Michael Hudson

-gAZeta | PREGUNTAS A-

El porqué de la crisis en Venezuela y sus soluciones

¿Podría usted describirnos cuál era el estado de la economía venezolana cuando Chávez llegó al poder ?

En Venezuela existía una sola monoindustria, la del petróleo. Los ingresos derivados de su exportación se hallaban totalmente destinados a la importación de productos alimenticios y de otros insumos que podría haber producido en su propio territorio. La mayor parte de su comercio estaba vinculada a EE. UU. y a pesar de su riqueza petrolera fue aumentando su deuda externa.

Desde un principio, las empresas petroleras estadounidenses temieron que Venezuela decidiera destinar sus ingresos petroleros a beneficiar a sus habitantes en lugar de dejar succionarle su riqueza a la industria petrolera norteamericana y a su aristocracia compradora local. De este modo la industria petrolera –sostenida por la diplomacia norteamericana– mantuvo secuestrada a Venezuela de dos maneras diferentes.

Para empezar, las refinerías de petróleo no fueron construidas en Venezuela sino en Trinidad y en los estados del sur del territorio norteamericano del Golfo. Esto le permitió a las empresas petroleras de EE. UU. –o a su gobierno– dejar a Venezuela sin los medios para poder «desenvolverse sola» y llevar adelante una política petrolera independiente, ya que necesitaba refinerías. No sirve de nada disponer de reservas de petróleo si no se tienen los medios para refinar el petróleo para poder usarlo.

En segundo lugar, los bancos centrales de Venezuela estuvieron convencidos de que podían hipotecar sus reservas de petróleo y lo hicieron con todos los activos del sector petrolero estatal –incluida CITGO– como garantía de su deuda externa. Eso significaba que si en Venezuela se producía un déficit, los bancos estadounidenses la condenaban a la bancarrota si no pagaba en tiempo y forma su deuda externa, tanto los tenedores de acciones como las grandes compañías petroleras norteamericanas podrían ocupar legalmente sus explotaciones petroleras.

Estas políticas pro EE. UU. convirtieron a Venezuela en una oligarquía latinoamericana típicamente polarizada. Porque, aunque sea teóricamente rica en petróleo, su riqueza se hallaba concentrada en manos de una oligarquía pro EE. UU. que dejó conducir su desarrollo al Banco Mundial y al FMI. La población autóctona y en especial su minoría racial rural, como también su subclase urbana no estaban autorizadas a compartir las riquezas petroleras del país. El arrogante rechazo de la oligarquía a compartir la riqueza, es decir a lograr que Venezuela fuera autosuficiente, hizo que la elección de Hugo Chávez fuera algo natural.

¿Puede usted describir cuáles fueron las reformas y los cambios que introdujo Hugo Chávez? ¿Qué hizo bien y qué hizo mal?

Chávez trató de introducir en Venezuela una economía mixta, usando los ingresos petroleros del gobierno para incorporar infraestructura, servicios de salud, de educación y empleos, con el objeto de mejorar el nivel de vida y de la productividad de su base electoral.

Pero fue incapaz de impedir la fuga de fondos y la piratería de los ingresos del sector petrolero. Fue igualmente incapaz de detener la fuga de los capitales de la oligarquía, que transfiríó sus riquezas huyendo al extranjero.

No estaba «equivocado», simplemente hace falta mucho tiempo para lograr reformar una economía sobre todo si EE. UU. recurre a sanciones y a «maniobras deshonestas» para impedirlo.

¿Cuáles son, a su criterio, las actuales causas de la crisis económica venezolana: se debe especialmente a errores de Chávez y de Maduro o del sabotaje, la subversión y las sanciones de EE. UU.?

No existe ningún método por el que Chávez y Maduro hubieran podido instrumentar una política provenezolana tendiente a obtener la independencia económica del país sin provocar el furor, la subversión y las sanciones de Estados Unidos. La política exterior de EE. UU. gira en torno al petróleo desde que invadió a Irak bajo el régimen de Dick Cheney. Su política consiste en considerar a Venezuela como una prolongación de su propia economía, registrando un excedente comercial debido al petróleo que debe ser gastado en EE. UU. o transferido a sus bancos.

Al imponerle sanciones que le impiden a Venezuela acceder a sus propios depósitos bancarios y a los activos de su sociedad pública CITGO, EE. UU. le impide a Venezuela pagar su deuda externa. Esto es forzarla a la quiebra, que es lo que esperan los diplomáticos de EE. UU. como excusa para apoderarse de los recursos petrolíferos de Venezuela y apropiarse de sus activos externos, tal como pretendía hacerlo Paul Singer con los fondos de Argentina.

