Byron R.Titus | Política y sociedad / TRANSFORMACIÓN
A Conrado L. (+), amigo, compañero,
víctima de la represión del gobierno y los poderes paralelos.
¡Ah, los maravillosos años de la utopía! 1974 esquivando escombros y peligros siempre, con aquel GPS entre las sienes marcándonos el horizonte que entonces apuntaba a un mundo mejor y más justo, garantizando nuestro derecho a tener derechos, a ser, a poder existir en libertad algún día, que entonces parecía remoto. Inocentes, tiernos…
Buscábamos, ser libres, sacudirnos el yugo que no nos dejaba alcanzar nuestro potencial. Queríamos extender las fronteras intelectuales de aquel pequeño espacio llamado país, en que a duras penas solo un mínimo porcentaje sabía leer y un otro más alarmante, se moría de desnutrición infantil. Queríamos… reducir abismos de miseria, crear puentes, acabar con el hambre crónica, en sí crear otra sociedad donde nos pudiéramos ver a los ojos, no de abajo para arriba ni de arriba para abajo, pero vernos y trabajar juntos en un plano justo. Queríamos tirar al carajo la herencia clasista, falsa, que vergonzosamente nuestros antepasados permitían. Queríamos ser dignos, merecedores de oportunidades, soñábamos una vida más justa para la mayoría, sin favores, pero con oportunidad de participar, de reparar juntos el umbral de nuestra cultura milenaria, trabajar duro y disfrutar de los frutos como cualquiera. Librarnos de la represión, del acoso que nos perseguía sin piedad por ser o pensar diferentes, eso mismo que se inventó el cuco del comunismo, que prohibió el pelo largo y la minifalda.
En ese vértice preciso, durante nuestro ingreso a la Facultad de arquitectura de la USAC. Una tarde, parados junto al pasamanos del segundo piso, observamos con Raúl Chavarría, una de las lecciones más importantes de la vida sobre la actitud correcta ante el acoso. Abajo, al otro lado, un grupo de estudiantes antiguos, so pretexto del tal “bautizo”, trataba con lujo de fuerza, agarrar y tirar al medio del patio a unos estudiantes de primer ingreso –nuevos como Raúl y yo-. En medio del forcejeo, apareció otro estudiante antiguo y se plantó frente aquella gavilla de salvajes acosadores. Los cobardes empezaron entonces a acorralar, entre el pasillo y la pared, al estudiante (a quien reconocí como Conrado, el cuate de la brigada). Raúl y yo nos vimos, e inmediatamente nos bajamos a solidarizarnos con los nuevos y Conrado. Ya para entonces, éste se había quitado su chaqueta verde olivo y al vernos bajar a apoyarlo los otros nuevos se sumaron detrás de nosotros. Conrado se volteó, comprobó que le acuerpábamos, y listo, avanzó para hacer frente. Los cobardes acosadores, retrocedieron, se disolvieron, se fueron dispersando y jamás se volvieron a meter con nadie. Así nos reencontramos, resultamos de amigos y compañeros, en el grupo de andinismo de la facultad (GRADA). Lo reconocí porque recién veníamos de participar en la Brigada Otto René Castillo, bajo la dirección del “Tecolote” Arnoldo Ramírez Amaya y el “Bolo” Marco Antonio Flores, con quienes realizamos los murales de la Ciudad Universitaria.
Desde aquellos días nos preguntábamos con Conrado, ¿cuándo será que se entienda que la intolerancia y el acoso- bullying- ya sea ya por diferencia, ideológica, política, de género u otra es repugnante y no tiene lugar en la sociedad? Conrado, empezó a cuestionar la intolerancia y discriminación dentro de las filas de su organización para con militantes de otro género y demás, quienes en iguales circunstancias se jugaban el cuero, luchando por el mismo ideal, el mismo mundo, la misma utopía. El ejemplo de Conrado vive y sigue sosteniendo nuestras voces en protesta contra los intolerantes y acosadores. ¡Muera la intolerancia y la discriminación!
Byron R.Titus

Sociólogo, investigador científico y transformador. Conferencista y asesor internacional. Actualmente director del Regional Resource Center en Webster MA. Fundador y director del Centro de Transformación a la Excelencia. Vivo fuera de Guatemala desde la noche del dia de la virgen de Guadalupe 1975. Mi cumpleaños es el 15 y 16 de julio, resido -hasta que San Juan baje el dedo- en Nueva Inglaterra, EUA. Amante de las artes, particularmente la literatura y la música.
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