje de comunicación y de captación psicológica a los consumidores, y por lógica a las masas, que son las receptoras de estos mensajes. Su meta es la aprehensión directa sensorial primaria y convencional.
Señalo dos cosas: los insoportables anuncios con “música”, de baja calidad, vulgar y además, copiada de temas muy conocidos y populares. Segundo, es el histerismo, gritos, letras baratas y excesivo volumen con el que idean los músicos –que componen bajo presión y contra tiempo– estas canciones, que usan pocos músicos en vivo ya que la mayoría se hace con samplers. Son las agencias de publicidad, las que idean y exigen el tipo de música para anunciar sus marcas lo mejor posible y así, satisfacer a sus clientes. Entre sus exigencias para anunciar su producto, piden el uso de los géneros más populares como salsa, merengue, reguetón, corrido, ranchera, cumbia, los cuales respeto, desde el punto de vista antropológico-musical, pero no simpatizo ni tolero escucharlos. Si al menos fueran mejor hechas, serían, a mi parecer, más toleradas.
No soy ningún purista ni rematado músico clásico. Me gusta la música bien hecha que sea bien pensada y que contenga ese elemento de forma musical, ideas bien fundamentadas e inteligentes musicalmente. Yo ya no compro ni acepto el argumento barato de “en los gustos se rompen géneros”; desde el punto de vista intelectual y metafísico, es una negación a la inteligencia, es mi opinión muy personal. Será elección de cada quien su relación con su propio desarrollo intelectual. Solo diré que es precisamente esa falta de discernimiento estético-sonoro, el que contribuye y afecta también nuestra sociedad. A decir de Platón, el arte es “de la Forma una imitación, y la educación, es su función”. Pensando así y usando a Platón como referencia, ejemplificamos entonces que la música simple y de baja calidad es la manera como una sociedad se ve y se refleja a sí misma. Si el arte es reflejo de la sociedad, en este caso, la música de entretenimiento y bailable, imita las formas más bajas de lo extravagante, fácil, simpleza y muchas veces cae en vulgar e histérica.
El desarrollo social en el campo artístico se mide por la calidad y no por la cantidad. Si lo que todos aspiramos, a decir de la filosofía, es a la felicidad, entonces tiene que ser una felicidad duradera, fundamentada en valores sociales y culturales y no en un histerismo trasnochado temporal. Esto también es así en otros campos humanos. Ese atraso conduce a un estancamiento cultural. Insisto que la reproducción e imitación de géneros simples, solo refleja una sociedad que escoge lo fácil, lo simple que no exige calidad mental alguna. Si observamos más de cerca, ese vacío cultural-intelectual se refleja en una sociedad menos humana, menos inteligente, menos sensible, menos tolerante y, por el contrario, más bulliciosa, histérica, violenta, la contaminación auditiva es severa, lo cual la hace ver tal cual es: más ignorante. Y pronuncio de nuevo, si el arte es el reflejo de la sociedad, entonces tenemos que poner atención a esa radiografía social que, para muchos, es extremadamente difícil de ver, especialmente para los que tienen el poder de cambiar esta falencia. El desarrollo social y lo estético son inseparables.
En este sentido, las radios, o la radio en general en Guatemala, han sido cómplices de la descomposición social, llevando al aire todo tipo de ruidos y programas sin calidad. Para ellos, es más fácil, más rentable y producen más ganancias. Es clara la falta de interés en llevar y masificar programas educativos, científicos, educacionales, transmisiones de conciertos en vivo (como existió alguna vez en TGW y la que fuera Radio Faro Aviateca) con música sinfónica, música de cámara, programas de música popular y tradicional, que pretendan educar e inculcar a la población una “apreciación musical”.
Como resultado de toda esa descomposición social, solo basta ver las condiciones sociales, el nivel de educación, la pobreza extrema, la violencia, la salud, la falta de moral y ética, la corrupción que se encuentran en Guatemala hoy más que nunca, para darse cuenta que, desde hace décadas, las cosas también andan muy mal en el campo estético.
Igor Sarmientos

Guatemalteco, director de orquesta, cellista, pedagogo e investigador académico. Ha dirigido las orquestas más importantes de Latinoamérica y Europa del Este. Cofundador del programa de orquestas en el Ministerio de Educacion. Exprofesor de la Universidad del Valle de Guatemala y Universidad de San Carlos. Actualmente profesor de etnomusicología y cello en la Universidad George Mason en Fairfax y director asociado de McLean Symphony Orchestra en Virginia.
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