¡Mujeres!

– Rodrigo Pérez Nieves/PIEDRA DE TROPIEZO

No sé quién las inventó. No sé quién nos hizo ese favor, tuvo que ser Dios…

Se acude a la biología para caracterizar a las mujeres, ciencia que sirve la mayoría de las ocasiones para infravalorarlas o para, en contraposición, como Arjona, elevarlas a los altares o sacralizarlas. Por naturaleza se les atribuye la debilidad, la inestabilidad. Esto hace que se les considere sujetos de segunda clase, necesitadas de tutelaje por parte del hombre («¡las mujeres y los niños primero!»). Son vistas como objetos de apropiación a las que cuidar y proteger, y en el mejor de los casos, motores de acciones importantes, pero ajenas («detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer»). Por el hecho de tener capacidad para engendrar, se impone a la mujer la preferencia por el vínculo, la resignación y el sacrificio.

Y tal parece que hoy no se es mujer a menos que se tengan los senos de Pamela Anderson, las piernas de Sharon Stone o las nalgas de Jennifer López. La sociedad de consumo fabrica deidades, fetiches, ídolos efímeros ante los cuales muchos se prosternan.

Y como hombres no lo queremos entender: la mujer no vino al mundo para ser un puntual y solícito agente del placer masculino, su misión no estriba en proveer la constante gratificación del macho. ¿Es acaso que unas libras de más privan automáticamente a una mujer de su derecho a ser amada?

Nada tan hermoso como el cuerpo de la mujer que lleva las marcas de la vida, del trabajo, de la maternidad: desde el punto de vista puramente cosmético es quizás menos glamuroso, pero el hombre sensible sabe reconocer en él la prueba de un rasgo sublime: la capacidad de amar algo o a alguien más que a sí misma, de postergar su propio ser en aras de un hijo, de una obra, de una misión trascendente. Las arrugas no son vejaciones infligidas por el tiempo, son títulos de gloria, condecoraciones que la vida confiere. Hay fuego en la mujer joven, pero en la mujer madura hay luz, esa luz purísima que vivifica en lugar de quemar.

Mujeres: Rigoberta Menchú cuando ausculta la verdad; la frente umbría de Nineth Montenegro, altiva en la lucha política; los versos de Ana María Rodas y Carmen Matute desmitificadoras guatemaltecas; la recordada Alaíde Foppa; columnistas como Lucía Escobar, Raquel Zelaya, Marielos Monzón, y cuántas más en el silencio del hogar: he ahí el linaje de mujeres que el mundo necesita desesperadamente. Lo demás, amigos, es mera superficialidad. Por ustedes… mujeres.


Fotografía principal proporcionada por Rodrigo Pérez Nieves.

Rodrigo Pérez Nieves

Ingeniero graduado en Alemania, columnista durante 12 años en el periódico El Quetzalteco, con la columna Piedra de tropiezo. Colaborador con los grupos culturales de Quetzaltenango y Coatepeque. Catedrático en la URL en la carrera de Ingeniería Industrial, sede Quetzaltenango. Libros escritos: Pathos entrópico (poesía y prosa), Cantinas, nostalgias de un pasado y el libro de texto universitario Procesos de Manufactura.

Piedra de tropiezo


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