Música electrónica para días grises

-Jorge Sierra / PALO DE MÚSICA

Ante estos días de vacas flacas para la música electrónica, aparece en la escena el nuevo EP Black Goo, de Gonzo Gonzo y Santiago Niño. Hay que decir dos cosas, que el EP se constituye de un solo tema compuesto en tres versiones, y que Santiago en realidad es colombiano, que hace mancuerna con el guatemalteco Gonzo, quizá uno de los más activos de la escena nacional, sea por sus constantes viajes donde le demandan como deejay/productor, por su proyecto Danzón Pérez (radio y revista) o por su sello discográfico Cacao Records.

Black Goo no es un disco rico en ofrecer diferentes producciones, sino en ofrecer diferentes variables de una mismo tema. Da la impresión que los productores y deejays se engolosinan hasta la infinitud en crear versiones o remixes de una misma pieza. Algo así como si Sam Smith presentara tres veces su nueva canción Too good at goodbyes, cada una con diferente instrumentación. Por supuesto, los deejays y productores pueden modificar o intensificar el tempo o adicionarle otras texturas, efectos y acordes, incluso hasta volverlas nuevas. Pero es un ensayo tras ensayo que no termina, porque son millones de combinaciones las que se pueden hacer. ¿Qué es esto? ¿Insatisfacción con lo hecho, un recurso facilón o hay insuficiente capacidad creativa para producir algo nuevo?

Esta modalidad de versionar y reversionar, que en realidad son maquillajes, comenzó alrededor del 2002, quizá se gestó entre productores que escuchaban alguna pieza de un amigo o colega famoso, y buscaban ponerle su particular gusto creativo a la creación. Era, digamos, una especie de camaradería entre colegas. Eso agradó tanto que hubo una época en la que muchos hacían sus producciones y autorizaban (abiertamente) a colegas a hacer su remix. Hoy, incluso hay una lista de remixes de todos los tiempos. A ese miramiento se ha llevado a la música electrónica actual, y Black Goo no es la excepción.

Acá primero escuchamos un remix de Allonso, con duración de un poco más de seis minutos y que difiere en mucho a la versión de Silk Road, que incluso la retitula como Sundays are happy days. Todo, dentro de los terrenos del techno y del house. Allonso le baja los beats por segundo mientras que Silk Road le aumenta. Si Allonso hace de esta versión algo expresamente más sencillo, con parones coloreados por sonidos etéreos y aullidos de vientos, reinicia con algo que suena a cuerda de arpa melódica pero sin dejar de caer en la reiteración. La segunda versión es más techno. Lista para meterla en las pistas de baile. En efecto, es un estímulo para el cuerpo impulsado por efectos sicodélicos. En su caso no presenta mayores sorpresas. Y en cuanto al último remix, el más largo con más de ocho minutos de duración, es el ya referido de Silk Road. Aquí se escucha un beat más marcado, más contundente, más sólido, al que le adhieren múltiples efectos. Incluso voz humana. Como se escucha, aparece un sintetizador espectral combinado con sonidos que parecen choques eléctricos. A todo esto, el beat se detiene por milésimas de segundo, solo para tomar respiro y continuar con otras sorpresas. Esta versión es la más interesante de todas, no solo por esa irresistible rítmica sintética que posee o por las capas sonoras que incorpora, sino por la originalidad de elementos que coloca en dinámicas distintas y por ese afán de crear un viaje sonoro por un universo solar.

Para oídos más exigentes se antoja repetitivo, y no se diga si se aman las armonías. Acá no hay mucho de donde escoger, y es que siguen criterios muy estandarizados de la música electrónica, donde no hay generosidad de obras, ni de minutajes, ni de inspiraciones. En cambio, es un disco digno sí, en cuanto a sonido y montaje, pero no estoy seguro si contribuye a una escena nacional que no se pinta optimista.


Portada del Ep Black Goo.

Jorge Sierra

Dedicado en los últimos 13 años al periodismo musical. Desde hace 40 años produce programas musicales de radio. Ha escrito para revista Crónica y en los periódicos Siglo21 y elPeriódico. Participó en el tomo V, de Guatemala: historia reciente (FLACSO) y en el Manual del músico independiente. Ha rebasado los cincuenta, pero no hay novedad musical en cualquier parte del planeta que se le escape.

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