Victoria Aurora Tubin Sotz | Política y sociedad / Q’ASAXIK TZIJ (TRASLADANDO PALABRAS)
Uno de los conceptos que ha contribuido a la anulación y a la criminalización de los saberes ancestrales de los pueblos originarios, como el Maya, ha sido la civilización. Todos los conocimientos que se han importado del occidentalismo han sido considerados ciencia, aunque carecieran de ella, los conocimientos ancestrales han sido desechados a través de los procesos civilizatorios, los cuales han sustituido comportamientos y pensamientos para responder a la manipulación y control desde los cuerpos y las emociones, como aportó Norbert Elias.
Aunque los procesos civilizatorios han sido violentos, los pueblos originarios han mostrado su resistencia de lucha, y no necesariamente violenta, con la convicción de que sus saberes y la claridad del ser maya, de los significados profundos de la vida, deben continuar pese a la violencia estructural, sistemática y psicológica. Uno de esos aportes es el de las iyomab’, más conocidas como comadronas. Ellas han adquirido un conocimiento ancestral sobre el cuidado del cuerpo de manera integral, porque son pediatras, obstetras, ginecólogas, psicólogas y sabias entre muchos saberes sobre la vida.
Son conocimientos que se obtienen desde su relación con la naturaleza, la transmisión de conocimientos a través de la oralidad que inicia en su niñez, además de relacionar e interpretar sus sueños que conectan con la energía de su ser. Algo más profundo que ejercer un trabajo de manera mecánica, no solo es ayudar a la mujer parturienta a recibir el o la bebé, ha habido un acompañamiento en todo el proceso de gestación. Por eso ellas son reconocidas como las abuelas y las lideresas que tienen autoridad en la comunidad, porque se ganan el reconocimiento comunitario a partir de sus aportes. Ellas caminan largas rutas para llegar a ver a sus pacientes, se desvelan y no miden tiempo para acompañar a las que necesitan de ellas.
Estas mujeres merecen ser reconocidas por el Estado y no solo por la comunidad, su aporte ha sido elemental en ausencia del Estado en el área rural. Porque sus saberes no han sido a través de la educación oficial, han sido una herencia ancestral de conocimientos que se ha trasladado a través de la oralidad. Además, su trayectoria se debe al servicio social, al amor a la vida, a seguir acompañando a las mujeres de una manera integral que garantiza la salud en la edad reproductiva y las que ya pasaron por esta etapa de su vida.
Sin embargo, la construcción de un Estado racista, colonialista, que abraza el proceso civilizatorio para que haya desarrollo, no permite ni valida estos aportes, llegando al extremo de que a través de las instituciones creadas se obliga a las mujeres a no seguir ejerciendo su labor. Esto ha pasado por varios procesos, entre ellos la criminalización, al acusarlas de las muertes de mujeres embarazadas, en el momento de dar a luz. Se les señala a la falta de higiene y que esto causa la muerte de las mujeres, sin mencionar o reconocer que la salud pública no llega a todo el país, que la ejecución del presupuesto nunca ha sido equitativo a la población. Los departamentos de mayoría indígena no tienen el mismo presupuesto que los departamentos donde no hay muchos indígenas.
Además de esto, las iyomab’ han pasado por situaciones de violencia desde el Estado, solo al constituirse el Registro Nacional de las Personas -RENAP-, se aprovechó para exigir que las mujeres que ejercen esta labor deben estar inscritas y contar con el aval de instituciones encargadas de la salud, solo así podrían emitir documentos que sustenta la inscripción de los y las bebés. Algo que vino a generar una serie de problemas en muchas de las mujeres abuelas iyomab’, porque a ello se une una serie de requisitos que las condiciona a seguir aportando, además de institucionalizarlas. Porque les exigen que aprendan a ser higiénicas para atender a sus pacientes, insistiéndoles que sus conocimientos son retrógrados y del pasado.
Esto ha generado que muchas de las abuelas que tienen sus conocimientos ancestrales se resistan a ser parte de esa instrumentalización e institucionalización, ya que las violentan y no las dejan hacer lo que ellas hacían antes en sus comunidades. Por lo tanto, los conocimientos y prácticas se están perdiendo porque las abuelas ya no están participando en su aporte ancestral, lo único que está generando es que otras mujeres que no poseen estos conocimientos ancestrales son las que se someten a «estudiar», pero bajo el manto de la civilización que responde a conocimientos occidentales que reproduce patriarcado, clasismo y racismo.
Las que por amor a su labor comunitario han aceptado esa institucionalización, han sido maltratadas por las diferentes instancias de salud, desde quitarles el carné hasta sacarlas de las salas de parto al momento de dar a luz sus pacientes. El personal médico no se ha preparado para superar los altos niveles de racismo, clasismo y patriarcado, porque siguen reproduciendo el egocentrismo y por ello rechazan a las mujeres iyomab’, además de violentar a las mujeres que son sometidas a estos tratos ya que ahora, por ley, las mujeres primerizas solo pueden tener a su bebé en un hospital y no se le permite a la abuela iyom atender a su paciente.
Victoria Aurora Tubin Sotz

Mujer maya kaqchikel, socióloga, magister en Comunicación para el Desarrollo y estudiante del doctorado en Ciencias Sociales, USAC. Soy crítica y activista en las diferentes luchas de los pueblos originarios, a partir de mi pertenencia étnica y ser desplazada durante el conflicto armado interno, con la desaparición forzada de mi padre y una familia fracturada.
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