Francisco Cabrera Romero | Política y sociedad / CASETA DE VIGÍA
No vamos a discutir que el mundial de futbol, como el de cualquier otro deporte, sea un espectáculo en su conjunto y que algunos juegos en particular sean especialmente emocionantes.
Pero, a la par, hay que decir que es un verdadero reto encontrar un medio que haga un relato y un análisis que no caigan en la «pendejada». En este sentido también hay que quedarse con el «menos malo». Ya sea en la radio como en la televisión, se perdieron los cronistas que además eran intelectuales de alguna rama y que ilustraban a la audiencia.
El signo más característico de las transmisiones futbolísticas es el acentuado machismo, que, incluso acentuado, pasa desapercibido para la mayoría de aficionados, tan acostumbrados a él. De manera que los cronistas lo reafirman y lo hacen socialmente digerible.
Sería al menos un acto de igualdad que los narradores, comentaristas y entrevistadores se presentaran en calzoncillos, poniéndose en similares condiciones en las que aparecen las presentadoras que promocionan las marcas y que «adornan» las transmisiones, a las que se les identifica como «la belleza del mundial».
El sexismo latino quedó más que vergonzosamente demostrado en la propia Rusia. El caso es que esas acciones de aficionados no son mucho menos que las que cometen sus relatores favoritos frente los micrófonos. La FIFA (que ya es mucho decir) se ha visto en la necesidad de pedir a las cadenas televisivas que no enfoquen a las aficionadas durante los partidos, porque esto desencadena rosarios de sexismo de quienes están para relatar los partidos y no otra cosa.
No sea que aparezca la imagen de una aficionada en pantalla y empiezan las medias palabras y sonidos que no significan otra cosa que el machismo aprendido desde la cuna y expuesto orgullosamente a nivel nacional e internacional.
Pero no acaba la cosa allí. Los cronistas del futbol se esfuerzan en mostrar algún atisbo cultural llamando «aztecas» a los jugadores mexicanos. A los peruanos se les dice «el equipo inca». A los argentinos, «los gauchos». Después de eso se pierde la atención en el partido y se queda uno pensando… ¡Qué alguien me explique!
No pueden completar los 90 minutos sin saludar a sus amigos, primos, padres, vecinos y más. A todos les insinúan que están disfrutando de una rica cerveza. ¡Es de locos esto!
No hay peor cosa para la inteligencia que una entrevista con un futbolista. Siempre las mismas preguntas y siempre las mismas respuestas. Hasta hace poco un entrevistador preguntaba regularmente a los jugadores… ¿Y ustedes vienen a ganar el partido? Pregunta por demás genial. Luego viene la pregunta sobre cómo está la moral del equipo y sobre cómo se han preparado para «enfrentar este que no es cualquier partido».
Pero las respuestas son todavía mejores. «Venimos a darlo todo», «el equipo contrario es un rival muy difícil y tiene lo suyo». Y así, en cada partido…
Más recientemente, las emisoras de radio y televisoras han innovado (¿?) enviando hasta Rusia a sus periodistas nada más que para entrevistar a los aficionados. Vaya forma de perder el tiempo.
Generalmente los cronistas tienen un equipo preferido y no tienen el menor cuidado de lanzar sus comentarios sesgados y burlescos contra los otros.
No saben explicar un partido. Si gana el equipo que menos tuvo la pelota se quedan sin palabras. Nada más que repetir las fórmulas que hablan sobre «la entrega» y «el compromiso» de los jugadores en el campo.
Pero hay que reconocer que están a la medida de su público. No ha de ser falso que durante un partido reciben cientos de mensajes felicitándolos y que gustosos leen al aire.
Por otra parte, deben ser efectivos para promover productos y crear tendencias. Después de todo, es la razón fundamental que los mueve.
Lejos están los tiempos en lo que se creía que detrás de un micrófono debía estar un maestro y que estar al aire representaba una responsabilidad para la que había que prepararse.
Eso ya no es. Ahora son aficionados detrás de los micrófonos. Haciendo chistes, hablando de otros temas que no vienen al caso.
¿Será demasiado pedir un mejor periodismo de deportes?
Imagen de portada tomada de Lo que dijo Orlando.
Francisco Cabrera Romero

Educador y consultor. Comprometido con la educación como práctica de la libertad, los derechos humanos y los procesos transformadores. Aprendiente constante de las ideas de Paulo Freire y de la educación crítica. Me entusiasman Nietszche y Marx. No por perfectos, sino por provocadores de ideas.
4 Commentarios
Es que en latinoamérica cualquier pendejo puede ser comentarista, locutor ó reportero; pero si son pésisisísimos en el amarillismo habitual, doblemente peor son en lo deportivo. Tendrá que ver la universidad en la preparación de estos especímenes?
Sin duda que las universidades tienen responsabilidad. Pero también las empresas de noticias que no tienen criterios (ni escrúpulos) para contratar.
De acuerdo Francisco! Terribles los narradores y comentaristas. El sexismo por un lado y racismo por otro. En un partido fue lamentable escucharlos alabando «el porte», la altura y fuerza de un equipo europeo. Y luego los mismos, haciendo bromas sobre la apariencia de los coreanos. Terrible!
Gracias Silvia. Sí, es una pena y una vergüenza la forma en la que se refirieron, en más de una ocasión, a ciertos equipos. Lamentablemente todo muy naturalizado.
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