Algo similar a lo que la política de EE. UU. hacía con la economía de Chile «haciéndola sufrir» con Kissinger es lo que están haciendo actualmente con Venezuela. Están utilizando a este país como un «ejemplo» de lo que podría pasarles a otros países que intenten defender sus propios intereses, permitiendo así que los inversores estadounidenses absorban sus excedentes económicos.

¿Qué es lo que según usted debería hacer inmediatamente Maduro –suponiendo que permaneciera en el poder sin ser derrocado por EE. UU.– para salvar la economía venezolana ?

No se me ocurre nada que el presidente Maduro no haya hecho ya. Lo mejor sería encontrar un apoyo extranjero, demostrando al mundo que hace falta un sistema financiero y económico internacional alternativo.

Ya ha comenzado a hacerlo, tratando de retirar el oro de Venezuela del Banco de Inglaterra y de la Reserva Federal. Esto constituye una «guerra asimétrica» que amenaza la santificación de la norma dólar en las finanzas internacionales. El rechazo de Inglaterra y de EE. UU. de entregar a un gobierno electo el control de sus haberes externos, prueba al mundo entero que los diplomáticos y los trtibunales de EE. UU. pueden controlar por sí mismos a otros países como prolongación del nacionalismo estadounidense.

El ataque económico contra Venezuela por parte de EE. UU. constituye el precio de la fracturación del sistema monetario mundial. La actitud defensiva de Maduro muestra a los demás países que tienen que evitar convertirse en «otro Venezuela» y encontrar un nuevo lugar seguro y un pagador confiable para su oro, sus reservas cambiarias y el financiamiento lejos de las zonas del dólar, la libra esterlina y el euro.

La única manera de que Maduro pueda luchar con éxito es a un nivel institucional que le permita «salir del encierro». Su plan -ciertamente de largo plazo– consiste en ayudar a catalizar un nuevo orden económico internacional e independiente del valor dólar estadounidense. Esto funcionaría en el corto plazo a menos que EE. UU. estuviera convencido de que puede emerger de esta lucha como un corredor financiero honesto, con un sistema bancario confiable y partidario de los regímenes democráticamente elegidos. ¡La administración Trump destruye esta ilusión mucho más que lo que podría hacerlo cualquier crítica antimperialista o rival económico!

A más largo plazo, Maduro debe desarrollar igualmente la agricultura venezolana más o menos como lo ha hecho Estados Unidos protegiendo y desarrollando su agricultura en el marco legislativo del New Deal de los años 1930: ampliación de los servicios rurales, créditos agrarios, consejos de semillas, organizaciones nacionales de comercialización de las cosechas, compra y equipamiento de materiales agrícolas y el mismo tipo de sostén de los precios que utiliza EE. UU. desde hace ya mucho tiempo para subvencionar las inversiones agrícolas nacionales acrecentando la productividad.

¿Qué hay del proyecto de introducción de una criptomoneda basada en el petróleo ? ¿Podría ser una alternativa eficaz al falleciente bolívar venezolano?

Solo un gobierno nacional puede emitir moneda. Una criptodivisa vinculada al precio del petróleo se convertiría un medio de protección sometido a las manipulaciones y a las fluctuaciones de los precios de los vendedores a término y de los compradores. Una moneda nacional debe hallarse fundamentada en la capacidad impositiva del país y los recursos petroleros que constituyen la principal base impositiva en Venezuela se hallan bloqueados por EE. UU. La situación de Venezuela en consecuencia es parecida a la del marco alemán luego de la inflación de principios de los años 1920. La única solución implica sostener la balanza de pagos y parece que el único sostén de este tipo tendría que proceder del exterior de la esfera del dólar.

La solución de cualquier inflación debe ser diplomáticamente negociada y apoyada por los demás gobiernos. Mi historia del comercio internacional y de la teoría financiera Trade, Development and Foreign Debt describe el problema de la reparación alemana y cómo su inflación fue resuelta por la Rentenmark.

El impuesto a la renta económica de Venezuela procedería del petróleo, de los inmuebles de lujo, de los monopolios y de los altos ingresos, especialmente de los financieros y de los monopólicos. Una política fiscal y monetaria de este tipo debe hallarse enmarcada en cierta lógica. He tratado de explicar cómo lograr la independencia monetaria y por lo tanto política desde hace medio siglo. China la aplica lo más eficazmente posible. Es capaz de hacerlo porque tiene una economía importante y autosuficiente con una capacidad de exportación que le permite importar productos alimenticios. Venezuela no se halla en similar posición. Es por eso que ahora está buscando el apoyo de China.

