Mujer de magia negra

Byron R.Titus | Política y sociedad / TRANSFORMACIÓN

Don’t turn your back on me, baby
Don’t turn your back on me, baby
Yes, don’t turn your back on me, baby
Stop messing about with your tricks…

Black Magic Woman
Carlos Santana (febrero 1968)

Quedaron de reunirse a eso de las seis de la tarde en el restaurante chino de la Avenida Bolívar. Esa mañana habían tenido reunión previa en la 16 calle de la zona 1 para repasar varias veces el operativo de propaganda para la noche.

Allí fueron llegando uno a uno, como acordado, «pidiendo una Pepsi bien fría, por favor» –para confirmar la identidad de los dos nuevos que empezaban esa noche–, la que empezaron a beber poco a poco hasta estar los seis. En menos de 20 minutos se juntaron dentro del restaurante, estaban todos listos, sentados en las mesas correspondientes, pues aunque a esa hora de la noche había mucho movimiento afuera, de personas esperando y tomando camioneta, no había mucha clientela dentro del restaurante del chino y fue fácil ubicarse en las mesas del fondo. Ciro se levantó a poner la canción designada en la rockola… «Cuando el compa ponga la canción Y si las flores, se levantan los primeros tres y se van a tomar la camioneta que los llevará a la colonia La Florida. Y al terminar la canción, se levantan los otros tres a tomar también otra camioneta en la misma dirección» –esas eran las instrucciones–.

De los seis, todos llevaban morrales de aquellos típicos de Totonicapán, y algunos zarapes, que en aquellos días no era fuera de lo común usar. Dentro de los morrales, propaganda subversiva, y dos de los seis jóvenes llevaban un arma corta y dos tolvas de repuesto cada uno.

Subieron a la camioneta, se sentaron separados y al nada más doblar la camioneta a la derecha para enfilar a la colonia La Florida desde la Calzada San Juan, tocaron el timbre y se bajaron en esa parada los primeros tres. «Bueno muchá, abuzados, los volanteadores adelante –les dijo el responsable de la seguridad–, y yo detrás por si las moscas. Cualquier pedo, ya saben, se van lo más pronto y lejos posible, yo me quedo cubriéndolos. No teman, por allí en la obscuridad hay refuerzos». (Nunca supieron si era verdad, pero era lo que les habían dicho).

Empezaron a recorrer la avenida dejando volantes debajo de cada puerta, sin saber qué hora era con exactitud, pero calculando que irían terminando a eso de las diez de la noche, las camionetas seguían pasando llenas. Más adelante divisaron al otro grupo en la acera opuesta, les llevaban, como acordado, una cuadra y media… Aquellas siluetas en la noche obscura les dieron más confianza, hasta que vieron venir un convoy del ejército. «Aguas», murmuró a los volanteadores. Inmediatamente se separaron, uno buscó refugio en un pasillo, el otro siguió adelante y el de seguridad se metió de inmediato detrás del carro que estaba allí parqueado. Los jeeps pasaron lentamente, en realidad los militares hablaban babosadas entre ellos y no veían a los lados. Pero el de seguridad, de todas formas, se quedó atento y los mantuvo en la mira, por aquello de que se toparan con el grupo de adelante, pero no siguieron y se perdieron al doblar a la izquierda rumbo a la colonia Primero de Julio.

Al verlos desaparecer se reagruparon, siempre previniendo su regreso, «ya nos falta poco mucha, sigamos». Y siguieron en el mismo orden y casi al mismo paso. La gente de la colonia sabía, no son babosos, pero se hacían los locos. En aquellos días, era típico ver a los grupos en las esquinas y allí pasaban los muchachos «buenas noches jóvenes», «buenas noches», respondían. Hasta la anciana vendiendo tortillas con chicharrón y tacos, los saludó y les ofreció su producto. «No gracias, doñita», le respondieron.

De igual manera; poco a poco fueron regresando al restaurante chino de la Bolívar, con cada uno que entraba se sentía un alivio inexplicable, hasta que por fin se juntaron todos. Conrado se levantó de su silla, se dirigió a la rockola y marcó F1, Mujer de magia negra… Empezó Santana a tronar, casi automáticamente se levantaron tres y se fueron poco a poco a sus respectivos destinos, a más o menos la mitad de la canción, «Don’t turn your back on me baby», le tocó al último. Salió a la puerta, ya casi habían desaparecido los demás, le hizo señas de pare al ruletero y sin saber lo que quería decir la canción se fue tarareando a Santana… Don’t turn your back on me, baby, don’t turn your back on me, baby. Yes, don’t turn your back on me, baby stop messing about with your tricks…


Byron R.Titus

Sociólogo, investigador científico y transformador. Conferencista y asesor internacional. Actualmente director del Regional Resource Center en Webster MA. Fundador y director del Centro de Transformación a la Excelencia. Vivo fuera de Guatemala desde la noche del dia de la virgen de Guadalupe 1975. Mi cumpleaños es el 15 y 16 de julio, resido -hasta que San Juan baje el dedo- en Nueva Inglaterra, EUA. Amante de las artes, particularmente la literatura y la música.

Transformación

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