Mujer contra mujer

Ana Carolina Martínez Hernández | Política y sociedad / OJOS FORASTEROS

Anteriormente he escrito del apropiamiento del cuerpo de la mujer. Todo contado a través de experiencias propias, representando de forma generalizada las experiencias que la mayoría cargamos tal viacrucis sobre los hombros. Ahora, sin embargo, quiero inquirir en la psique de la mujer.

El debate actual en Latinoamérica acerca de la legalización del aborto ha despertado parte de la identidad de las personas que no había sido confrontada hasta ahora, así como el reflejo del tema en la esfera política. En Guatemala no ha sido la excepción, pues aquí, más que avanzar, parece que las leyes acerca de lo que se define como aborto y su castigo correspondiente han sido tomadas por mentes conservadoras. Más que tema político, lo cual sería lo correspondiente, ya que Guatemala es un país laico según su constitución, el tema ha sido secuestrado por el discurso moralista, el cual se basa en valores patriarcales.

Lo que más extrañeza me evoca es la posición que las mujeres toman en este asunto. En ciertos grupos femeninos, el pensamiento crítico y analítico pasa a un segundo plano en el diario quehacer, ya sea por falta de tiempo, interés o educación. Para no ser excluidas del grupo conservador/religioso al que pertenecen, prefieren repetir el lema «No al aborto, sí a la vida» sin cuestionamiento alguno; ya que confían ciega y peligrosamente en los líderes religiosos de manera fanática, que, dicho sea de paso, son afines a ciertos grupos políticos. Digo peligrosamente, pues los mensajes de odio hacia otras mujeres, que luchan por el respeto de sus derechos o desean apropiarse de sus cuerpos es tal, que incitan al resentimiento y a la señalización de estas; inclusive están dispuestas a ver morir a niñas con tal de ser parte de un movimiento provida. Entonces, la pregunta es si aquellos que basan su odio hacia los grupos proderechos de mujeres son en realidad menos provida. Menos provida porque ponen en riesgo a niñas que dan a luz en una edad de alto riesgo; menos provida porque empujan a la clandestinidad a mujeres que recurren a clínicas insalubres para abortar, menos provida porque ignoran a la niñez que nace en condicionas exiguas, pues los padres no estaban en las condiciones de tenerlos; menos provida porque con tal de evitar la educación sexual en las escuelas, prefieren que los jóvenes corran riesgo de enfermedades venéreas o embarazos indeseados; menos provida porque apelan a la pena de muerte. Curiosamente, la mayoría de líderes de tales movimientos suelen ser hombres, pero crecer en una cultura patriarcal limita a los ciudadanos a ver el desbalance de la situación, pues las mentes están programadas a integrarse a este pensamiento.

Las mujeres están programadas a acomodarse al mandato del hombre, pues, como núcleo familiar, según la religión y la costumbre, es la cabeza del hogar. Por lo tanto, ven en aquella que empuja los límites de tal costumbre como una enemiga de la moral y los valores. Sabemos que este fenómeno no es algo nuevo, sino un ciclo repetitivo en la historia, la eterna lucha de la mujer por sus derechos. Lo vimos durante la inquisición y la quema de brujas en siglos pasados; lo vimos durante los encarcelamientos de las mujeres por la lucha del derecho al voto democrático, lo vimos en la discriminación hacia las madres solteras y lo seguimos viendo en los asesinatos a mujeres defensoras de los derechos de la mujer. Todas estas injusticas han sido enmascaradas y justificadas bajo el discurso de los valores, todas estas mujeres han sido vistas como impuras, inmorales, libertinas y demás denigraciones. La eterna lucha entre la Malinche y la Guadalupe.


Ana Carolina Martínez Hernández

Guatemalteca de nacimiento, danesa por opción desde el 2002. Con los ojos abiertos ante dos sociedades tan distintas y desafíos distintos. Bachelor en español y epañol latinoamericano, lengua, literatura y cultura por la Universidad de Århus; máster en español, lengua y cultura con especialización en historia por la Universidad de Copenhague.

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