¿Qué ayuda pueden aportarle China, Rusia e Irán? Y ¿qué pueden hacer para ayudarla? ¿Cree usted que esos tres países pueden ayudarla a controlar el sabotaje, la subversión y las sanciones de EE. UU.?

Ninguno de esos países está en condiciones de refinar el petróleo venezolano, eso dificulta la posibilidad de que acepten pagos en petróleo venezolano, solo sería posible un contrato de provisión a largo plazo, pagado anticipadamente. Y aún en este caso ¿qué harían China y Rusia si EE. UU. ocupara sus propiedades en Venezuela o rechazara la apropiación de CITGO por parte de la compañía petrolera rusa? En tal caso, la única solución posible sería apropiarse, como compensación, de las inversiones estadounidenses en su propio país.

Por lo menos China y Rusia pueden proporcionar mecanismos de compensación bancaria alternativos al SWIFT para que Venezuela pudiera omitir el sistema financiero usamericano e impedir que sus fondos pudieran ser apropiados por las autoridades estadounidenses o por los acreedores correspondientes. Y es muy posible que así pueda asegurar la mayor parte del oro que Venezuela podría recuperar de Londres y de Nueva York.

Para el futuro, China, Rusia, Irán y otros países deben establecer un nuevo tribunal internacional encargado de reglamentar la futura crisis diplomática y las consecuencias financieras y militares. Una tal propuesta -asociada a la banca internacional como alternativa al FMI y al Banco Mundial controlados por EE. UU.– requiere fundamentarse en una ideología clara que defina un conjunto de principios sobre la nacionalidad y los derechos internacionales, así como la capacidad de instrumentarlos y de aplicar sus resoluciones.

Los estrategas financieros podrían entonces escoger entre: continuar utilizando el FMI, el Banco mundial, la OIT y la OTAN como extensiones de una política exterior cada vez más agresiva, arriesgando aislar a EE. UU. Europa deberá elegir entre convertirse en un satélite económico y militar de EE. UU. o incorporarse al futuro de Eurasia.

Sin embargo, Daniel Yergin informó en el Wall Street Journal del 7 de febrero que China intentaba protegerse abriendo negociaciones indirectas con el grupo de Guaidó, con la intención de alcanzar el mismo acuerdo que había cerrado con Maduro. Pero un acuerdo de este tipo no parece susceptible de ser llevado a la práctica dada la animosidad de EE. UU. hacia China y la total dependencia de Guaidó del apoyo secreto de EE. UU.

Venezuela ha guardado gran parte de su oro en el Reino Unido y su dinero en EE. UU. ¿Cómo puede ser que Chávez y Maduro confiaran en estos países? ¿No tenían otra opción? ¿No existen otras alternativas viables más que Nueva York o Londres? O, ¿siguen siendo siempre estas «plazas únicas» para los bancos centrales del mundo?

Nunca tuvieron realmente confianza en el Banco de Inglaterra o en la Reserva Federal pero parecía imposible que estos negaran permiso a un depositario oficial para retirar su propio oro. La consigna habitual es «tengan confianza, pero compruébenla». Pero el rechazo –o la incapacidad- del Banco de Inglaterra de permitir la comprobación, significa que antes era impensable y que ahora se produjo: ¿esos bancos centrales han vendido el oro a término al London Pool y a sus sucesores negociándolo en el mercado de las materias primas en una tentativa de contener los precios con el objeto de mantener la apariencia de su solvencia en dólares estadounidenses?

Paul Craig Roberts ha descrito el funcionamiento de este sistema. Existen mercados a término para las divisas, las acciones y las obligaciones. La Reserva Federal, por ejemplo, puede proponer la compra de una acción a tres meses y a un precio un 10 % mayor que el actual. Los especuladores comprarán acciones haciendo subir las ofertas, para sacar provecho de la promesa del «mercado» de comprar las acciones. De modo que, al cabo de tres meses, los precios habrán aumentado. Ha sido en gran parte de este modo que el Plunge Protection Team de EE. UU. ha sostenido al mercado de valores norteamericano.

El sistema funciona inversamente para contener el precio del oro. Los bancos centrales que tienen oro pueden reunirse y proponer la venta de oro a bajo precio en el término de tres meses. El «mercado» advertirá que con la venta de oro a bajo precio, no tiene sentido seguir comprando oro y aumentando su precio. De este modo, el mercado a término modela el mercado actual.

