–Luis Felipe Arce | PUERTAS ABIERTAS–
En 1941, la Warner Bros. Pictures, estrenó la pelicula: They died with their boots on (Murieron con las botas puestas). La dirección de la cinta estuvo a cargo de Raoul Walsh y fue protagonizada por Errol Fyinn, Olivia de Avilland y Anthony Quinn. El guión de esta película se basa en la vida del mítico general Custer; el inicio de su carrera militar en West Point, su participación en la Guerra de Secesión y su trágico final en la batalla de Litlle Big Horn (Dakota, 1876) junto con el Séptimo Regimiento de Caballería a sus órdenes.
Tras una encarnizada lucha, su regimiento fue vencido, pasados a cuchillo y aniquilado por completo por los Siux, comandados por Crazy Horse, Caballo Loco (Anthony Quinn). La historia registra que Custer y sus hombres «murieron con las botas puestas», en cumplimiento de su deber y en pleno combate.
Esta expresión siempre estuvo asociada al hecho de asumir responsabilidades ante situaciones de alto riesgo; las botas, por lo general, siempre han estado ligadas a militares y caballeros, llegando a ser parte fundamental de su indumentaria. Enfrentar una crisis o entrarle con decisión y coraje a un problema grave y fundamental equivaldría a hacerlo «con las botas bien puestas». Si el personaje en cuestión no salía bien parado de la situación o perdía el pulso o la vida, era muy común que los enemigos le quitaran las botas, tanto por su valor simbólico cómo por su valor material.
Pero… NO todas las botas son iguales, y NO todas las causas son las mismas, agregaría yo.
Para poner un simple ejemplo, basta con fijarnos en la descarada teología de la doble moral y -en apariencia- incoherente secuencia de sucesos que han llevado al presidente Morales y sus impresentables asesores a un enfrentamiento inútil y totalmente injustificado con las Naciones Unidas sobre la NO continuidad de la Cicig e impedir el ingreso a Guatemala del comisionado Iván Velásquez.
A pesar de la resolución dictada por la máxima instancia constitucional del país, la Corte de Constitucionalidad, y amparándose en defender ese «orden constitucional» que ellos han pisoteado a su total conveniencia, han caído en un total desacato a la resolución del pasado domingo 16 de septiembre (ratificada el miércoles 19).
En su terquedad por dar una interpretación antojadiza a la mencionada resolución, nuestro «señor presidente de teflón» (porque todo le resbala) se ha embarcado en análisis y exigencias fuera de contexto para empantanar más las investigaciones en su contra por financiamiento electoral ilícito y otros delitos, fácilmente comprobables con base en investigaciones sólidas y documentadas del Ministerio Público y la Cicig.
En su desesperación por mantener los beneficios adquiridos al amparo de la impunidad, se han metido en «camisa de once varas» y quieren «mantenerse en sus trece» para no permitir que se les investigue y, en consecuencia, recibir el o los castigos que, por su nefasto proceder, los tienen más que merecidos.
En este país de realismo mágico, nadie le quita al señor Morales el derecho a querer «morir con sus botas puestas» (aunque sea en Sangoloteo el Chiquito), lo que realmente molesta e indigna es ver que, en su navegar sin brújula, ha dejado en evidencia su total desconocimiento de los compromisos internacionales adquiridos con Naciones Unidas (analizar su patético discurso del pasado martes 25 de septiembre en el marco de la Asamblea General de la ONU), además de su marcada improvisación, intolerancia e intransigencia en el manejo de la crisis y una pésima asesoría por parte de sus funcionarios que están ahondando la polarización de la sociedad guatemalteca, poniendo en riesgo la institucionalidad y el libre juego democrático.
El mal manejo de esta y futuras crisis puede ser algo como un tiro al pie, producto de haberles salido «el tiro por la culata». La ambición es un río que nunca se detiene, lo justo no agrada nunca a los que se acostumbran a la injusticia, más cuando esta -la injusticia- es provechosa para ellos.
A lo largo de la historia, el caos y la confusión han reportado beneficios a quienes manipulan las evidencias.
Todo se pierde, empezando por la vergüenza, pero… el inclemente juicio de la historia los bajará de su nube y nadie podrá defenderlos al momento de tener, irremediablemente, que entregar cuentas a la justicia y al pueblo, que les pide, al menos, respeto por haberlos llevado con su voto al poder; respeto que en ningún momento, estos… el presidente, sus funcionarios y asesores, han sido capaces de honrar.
La misma historia nos ha demostrado, hasta la saciedad, que siempre se sacrifica al más débil; quizás, y a manera de primera conclusión, nos cae como anillo al dedo algo que dijo hace algún tiempo el filósofo alemán Friedrich Nietzsche: «El timorato ignora lo que es estar solo; detrás de su sillón, siempre hay algún enemigo».
Durante las marchas del paro nacional del #20S, se pudo ver un rótulo que abría la manifestación en una población del interior del país con esta leyenda: «Mi país y mi pueblo, no serán tu circo».
Más claro… muerto el chucho, se acaba la rabia.
Luis Felipe Arce

Guatemalteco. Ingeniero civil. Por varios años gerente de Producción para Centroamérica de una conocida corporación mundial en la fabricación de materiales refractarios y aislantes. Actualmente, consultor independiente.
3 Commentarios
NUESTRA REALIDAD EN POCAS PALABRAS.
FELICITACIONES👏👍
Excelente artículo. Gracias.
Y le caben siquiera las botas pues?….
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