La cuestión es saber si los compradores de oro –como los gobiernos ruso y chino– han comprado tanto oro que la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra han debido honrar ciertamente sus ventas a término agotando su oro. En tal caso, habrían «vivido al día», manteniendo bajo el precio del oro tanto tiempo como pudieron, sabiendo que una vez que el mundo haya encontrado el equivalente al cambio del oro de 1971 para compensar los déficit de los balances de pago intergubernamentales, EE. UU. tendrá poco oro y no podrá mantener sus gastos militares en el extranjero –sin mencionar su déficit comercial y de desinversión de los extranjeros en sus mercados bursátiles-. Mi libro sobre el superimperialismo explica porque la falta de oro puso fin a la guerra de Vietnam. La misma lógica regiría hoy sobre la vasta red de bases militares.

El rechazo de Inglaterra y de EE. UU. a pagarle a Venezuela significa que las reservas oficiales de oro extranjeras pueden ser mantenidas como rehenes por la política exterior de EE. UU. y hasta en sentencias dictadas por la justicia estadounidense que atribuyan ese oro a acreedores extranjeros o a quienquiera que emprendiera un juicio, según las leyes de EE. UU., contra esos países.

Esta toma de rehenes obliga a otros países a desarrollar una alternativa viable, en tanto el mundo se desdolariza y que la divisa oro se mantiene como único medio que puede limitar el déficit de balanza de pagos imputable a las Fuerzas Armadas de EE. UU. o de cualquier otro país que prepare un ataque militar. Un imperio militar cuesta muy caro –y el oro es una restricción «pacífica» de los déficit provocados por la armada-. Lo he detallado en mi libro Super Imperialism: The Economic Strategy of American Empire (1972) puesto al día en alemán en Finanzimperium (2017).

EE. UU. ha derrochado su aporte destruyendo los fundamentos del orden financiero mundial basado en el dólar. Esta decisión permite a EE. UU. ser la «nación excepcional» capaz de gerenciar los déficit de su balanza de pagos y una deuda externa que no tiene la menor intención -ni la posibilidad- de pagar, afirmando que los dólares de sus gastos militares «proveen» las reservas de los bancos centrales de otros países en la forma de préstamos del Tesoro de EE. UU., obligaciones y bonos del Tesoro para financiar el déficit presupuestario y los gastos militares, así como el déficit esencialmente militar de la balanza de pagos.

Siendo que la UE funciona como rama de la OTAN y del sistema bancario de EE. UU., esta alternativa debiera estar asociada a la Organización de Cooperación de Shanghai y el oro depositado en Rusia o en China.

¿Qué pueden hacer otros países de América Latina como Bolivia, Nicaragua, Cuba y tal vez Uruguay y México para ayudar a Venezuela?

Lo mejor que podrían hacer los países vecinos de América Latina sería crear una forma de promover la desdolarización y al mismo tiempo un organismo internacional encargado de supervisar la reducción de las deudas a reembolsar que superan la capacidad de los países, en lugar de imponer la austeridad y la destrucción de sus economías.

También se necesita crear una alternativa al Banco Mundial que conceda préstamos en monedas nacionales, sobre todo para subvencionar la industria de la alimentación nacional, con el objeto de proteger la economía de las sanciones alimentarias externas –equivalente a sitios militares destinados a forzar la rendición impoiendo el hambre-. Este Banco Mudial destinado a la aceleración económica priorizaría el desarrollo de la autonomía de sus miembros, en lugar de promover la competencia de la exportación, cambiando así a los tomadores de una deuda externa que los expondría al tipo de chantaje financiero que se da en Venezuela.

Dos principios internacionales son necesarios. En primer lugar, ningún país debería estar obligado a pagar su deuda externa en una divisa -como el dólar o la de sus satélites– cuyo sistema bancario puede prohibir su uso.

En segundo término, ningún país debería hallarse obligado a pagar una deuda externa al precio de perder su autonomía nacional como Estado: el derecho a formular su propia política exterior, imponer y crear su propia moneda y deshacerse de sus activos públicos para pagar a sus acreedores extranjeros. Una deuda de este tipo es un «préstamo irrecuperable» que traduce la irresponsabilidad del prestamista o, lo que es peor aún, la adquisición perniciosa de propiedades durante una ejecución hipotecaria que fuera el propósito del préstamo.

Entrevista realizada por The Saker para The Unz Review,
traducida al español y al francés por Susana Merino,
para El correo de la diáspora latinoamerican.


Michael Hudson: economista estadounidense, profesor de economía en la Universidad de Misuri en Kansas City, exanalista de Wall Street, consultor político, comentarista y periodista. Es presidente del Institute for the Study of Long-Term Economic Trends (ISLET). Es Es autor de varios libros, entre los que destacan: Super Imperialism : The Economic Strategy of American Empire (Pluto Press, 2003) y Trade, Development and Foreign Debt: How Trade and Development Concentrate Economic Power in the Hands of Dominant Nations (ISLET, 2009). Página web: Michael Hudson.

Fotografía tomada de Wikimedia Commons.

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